Esto era una burla; ¿cómo se atrevía a comportarse de esa manera? Más rabia me daba su actitud arrogante. - Te juro que te sacaré de las greñas de la cama si no te levantas en este momento, Scarlett... -
Recibí una leve mirada de desagrado de su parte y nuevamente volvió a sus miserables uñas, como si fueran más importantes que mi amenaza. - No te lo volveré a repetir, Scarlett... ¿piensas que voy a dejar el asunto de la bofetada que me diste? -
Ni una pizca de interés de su parte; en cambio, miraba sus uñas de arriba a abajo, y eso me hacía hervir la sangre. Si no la golpeé en el auto fue por débil, y eso me enfermaba. - Necesito hacerme las uñas cuanto antes; no puedo ir a la fiesta así. -
Perdí la paciencia con su descaro, caminé hasta la cama y tomé sus tobillos, jalándola con fuerza. La tomé de la cara con brusquedad, levantándola hasta ponerla sentada y a centímetros de mi rostro. - Escucha bien, estúpida... Que no se te vuelva a ocurrir tocarme en tu vida... Yo soy el amo y señor aquí. Y no voy a permitir que tú me levantes la mano... ¿Entendido? -
La imaginaba temblando y sollozando, pidiéndome perdón y suplicando que la soltara, pero en cambio recibí indiferencia. - Y si no quiero, ¿qué me vas a hacer, maldito gorila? Aparte de loco, pocos huevos, nada más sirven de adornos. -
Pero si tenía ganas de pelear esta mujer y, en el fondo, me agradaba eso. Dios, por algo le soportaba sus berrinches, aunque me sacara de quicio. Ganas me daba, y de la manera más sucia y vil, pero a la vez quería darle una bofetada para demostrarle quién mandaba. Apreté su rostro sin importarme qué tan doloroso fuera; en mi rostro se formó una sonrisa burlona y una mirada oscura.
- Vuelvo a repetir, maldita perra - dije en voz baja y amenazante, cerca de su cara. Me daba la tentación de besarla y morder sus labios, morderla hasta sentir el sabor de su sangre en mi boca-
- Dije... que me valen tus putas amenazas... y que esos que te cuelgan son unos malditos adornos... que te faltan huevos, pendejo -
- Maldita perra... ¿cuáles huevos me faltan, eh? - Así me gustaba; sus ofensas me excitaban y, a la vez, me provocaban rabia. Un jadeo salió de mis labios; ya no pensaba con claridad si la iba a golpear o darle una lección diferente.
Tomé su mano derecha y la llevé a mis testículos; sentir la sensación de sus manos me ponía cachondo y ansioso. - Estos huevos... los que te meto hasta el fondo... ¿o los quieres más dentro de ti? Si eso deseas, con gusto te lo daré, solo que no te quejes. -
Ver la reacción de su cara era un deleite; era de asco y confusión. La había tomado por sorpresa con mis movimientos; sentir lo caliente de la palma de su mano en mis testículos me erizaba la piel de deseo y excitación. Jadeaba contra sus labios y mis caderas se balanceaban; la fricción me mataba. ¿Qué tenía esta mujer que la deseaba como nunca? No tenía suficiente de ella. - No sabes cuánto te detesto... Me dan ganas de matarte, pero a la vez no... Maldita. -
Ya no iba a aguantar más, y de solo tenerla rosando nuestros labios, no dudé en besarla con tantas ganas; era mía, después de todo. Un leve apretón en mis partes me hizo gemir; me dolió y, en respuesta, mordí su labio inferior, la cual gimió de dolor y frunció el ceño.
El sabor de su sangre era delicioso, nada comparado con ninguna otra mujer. Pasé mi lengua por sus labios; necesitaba más.
—Imbécil... Haré que tus malditos testículos revienten—. Sus amenazas me hicieron reír; no tenía miedo, sabía que lo podía hacer, pero yo no estaba tan tonto.
—Así... En serio, vamos, hazlo... Quiero sentirlo... Solo te advierto que no seré nada lindo contigo si lo intentas, y te aseguro que seré peor que otras veces...—
Vaciló ante si hacerlo o no; tenía miedo, al menos un poco, y eso me gustaba. Para provocarla, frotaba mis genitales y pasaba mi lengua por todo su cuello y mejilla hasta llegar a sus labios, los cuales empecé a besar. —Vamos... Hazlo, no sabes las ganas que tengo de darte durante tres días completos, sin descanso y sin piedad...—
De sus labios salió un jadeo tembloroso y los escalofríos recorrieron su cuerpo, pero ganas no le faltaban de apretármelos, y lo sabía bien por su mirada asesina. —Maldición... Te odio—.
- Lo sé... Y esa es la mejor parte. Tu odio me alimenta, tus ofensas me excitan y tus berrinches me emocionan a doblegarte. - Solté su rostro y deslicé mi mano hasta su cuello, apretándolo ligeramente. Verla poner sus manos en la mía y mirarme con odio hacía que mi deseo creciera. - Eso... Así es como me gusta, esa mirada de muerte y odio en ti. Así sé que solo de esa manera puedes verme solo a mí y que ese odio se convertirá en sumisión. -
Murmuré en voz baja, sin perder contacto visual en ningún momento. Lentamente aflojé mi agarre de su cuello y nuevamente deslicé mi mano por su hombro, tocando su suave piel, aún marcada por mí, y eso me enorgullecía; era la muestra de que era mía y de nadie más. - Necesito tenerte ahora mismo. -
No iba a perder más mi tiempo en cosas románticas como caricias y besos lindos y cariñosos. Mis manos fueron hábiles quitando su ropa, pero ella no se dejaba y se ponía en contra, lo que provocó un gruñido de irritación que salió de mí. - Quieras o no, vas a ser mía ... Obedece Scarlett ..-