Sí, había perdido mi virginidad con Caesar, pero contrario a las emociones negativas que me recorrían en ese momento, no sentía arrepentimiento alguno. No me arrepentía y estoy segura que si retrocediera el tiempo, lo volvería a hacer con ese hombre que me había roto el corazón, de eso estaba muy segura.
“A veces lo que quieres y lo que necesitas no es lo mismo, si lo que quieres y lo que necesitas no coinciden, es mejor dejar ir lo que quieres y mantener lo que necesitas, porque no todo lo que quieres es lo que necesitas en tu vida.”
Sin duda deseaba y anhelaba un amor bonito, quería a alguien que me pusiera de prioridad, que me amara incondicionalmente porque yo me lo merecía y de verdad pensé que Caesar era esa persona, pensé que él iba a ser ese amor bonito e incondicional, yo quería que Caesar fuera esa persona, pero al parecer no lo era y si él dudaba de mí, entonces no era necesario en mi vida. Dolía, sí, pero sabía que debía dejarlo ir porque no me merecía a alguien que dudara de mi inocencia, porque me merecía todo y él claramente no podría dármelo por su misión y por sus convicciones.
Caesar era lo que quería, pero no era lo que necesitaba.
Sorprendentemente cuando llegamos a la mansión había llegado a una conclusión muy madura. Llegué con ayuda de Caesar a mi habitación y en la soledad pude soltar todos esos sentimientos que me estaban ahogando, solo por hoy lloraría a esa madre que anhelaba tener, pero no me había tocado, por ese amor que pensé que había encontrado, pero resultó ser un fraude, por la soledad de mi alma y mi corazón roto, pero determinado. Me permití una noche de debilidad, una noche donde soltaría mis inseguridades y mis dolores y les diría adiós. No supe cuánto tiempo estuve llorando, ni tampoco cuándo fue que me quedé dormida.
— ¿Cuánto tiempo nos queda?
— No lo sé, no puedo ver absolutamente nada, pero es seguro que mi hermano está haciendo todo lo posible para derrotarte