Barrera.

538 Words
Me encantaban sus manos en mi cabeza, en mi espalda, en todo mi cuerpo; era una droga de la cual me estaba volviendo adicto. Era una necesidad su toque en mí; jamás nadie me había hecho sentir así, y jamás la dejaría ir. Mataría a quien me la quisiera quitar; era mía, mía y de nadie más. - Creo que es mejor que me sueltes... Te prometo que estaré aquí y, cuando vuelvas, podremos estar aquí juntos. - En cuanto comenzó a alejarse, mis manos se dispararon, agarrando sus muñecas y manteniéndolas en su lugar. No podía soltarla, todavía no. - No, no... por favor, no pares... - Dije en un tono áspero y suplicante, aferrándome a ella como un niño con su madre. Sentía como si me quisieran arrebatar un pedazo de mi cuerpo; dolía. Se dio cuenta de que sonaba desesperado, pero no me importó. No sabía cuándo volvería a recibir ese tipo de contacto. - Por favor... quédate así un poco más. - Parecía desesperado, suplicante, mientras sujetaba sus muñecas y trataba de mantenerla cerca de mí. Mi corazón se aceleraba, mi respiración se entrecortaba mientras trataba de controlarme. Era un hombre hambriento de afecto, y ella me lo estaba dando a raudales. Sentí un cálido beso en mi frente, levanté la mirada hacia ella y la vi sonreír dulcemente. Dios, era hermosa, lo más hermoso que había visto en mi vida, una sonrisa diferente a lo que daban; no era de burla, de cinismo, de maldad. No era un afecto tan distinto que me desplomé en llanto en su pecho, apretándola. Por primera vez en mi vida sentía que alguien me mostraba un poco de amor. - Está bien... No llores... - Su voz tan delicada y suave, como el pétalo de una rosa, como el primer rayo de sol de primavera, dejé escapar un suspiro tembloroso cuando sentí que me abrazaba y besaba la cabeza. Sentía que me relajaba un poco mientras me envolvía con sus brazos, apretándome nuevamente. No dijo nada, solo la abracé con fuerza contra mí; mi cuerpo temblaba levemente mientras respiraba temblorosamente. Nunca había tenido tanto cariño, amor y afecto con nadie antes, y las sensaciones que recorrían mi cuerpo eran abrumadoras y adictivas. Quería más; Dios me ayudara, quería más. No podía dejar de llorar, mi control se debilitaba; ella era la única que podía derribar esa barrera. Quería acercarla aún más, apretar cada centímetro de su cuerpo contra el mío, sentir que su cuerpo se fundía con el mío. No la solté; quedamos así hasta que dejé de llorar y quedé ido, mirando un punto fijo del sofá. Me había perdido en mis pensamientos. Ella no dejaba de darme caricias y uno que otro beso, y eso me hacía estar relajado y menos ansioso. - ¿Ya te sientes mejor? - Quedé sin aliento cuando se alejó de mí con delicadeza, dejándome con una sensación de pérdida y vacío. Sus manos limpiaron mi rostro, las lágrimas que aún quedaban, y después con sus dedos peinó mi cabello . Cuando comenzó a colocar sus dedos sobre mi cuerpo, mi corazón dio un vuelco. La sensación de tus delicadas manos tocándome era relajante. - S-sí… me siento mejor… —
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