Toda la familia real fue a ver el espectáculo. Elías era un gran fanático de las carreras. Podías poner a competir gallinas, caballos, perros y hombres. Así que era común ver al príncipe sentado en algún palco. A todos les llamó la atención ver a la princesa de Azalam y a su esposo, el rey de Tierra del Sol. Son una de esas parejas que todos quieren mirar, porque son impresionantemente hermosos. A diferencia de otras casas reales, siempre se podía ver al rey tomando la mano de alguna de sus esposas. En este caso, iba junto a Layla, un poco tarde, a conocer a algunos pilotos. La princesa saludó a Andrés y le deseó mucho éxito en la carrera.
Desde lejos vio a Leonel, quien estaba intentando prestar atención a su equipo.
—Más te vale ganar, Leonel. Sabes que quieren retirarte. Eres bueno hoy y lo serás mañana. Solo demuéstrales que tú tienes lo necesario, eres el hombre.
Kamal no estaba encantado con la idea de acercarse a Leonel, pero lo hizo por Layla, la joven. Sonrió y estrechó la mano del joven. Los tres se tomaron una fotografía y el joven le dio una mirada a la princesa y acarició su espalda.
—Tenemos que irnos y tú tienes que competir. Esperemos que ganes.
—Gracias, Majestad —Kamal le dio un golpe en el hombro y ambos rodaron los ojos antes de seguir sus caminos.
Cuando estaban a punto de subir al yate del rey Kamal, se encontraron con la orgullosa abuela y madre de Leonel las cuales estaban por abordar el suyo a tan solo algunos metros.
—Layla —saludó Erica.
—Es reina ahora, Erica.
—Layla para ustedes —saludó la joven, aprovechando que no hay cámaras para abrazar a Pia y a la madre de Leonel. Kamal las saludó a ambas con la misma familiaridad.
—¿Viniste a ver a Leonel? —preguntó Pia.
—Bueno, ya que estamos aquí, he venido porque mi cuñado es muy fan y estábamos trabajando, pero sí, ven a Leonel, díganle que hemos venido exclusivamente a verlo —todas rieron y aseguraron que tenía que entrar a saludar un momento. Kamal siguió al grupo de mujeres, se puso cómodo y aceptó una bebida en el interior el yate de la familia Westborn, Gabriel, parecía muy feliz de verles. Layla le lanzó un par de miradas a su esposo mientras conversaba con las hermanas de Leonel. Una de ellas no podía creer que la princesa fuera realmente una princesa, la otra quería grabar a su hermana para avergonzarla en el futuro.
—Ya van a iniciar —celebró Pia y todos aplaudieron.
Layla se acercó a ver y sintió cómo crecía la ansiedad.
La reina de Alzalam escuchó muchos datos sobre Leonel, como que le gustaba establecer la vuelta más rápida desde el principio, le gustaba ver a los demás luchando por estar a su nivel. Simplemente, disfrutaba del juego y se mantenía muy concentrado. Toda su familia parecía ansiosa por verlo ganar. Kamal acarició la espalda de su esposa y ella puso a la pequeña sobre el sofá.
—Tengo que irme, pero regreso justo cuando Leonel gane.
La joven se despidió de Pia y de Erica y de toda la familia rápidamente, luego acompañó a Kamal hacia su navío. El príncipe adora a esas máquinas y cundo su hermano se lo pidió unas semana antes no dudó en elegir un amplio y exclusivo para la actividad, Layla tomó la mano de su esposo antes de subir y fueron rápidamente la piso en el que su familia estaba reunida. La joven no quería perderse ningún detalle.
Kamal se sentó junto a su esposa y murmuró:
—Leí cómo se conocieron.
—¿De qué hablas?
—Pedí un informe completo sobre él y uno sobre ti. Leí que se conocieron en una cafetería, y luego se volvieron a ver en un evento importante y bailaron. Se perdieron en un laberinto y tu hermano decidió que eso era demasiado.
—No sé a dónde quieres llegar con esto.
—Sin embargo, te hubieras enamorado de él y probablemente te hubieras casado. Ese es tu "hubiera", Layla, y el "hubiera" no existe.
—Ajá... y las medias verdades no son más que mentiras. Sé cuál es mi papel. Sé que no puedo divorciarme de ti y dejarte, Kamal, lo tengo muy claro. Tú mismo me mandarías a matar —dijo la mujer y lo miró a los ojos—. Quiero vivir todos los "hubiera" del mundo, quiero levantarme por la mañana y verlo a él. Quiero ser la madre de sus hijos, pero no pienso renunciar a lo que necesito para mantenerme viva.
—¿Qué vas a hacer?
—No tengo idea, pero definitivamente no será lo que tú quieres o esperas.
—Sabes que aquí está el novio del chef.
—Lo he visto, quién lo hubiera imaginado.
—Sí, él parece menos rudo que tú.
—No le va mal —comenta Layla con una sonrisa y se pone de pie, se aleja de Kamal y Elías la pone al día con las estadísticas inmediatamente. Su esposa y Layla prestan toda la atención y ambas reconocen que siempre habían visto las carreras en la televisión.
—Sí, solía buscar un favorito y luego regresaba.
—Yo hacía lo mismo.
—Qué poco deportivas —se queja Farah y su marido se ríe.
—Este es el único deporte que mi mujer disfruta.
—La gente no cree que sea un deporte.
—Es un desafío s*****a —comenta Kamal.
—Hay que tener fuerza, reflejos, habilidad mental, es muy intenso —comenta Farah.
—¿Qué tal si logramos competir mañana?
—No... no, esto es para profesionales. Todos ustedes son padres y les agradeceríamos que regresaran en una pieza.
—Se necesita una licencia especial —interviene Farah—. Estoy muy joven para disputarme el reino contra Layla.
La competencia tenía sus altibajos. Los magos problemas, aquellos que van por la pista como si no temieran a la muerte, y los que parecen conformarse con haber competido cuando en realidad desearían haberlo hecho bien desde el principio, haber clasificado en otros puestos, disfrutar de otras oportunidades. Layla no entendía del todo lo que estaba pasando, pero le pareció que era similar a la vida. Algunos parecían tenerlo todo de la manera más simple y otros simplemente eran parte de un grupo más grande, lleno de vacío.
Sin reconocimiento, ni premios.
—¿Será que al perdedor le dan algo? —pregunta la princesa.
Farah le acaricia la espalda y asiente.
—El título que nadie desea, el de máximo perdedor.
—¿Qué está haciendo? —pregunta Lorenzo y todos ponen atención a la pista.
Hay un auto con el número 48, pegándose al de Leonel, que lleva el número 7. Se le acerca un par de veces y lo golpea. Todos quieren saber cuál es su intención y dan un par de vueltas mientras se acerca cada vez más, sin importar que podría causar un accidente. Leonel, dentro del auto, intenta mantenerse tranquilo, ser cauteloso. Ve los autos detrás de él, ve los que tiene al lado, y entiende que es un simple esfuerzo de grupo para sacarlo de la competencia.
—Los ojos en la pista —le dice su entrenador.
—Lo sé, estoy tranquilo.
—No te pongas en riesgo, parece que van a golpearte el 48 y el 31 —le avisan.
—No. Voy a empezar a bajar la velocidad.
—Tienes que subirla, Leonel.
—Si la bajo, chocarán entre sí.
—Leonel, no tienes tanta distancia, te han alcanzado bastante y las llantas están ya desgastadas, estás cerca de tu cambio.
—No me importa, no voy a perder por ellos.
Todos ven cómo el auto número 7 comienza a perder velocidad abruptamente y el número 48 pierde ligeramente el control y choca con uno de los autos que venía detrás. El público enloquece al ver al 7 recuperar el control de la carrera, retomar la posición que mantenía y enfrentarse directamente contra el 31 para volver a obtener el primer lugar.
Leonel sube la velocidad y va a toda máquina.
No puede escuchar a nadie apoyándolo desde afuera, pero en cada estación se imagina a ella, mirándolo ganar, y ese subidón de orgullo, pasión y excitación ante el peligro y el deseo aumentan hasta que lo logra. Retoma el primer lugar y continúa vuelta tras vuelta demostrándoles quién es.
Layla ve a la pista con angustia y Lorenzo le toma de la mano.
—Qué angustiante es esto cuando conoces a la gente detrás del volante.
—Es parte del espectáculo —responde Kamal, pero sabe que si se muere, es más fácil para él, no lo dice, en su lugar todos se acercan. Al ver nuevamente en la pista, hay un corredor intentando salir de la misma situación de Leonel, intentando ingresar al top 5, pero no se lo permiten.
—¿Por qué no pasan coches? —pregunta Layla ansiosa.
—Ya casi, tranquilizante—dice Elías y le da una bebida.
—No en toda la carrera han estado pasando por grupos, no pasa nada hace rato—se queja la joven.
—Lo más probable es que haya un accidente—anuncia Kamal. —pero no tiene que ser él.