Realmente le importaba o solo era el miedo a estar solo, y conmigo encontró lo que quería. Con su mentalidad, no sabía qué quería. Me daba lástima; sentía pena por él. Tal vez se comportaba así porque nunca recibió amor en su vida, y la única forma que aprendió fue a la fuerza.
—No me dejes aquí... Llévame contigo... Si un día te vas... Llévame, a donde vayas iré contigo —murmuró con miedo, lo decía como si estuviera encarcelado y encadenado. Lo odiaba y a veces no; ganas de huir me daba, pero aquí estaba, consolándolo y tranquilizándolo como a un niño.
—Está bien... Eso no va a pasar, no me voy a ir... No vayas a llorar, te están viendo todos tus empleados, ¿qué van a pensar de ti? —Enterraba su rostro en mi cabello, oliendo mi aroma y abrazándome con más fuerza. —No me importa... Lo que me importa eres tú —.
Al menos ya estaba más tranquilo y ya no me iba a molestar con su actitud pesada, y eso me tranquilizaba. —Bien... Ahora que ya estás tranquilo, vamos a cenar —.
Se alejó de mí y sus manos fueron a mi rostro, haciéndome mirarlo a los ojos. Su mirada era relajada y tenía una sonrisa, tan diferente a lo habitual.-¿Quieres cenar? ¿Qué quieres comer? Pide lo que tú quieras y te lo harán. -
Ahora me salió complaciente; se escuchaba tan decidido y amable. Era lindo ese sentimiento de ser tratada tan bien, me hacía recordar a mi Chris. Parecía que lo estaba viendo y escuchando, así que sonreí y lo miré con ternura. -Sí, quiero cenar... Y no importa lo que preparen, vamos. -
Soltó un suspiro. Antes de irnos al comedor, me dio un beso en la frente para luego tomarme de la mano y llevarme. Todos nos veían confundidos, con la boca abierta, sin entender nada, pues hace un momento todo era un caos y ahora estábamos como si nada.
Al llegar al comedor, Demian, como todo un caballero, me ayudó con la silla para que me sentara. No esperaba eso, pero su lado tierno y sensible me encantaba, aunque no iba con su apariencia ruda y fría. -Gracias. -
-No tienes que agradecerme, soy tu esposo y, como tal, te tengo que cuidar, mi amor. - Era increíble escuchar eso de su boca; era emocionante y adictivo ver y escuchar.
Si tan solo fuera mi Christopher, si tan solo todos los días fueran así, tal vez no pensara en matarlo y hacerle pagar por lo que me hizo sufrir. En el fondo, pero muy en el fondo, estaba dudando si hacerlo o no; mantener este rencor que me quemaba por dentro cada vez que recordaba el porqué de estar aquí.
El simple hecho de tenerlo enfrente, con los cubiertos cerca, me daba la oportunidad de hacerlo, pero a la vez no. Era como si no me diera diversión en su estado vulnerable; con esa mirada fija en mí, parecía que brotaban corazones de su cabeza. Creo que yo era la que estaba mal de la cabeza.