Me aparté un poco para mirarla; tenía los ojos rojos e hinchados por el llanto. - ¿De verdad lo dices en serio?—
Pregunté con voz suave y vulnerable. Tenía una mirada de duda en ella; se quedó en silencio pensando mientras sus manos acariciaban mi rostro. —Sí, no sé por qué siento una conexión. Por alguna razón, se calienta el alma en este momento; es como si un rayo de sol entrara en lo más profundo y oscuro de un pozo... No sé por qué—.
Al oír sus palabras, se me cortó la respiración. Sentía una conexión conmigo, un vínculo, una afinidad. Era tan extraño, tan inesperado, pero se sentía tan bien.
La miré fijamente por un momento, con la mente dando vueltas. Tampoco lo entendía, pero también podía sentirlo. Era como si un pedazo de mi alma hubiera encontrado su mitad perdida en ella. —Yo… yo también lo siento…—
Logré decir finalmente, con voz tranquila y asombrada. Respiré profundamente, temblorosamente, tratando de dejar atrás la maraña de emociones que tenía en el pecho. No sabía cómo procesarlo todo, cómo manejar esa extraña conexión que sentía con ella. Extendí la mano y te toqué el rostro con cautela, maravillándome de la suavidad de su piel. Era como si todo mi ser se sintiera atraído hacia ella, como una polilla hacia la llama. No sabía cómo procesarlo todo, cómo manejar esa extraña conexión que sentía. Con las yemas de mis dedos recorría la línea de su mandíbula, la curva de su mejilla roja por mi culpa . No podía detenerme, no pude detener la necesidad de estar más cerca de ella, de tocarla, de sentirla.
Ambos habíamos sufrido tanto; habíamos estado solos durante tanto tiempo. Cuando la miré por primera vez, mi otro yo también lo sintió. Con ninguna otra mujer sentimos esa necesidad, esa desesperación. Sé que cometí un gran error al matar a su marido, pero no me arrepentía; no sentía remordimiento esta vez. Si no lo hubiera hecho, jamás estaría en mis brazos, dándome lo que más anhelaba. Al fin, el universo finalmente se estaba alineando y nos estaba uniendo. -Ahora sí te sientes mejor...-
Verla sonreír, tan dulcemente y amable, me calentó el alma. Ya me sentía mejor; me había quitado un peso de encima. -Sí, ya me siento mejor... Gracias.-
Sus manos me jalaron hasta llevarme frente a sus labios, un afecto tan lindo que derretía mi corazón. -Entonces deberías ir ya... Dijiste un rato y ya pasó una hora.-
-Es que... No quiero ir y... no quiero separarme de ti.-
-¿Y qué tal si es algo importante de tu trabajo? Además, solo serán dos horas.-
Tenía miedo de ir y ya no volver a ser el mismo; no quería lastimarla si volvía a ser agresivo, pero tenía responsabilidades. De mala gana, tuve que ponerme de pie para vestirme. - Está bien... Voy a ir -
Ambos nos empezamos a vestir, aunque de reojo la miraba vestirse, tan hermosa a pesar de las marcas en su cuerpo por ser tan brusco y su mejilla aún roja. - Perdóname, yo no... No quise lastimarte, cariño -
Qué pésimo me sentía, porque no podía controlarme, porque dejaba que mi lado agresivo la lastimara. Tenía que ponerle un límite y me importaba un bledo qué después no se callara.