Capitulo 1

3018 Words
Había pasado un mes desde que Joshua dejo claro a mi padre que me quería como su esposa, ninguno de los dos me conto que dijeron, lo que hablaron, nadie me dijo nada, solo me dejaron claro que me iba a casar. No es algo que me molestara, casarme era mi plan de vida, eso y tener hijos, pero me gustaría saber, si se acordó algo por mi, cosa que no me sorprendería de mi padre. Hoy me mudaba a la casa de Joshua. Una de sus casas, pero en concreto la que tenía en Edimburgo, por mucho que el viviera más en estados unidos, no quería que el cambio para mi fuera tan grande y decidió que esa sería la residencia oficial. No tenía muchas cosas, las colecciones según mi padre eran una perdida de tiempo, una cosa que los pobres hacían para llenar sus vacíos por lo que no me dejaba coleccionar nada, solo tenía ropa, accesorios y maquillaje, que la asistente personal de Joshua se encargo de que cogieran de mi casa y lo llevaran a la suya de forma ordenada. Casandra. La asistente de Joshua no era alguien con quien me iba llevar bien, principalmente porque no me llevo bien con nadie. A la hora indicada, un coche me recogía de casa de mis padres para llevarme a varios kilómetros a la casa de Joshua. Creo que todo el mundo ha visto crepúsculo, la casa de Joshua me recuerda a la de los Cullen, era una casa en el bosque, llena de cristaleras, en su exterior era de tonos marones y negros, sencilla, pero desde la cristalera de la entrada veía un cuadro, que no costo poco, uno de los muchos que habrá por la casa, dado el interés de Joshua por el arte. El coche entro en el garaje en el que habían diez coche como poco, otra cosa que les pasa a los ricos es su obsesión por coleccionar coches, no había coches muy caros, había coches de diferentes estilos, supongo que esto era para que según donde iba, tuviera un presentación diferente, aunque la limusina le faltaba. Por el garaje entrabas a la casa, a un recibidor, pequeño que era parte de la entrada, ahí se dejaban los zapatos y las llaves. Joshua es muy estricto con la limpieza, según mi hermano por lo que debo cuidarme. Me quite los zapatos y lo deje en el zapatero que llevaba mi nombre. Ahí no entrarían todos mis zapatos. —Ahí dejara los de uso más común, los especiales los tiene en el vestidor, pero siempre deberá cogerlos y ponérselos aquí—me comento Cassandra acercándose a mi para explicarme las normas de la casa, de una bolsa que llevaba en la mano saco unas zapatillas que me puse, porque el suelo de madera, por mucho que tuviera climatización, no era agradable de pisar. —¿Dónde esta Joshua?—le pregunte. No teníamos una relación, pero esperaba unos mínimos, principalmente que me recibiera en su casa. —El señor Campbell esta trabajando, me ha pedido que la instale—. La respuesta de la mujer no me gustaba pero no iba a empezar con berrinches de niña pequeña. Casandra camino y la seguí en silencio. Llegamos a una espaciosa sala, todos los colores de la casa eran grises y negros, colores neutros y algo tristes. —Al señor Campbell le gusta el orden—me aviso. La mire. —Conozco a Joshua—le deje claro. Joshua y Teo eran amigos desde niños, estudiaron juntos en el internado de Suiza, los veranos los solían pasar juntos y cuando tuve la edad, mi hermano me llevaba para evitarme pasar un mal verano con mis padres, siempre con la excusa de enseñarme a relacionarme con personas de la alta sociedad. Esos veranos en el club de los veinte, era lo mejor. —Conocerá su parte de fiestas o diplomática, pero en su vida normal, es diferente—me dejo claro la mujer. Asentí no quería discusiones. La chica dejo las escaleras a un lado para seguir recto por un pasillo, abrió una puerta para enseñarme una biblioteca. —Esta es la biblioteca a la que puede acceder cuando quiera—me dijo. —¿A la que puedo acceder?—le pregunte. La mujer me miro. —Al final del pasillo esta el despacho del señor Campbell, lugar al que no deja que nadie entre—me aviso. Joshua puede ser muchas cosas, pero la mujer lo esta pintando como la peor persona del mundo cuando a mi nunca me ha demostrado esa forma de ser. —Vale—. La mujer me enseño la planta principal, había acceso al jardín donde había una pequeña piscina climatizada, en la planta baja estaba el comedor y la cocina, al según no me iban a dejar entrar porque había una cocinera que llegaba en unos momentos, también había un cuarto de la colada, uno que tampoco era mi asunto porque Joshua había contratado dos mujeres de la limpieza, aparte del chofer y de Casandra, quien en esa misma planta tenían sus habitaciones, porque iban a estar 24 horas disponibles para mi. En la segunda planta estaban las habitaciones, solo una de ellas tenía baño propio y vestidor, en la que yo iba a dormir supuestamente con Joshua pero en si habían unas siete habitaciones, siempre he querido tener hijos pero no se si tantos. Me senté en la cama. —Déjeme sola—. Casandra se fue. No soy una persona sociable, no es que sea antisocial, se estar con la gente, me gusta demasiado estar sola y demasiado poco la gente, todo el mundo se alarma cuando alguien, sobre todo si es joven comenta que no le gustan las fiestas o socializar, a mi me gustan pero me gustaría elegir si ir o no, que no sea una imposición por mi apellido, no me gustaba hacer las cosas por imposición sino porque lo deseaba, pero eso era demasiado imposible. Me tumbe en la cama y no pude negar que era quizás, la cama más cómoda en la que alguna vez he estado. La vida de ser la hija de una persona rica, tiene muchas cosas buenas, no lo podemos negar, accedes a las cosas mucho mejor y con más tranquilidad que nadie, nunca me he preocupado por llegar a fin de mes, nunca he tenido que decidir que bolso comprar, siempre he podido comprar todo lo que deseaba. —¿Cómoda?—. Me senté en la cama al escuchar esa voz. Joshua estaba apoyado en la puerta de la habitación. —Hola—le salude en silencio. El chico me miro tranquilo, relajado, con toda la tranquilidad del mundo. —¿Te gusta la casa?—. Analice la pregunta para ser si podía ser sincera sin ofenderle. —Esta bien—. Joshua me miro. —Di lo que opinas de verdad—me ordeno tranquilo. —Tiene poco color—. Tranquilamente Joshua saco su cartera y entre dos de sus dedos puso una tarjeta. —Cógela—. Me quede quieta sin saber que hacer. —Úsala para comprar lo que quieras—me confirmo lo que estaba pensando. —¿Para la casa?—le pregunte. —En general—. Su respuesta me dejo algo sorprendida y perdida. —Llévala siempre encima y compra lo que te guste, si quieres un coche, cómpralo, una casa, pues también—me dijo demasiado relajado. Le mire demasiado sorprendida. —¿Me estas dando las armas para dejarte en banca rota?—le pregunte. Joshua río. —Mucho deberías comprar para dejarme sin dinero, pero si—. Mire a Joshua, no sabía como asumir que me estuviera dando esa libertad, me gustaba poder comprar lo que quisiera, no por tener esa oportunidad, tenía que usarla, es un arma que la tienes cargada pero no debes usarla, eso me gustaba, me encantaba. Me levante de la cama y me acerque a él para coger la tarjeta, la mire en silencio , era una tarjeta negra, era de esas que no tenían limite y cuando pagabas con ella te daban champan por estar en la tienda, fuera cual fuera. —Lo que si, debemos hacer una compra juntos—comento Joshua y agarro mi mano para mirar mis dedos—¿Que tamaño de dedo tienes?—me pregunto observando mi dedo. Le mire. —No lo se—le dije con demasiadas dudas. —Supongo que en la tienda de anillos nos lo dirán—. —No entiendo—le confesé demasiado nerviosa. —Si vas a ser mi prometida, sea o no de verdad, mereces un anillo—me dijo y analizo mis dedos—El mejor anillo del mundo, uno acorde a mi dinero—comento. —No creo que los anillos se deban elegir acorde del dinero— Su mirada sobre mis ojos me dejo claro que mi comentario le sorprendió bastante pero no es que me importara, creo que el dinero no debe marcar, las cosas que marcan el amor. —Creo que eso esta atado al amor—aclaré. Se que mi historia con Joshua no era la mejor del mundo, no era amor lo que sentíamos, sino una ilusión, una creación que les dábamos a los demás para evitar ser las personas que todos miren en las fiestas. —Dudo que mi amor por ti entre en un anillo—. Negué por su comentario. —Necesito el limite de la tarjeta—le avise. Joshua me miro. —No tiene—. —Joshua—le regañe. Era verdad que era una niña rica a la que en su mayoría le daban lo que pidiera, incluso Joshua participaba en la labor que tenía mi hermano de hablar y a los dos segundos si era necesario comprarme un avión, no me decían nunca que no. Siempre era un si o un espera un segundo y ya, a las dos horas de haber deseado ir a un teatro estaba rumbo a New York para disfrutar del musical que me diera la gana, o si mencionaba que quería hacer surf, tenía un profesional como profesor esperando en la playa, sencillo, pero estaba mal. —Si vas a casarte conmigo, debes tener una vida acorde a mi dinero—. Suspiré. —No voy a discutir porque eres capaz de cualquier cosa—me queje, y es que era así, Joshua es un hombre de negocios, gana demasiado pero su único gasto raro son los cuadros que siempre compra con mimo y atención, pero el resto no lo gasta por lo que tiene millones de dólares en el banco, sin ser usados, es algo que a mi hermano le molesta porque podría donarlo pero no lo hace, solo lo guarda—Necesito la clave—. Me puse los zapatos mientras el chico me miraba. —Tu cumpleaños, primer día y luego mes—. Me congele y le mire. Me sorprendía que alguien hubiera elegido mi cumpleaños como contraseña de algo tan importante, no es que mi cumpleaños fuera la cosa más complicada del mundo, cumplo años el uno de abril, 0104, no creo que sea una contraseña de lo más segura pero supongo que es su decisión, aunque dudo, conociendo su forma de ser que haya puesto esa contraseña a su tarjeta. —¿Me has hecho una tarjeta?—le pregunte. —Termina de calzarte, iremos por el anillo—me dio esa orden como respuesta y se fue. No se si era mejor eso que tener la respuesta y sentirme vacía, sentirme que nadie me quiere, se que todos tenemos a alguien destinado para nosotros, no me gusta Joshua, no me he fijado nunca en él, es amigo de mi hermano, hay una norma entre mi hermano y yo que los amigos están prohibidos, es irónico porque me caso con su mejor amigo pero no porque nos amemos, sino por supervivencia. Me puse la chaqueta y el otro zapato para salir de la habitación. Joshua no estaba. Baje las escaleras. —Si alguien te llama, que deje un mensaje—escuche la voz de Joshua. —¿Cuánto tardará?—. La pregunta de Casandra era demasiado normal pero me resultaba cansada. —Según que hagamos—. No pude evitar sonreír, me gustaba que la gente supiera lo justo, odiaba que se metieran en mi vida, era irónico, era una de las personas más seguidas del país, me molestaban las cámaras pero me molestaba mucho más que las personas se metieran en mi vida cuando no había razón para ello. Me coloque el pelo para terminar de bajar las escaleras y caminar a donde Joshua. —¿Vamos?—pregunte. Joshua me miro. —¿No te han guardado la ropa?—. Me sorprendió su pregunta. —Ni he mirado—. Joshua no dijo nada y se coloco bien el reloj. —Aunque no me preocupa, sino te gusta, me compraré un vestido por ahí—le dije. Me miro. Me había sentado demasiado mal que hiciera ese comentario, como si estuviera mal vestida, pero a mi me gustaba demasiado la forma en la que iba vestida. Mis medias gorditas, pero de color carne encajaban perfectamente con mi vestido n***o, lo suficientemente elegante como para ir a cenar pero no mucho como para que se crea que voy a una gala, mis tacones negros y mi americana negra eran perfectos, quizás el n***o no sea el color más bonito pero es mi favorito, y él también va con un traje n***o por lo que sus comentarios no son necesarios. Metí la tarjeta en mi cartera y le mire. —¿Algo más?—le pregunte al ver que no se movía y solo me miraba. —No—. Comenzó a caminar hacía el garaje, le seguí relajada porque no iba a correr por su necesidad, conocía bien a los hombres de la alta sociedad, me había dedicado a entenderlos, saber que necesitan y cuando, pero sobre todo a seducirlos por lo que nadie me iba a ganar en el juego del matrimonio, yo llevaba toda mi vida preparándome, jugaba con ventaja mientras que él no sabía nada de ello, y mucho menos de las mujeres, puede que haya tenido relaciones pero ni un solo hombre sabe realmente como hacer que una mujer haga lo que quieran, pero las mujeres sabemos como hacerlo. Y juego con mucha ventaja, conozco a Joshua. Se subía a un deportivo rojo. Estaba enfadado, sino me hubiera abierto la puerta. Me subí al asiento del copiloto. —El cinturón—ordeno. Me lo puse. Joshua dio a un botón para abrir la puerta del garaje y arranco saliendo de este. —No sabía que coleccionabas coches—. Mi comentario hizo que me mirara de reojo. —Ni lo intentes—aviso. Una de las cosas que te enseñan en clase de seducción es saber que es como a alguien se le quita el enfado, hay tres tipos de personas en mi opinión, los que se les debe dejar solos, los que se les debe acompañar pero no hablar y los que necesitan distracción, aún no estaba muy segura de donde encajaba Joshua. —¿A que te refieres?—le pregunte. —Teo me aviso de tus estudios—contesto mirando la carretera. —No estaba manipulando, solo era curiosidad—. Hubo unos segundos de silencio, puede que fuera verdad que detrás de mi frase hubiera conocer como se le pasaba el enfado para usarlo más tarde pero no era algo que fuera a admitir, no podía confesar mis tácticas. —Me los regalan—explico y le mire—Para hacerme cerrar tratos, me dan cosas, cuadros, casas y esas cosas, según cuanto dinero este implicado—hizo unos segundos de silencio—En muchos casos conviene más dar una casa y tener un si que otra cosa, además, si dices que no, quitarte el detalle queda mal, por ello muchas de mis cosas son regalos—. —¿Me estas diciendo que la casa en la que voy a vivir es un regalo?—. Joshua río por mi pregunta. —¿Tanto te preocupa?—me pregunto. Le mire. —Me gustaría saber a quien debo el techo—. —La he comprado para ti—me dejo claro y le mire—Se que no te gusta el ajetreo de la ciudad, es perfecto, cerca de mi oficina pero tranquilo—. Negué. No le creía, Joshua sabía encandilar demasiado por lo que no me sorprendería que usara esas cosas en mi contra. —Ahora eres tú la que opina que estoy manipulando—. Le mire. —Hagamos un trato—propuse. —Te escucho—. Le mire. —Nada de manipulaciones, nada de usar algo en contra del otro, sinceridad y comprensión—le propuse. Joshua me miro de reojo. —Me parece bien—concluso con tranquilidad—Si hablamos de sinceridad debes saber que solo Teo y Beth saben que nuestro matrimonio no es por una larga relación—me dijo y le mire sorprendido—Ante todos los demás, nosotros nos casamos por amor, tras una lucha con tu padre por amor, la razón por la que vamos a dormir en la misma habitación—. Le mire demasiado sorprendida. No respondí, se que la imagen es algo importante para él, que se case con la hermana de su mejor amigo por interés no es algo que quede bien por mucho que sea interés mío, pero un amor secreto, uno prohibido, es algo que a los medios, que a las personas que lo vean desde fuera lo amaran, por esa misma razón, que salga eso a muchas personas es peligroso, demasiado, cualquiera podría hablar por dinero. No me molestaba dormir con Joshua. Pero si había una sensación rara que recorría mi cuerpo, una que jamás había sentido, no me gustaba sentirme así.
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