El inicio
Mi nombre es Alessia Miller. Tenía la vida perfecta: mis padres, mis hermanos, una familia unida y feliz. Pero todo se desmoronó de golpe… una tragedia cambió mi destino para siempre.
Hace tres años, mis padres y mi hermano mayor fallecieron en un accidente aéreo. Hasta hoy, nadie sabe con certeza qué ocurrió. Algunos dicen que el piloto se quedó dormido; otros, que fue un atentado, porque mi padre era un empresario poderoso y muy influyente.
Lo cierto es que, de un momento a otro, me quedé completamente sola… con un bebé en brazos.
Mi hermanito Max apenas tenía unos meses cuando todo sucedió. Yo era menor de edad, no tenía recursos, ni hogar, ni familia que pudiera ayudarnos. Por si fuera poco, descubrí que papá estaba en la ruina. Todo lo que creíamos tener se había esfumado.
No sé qué habría sido de nosotros si no fuera por Daniel Mackansie, el mejor amigo de mi hermano mayor. Fue él quien dio un paso al frente, quien se hizo responsable de Max… y de mí.
Daniel luchó por nuestra custodia, nos protegió cuando el mundo se nos vino abajo, y gracias a él, pude seguir con mi hermanito. A su lado, enfrenté la realidad con más fuerza. No éramos una familia… pero él hizo todo para que lo pareciera.
No me importa que Daniel me lleve siete años.
No me importa lo que diga la gente, ni lo que el mundo piense de nosotros.Me enamoré de él como una tonta… o quizá como una mujer que, por fin, encontró un refugio.
Daniel fue mi salvavidas y mi escudo.
Cuando escuché el sonido de su coche aparcando, sentí un nudo en el estómago. Dejé a Max en su cama, completamente dormido, con su carita apacible y su respiración tranquila. Me alejé despacio, sin hacer ruido, y bajé las escaleras con el corazón en la garganta.
Y allí estaba él, mi amor.
Con su cabello dorado, revuelto por el viento, y esos ojos hazel que siempre parecen contener un universo que solo yo entiendo. Es hermoso, demasiado hermoso… y aunque intenté no enamorarme, terminé cayendo sin remedio.
Daniel Mackansie.El mejor amigo de mi hermano, el hombre que me cuidó como a una hermana durante años…Hasta que todo cambió.
Hasta que me convertí en suya.
Su familia tiene raíces alemanas. Nuestros padres se conocieron en la universidad, crecimos prácticamente juntos. Su padre y el mío y mi hermano y él eran amigos.De niña lo veía como a un hermano mayor, fuerte, inalcanzable, pero cuando el mundo se derrumbó y él se quedó a mi lado… empecé a mirarlo con otros ojos.
—Buenos días, mi amor… —murmuré con una sonrisa temblorosa, acercándome a él y dándole un beso suave en los labios—. Tardaste mucho.
Pero él no respondió al beso. Ni a la sonrisa.
Estaba serio. Demasiado serio.
—Necesito hablar contigo, Alessia.
Sentí cómo el miedo me trepaba por la espalda, como un susurro helado que me heló la sangre. Intenté mantenerme firme.
—¿Qué ocurre? ¿Ya hablaste con tu padre… de nosotros?
Me miró. Con esos ojos suyos que me conocían demasiado bien y su voz salió baja, casi como si le doliera decir lo que venía.
—Alessia…
—¿Qué ocurre, Daniel? —pregunté, sintiendo que el suelo bajo mis pies comenzaba a resquebrajarse.
Él bajó la mirada por un segundo, como si le pesara el alma. Luego, la alzó y lo dijo.
Sin anestesia, sin prepararme y solo lo dijo.
—Me casaré.
El silencio me golpeó más fuerte que cualquier grito.
—¿Qué…? —musité, sin comprender del todo.
—Mis padres han arreglado el matrimonio. Con la hija de uno de sus socios. La boda será en un mes.
Sentí que el aire se me iba de los pulmones.
Que el corazón se me partía en mil pedazos.
Que el mundo entero se burlaba de mí.
—No puede ser… Daniel, no… tú me juraste que te casarías conmigo.—Mis palabras salieron entrecortadas, como si me costara hablar.
—¡Por eso me entregué a ti! ¡Por eso…!
Quise gritar, llorar, golpearlo… pero me quedé allí, temblando.Él dio un paso hacia mí, como si pudiera arreglarlo.
—Alessia, escúchame. No tiene que cambiar nada entre nosotros.
Me quedé inmóvil. Mis ojos lo buscaron, con furia, con dolor… con decepción.
—¿Nada? —reí, amarga—. Entonces… ¿quieres que sea tu amante?—¿Eso soy para ti? ¿Una chica fácil a la que puedes usar cuando te plazca mientras te casas con otra por conveniencia?
—¡No es eso! No es lo que piensas… —intentó decir.
—¡¿Ah, no?! ¡¿Entonces qué es, Daniel?! —le grité.—¿Sabes qué es lo peor? Que me siento estúpida. Me hiciste creer que esto era amor. Que lo nuestro importaba. ¡Y yo estoy…!
—Alessia… entiende… —dijo él con voz tensa, casi suplicante—. Yo te amo, de verdad… pero si me opongo, mi padre me desheredará. Me quedaría sin nada. No podría darte nada. No podría darte una vida digna.
Lo miré.Lo miré como si ya no lo reconociera.
Entonces ya no pude más.El nudo en mi garganta se rompió. Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas:
—Daniel… estoy embarazada.
Vi cómo sus ojos se abrían, cómo su cuerpo se tensaba. Fue como si le hubiera arrojado una bomba en medio del pecho.
—¿Qué…? Eso no puede ser. —dio un paso atrás—. Lo estás inventando para evitar que me case.
—¡¿Qué?! —mis lágrimas comenzaron a correr—.
—¿Tú crees que jugaría con algo así? ¿Con una vida? Puedes llevarme al médico si quieres, hacerme mil pruebas. ¡Pero estoy embarazada, Daniel! ¡Y tú eres el padre!
Él se quedó helado. Su mandíbula apretada, su mirada confundida, dolida… y después, algo peor, frialdad.
—Tienes que pensar las cosas, Alessia…
Eres muy joven. Apenas tienes dieciocho y ya estás criando a Max. Otro bebé sería una carga muy grande para ti. Quizás… lo mejor sería…
Se detuvo un momento, como si no pudiera decirlo, pero lo dijo.
—Quizás deberías abortar.
La bofetada no fue física. Pero dolió más que cualquier golpe.Dolió como un puñal al alma.
—¿Eso piensas? —mi voz tembló, quebrada—.
—¿Que mi bebé es una carga? ¿Que es un error? ¿Un problema que puede borrarse con una decisión cobarde?
—No es cobardía. Es realismo. —murmuró él—. Sería lo mejor para los dos. Tú podrías seguir tu vida, cuidar a Max… y yo…
—Y tú podrías casarte con tu princesa perfecta sin preocuparte por el “error” que dejaste en mi vientre. —lo interrumpí, con el corazón roto.
Daniel no respondió. Solo bajó la mirada, como si ya no supiera qué decir.
—Yo no voy a matar a mi hijo para que tú puedas mantener tu apellido limpio, Daniel.
Hubo un silencio eterno.
—Si no vas a ser valiente para luchar por nosotros… entonces al menos ten la decencia de no convertirme en la villana por hacerme cargo de tus actos.
—Necesito pensar.
Eso fue lo último que dijo Daniel antes de marcharse.No hubo un "lo siento".No hubo un "voy a volver".Solo eso… y el sonido de la puerta cerrándose a sus espaldas.