—Hablé con Aldo —informó Genaro a su hijo, luego de llamarlo hasta su oficina un par de semanas después de aquel infortunado encuentro entre Ángela y el mencionado—. Se siente muy apenado de como reaccionó con Ángela, dice que estaba ya molesto por un problema personal y terminó desquitándose con ella porque pensaba que era una simple empleada con aires de grandeza.
Carlo debió tragarse su coraje, pues no podía reaccionar impulsivamente por motivos personales. Sin embargo, lo único que sentía al escuchar a su padre excusarlo frente a él era rabia.
—Esa es una mala disculpa —dijo Carlo de pronto—, pero supongo que no obtendremos más de él. Aunque no creo que Ángela la quiera. Ella ya lo detesta.
La respuesta de su padre fue un sonido que él sabía interpretar perfectamente bien. Era su
