prólogo
París 9 años*
Estaba sentada en el jardín delantero de mi casa mirando como las hojas de mi árbol preferido caían, hacia frío, llevaba unas botas de lluvia y una campera de abrigo más grande que mi cuerpo de color amarillo, mi pelo rubio ondulado caía por mis hombros.
Mi barrio era uno de los mejores, todos los que vivían aquí eran realmente ricos.
Los niños y niñas que vivían aquí eran muy diferentes a mi, y cuando digo diferentes, es diferentes.
Mientras a las niñas les gustaban las princesas a mi me gustaba leer o pintar, mientras ellas elegían vestidos, yo me hiba por lo cómodo.
Me sentía diferente, y me aceptaba a mi misma aún así, pero a ellos lo único que parecía gustarles es que todos seamos iguales, collares de oro y ropa cara.
—Oye París, ¿tu mamá está en casa? — escuché que me hablaba una voz conocida
Mire hacia donde estaba la señora Green, era una mujer de unos cuarenta años, amiga de mi madre a pesar de ser mayor, la señora se la pasaba preguntado por ella cada vez que me veía, pero mamá nunca estaba, tampoco papá.
—Trabajando — dije negando con la cabeza
Ella sabía a que me refería cada vez que le decía, trabajando, significaba estan lejos
—Oh pequeña París, ¿estas sola?
Antes de que pudiera responder una mujer morena parecida a una modelo salio de mi casa a zancadas a buscarme.
—¡Niña terca! ¡vuelve a dentro!
Obedeci y entre corriendo, Natalia mi niñera era un mar de castigos, no me dejaba salir, comía cuando ella quería, y nunca jugaba hasta que ella sólo quería sacarme de encima, pésima niñera si, pero mis padres confiaban en ella.
Un rato después entró y me encontró sentada en el sillón, acostumbrada a la situación sabia que me esperaba, nunca me pegaba por miedo a que mis padres se enteransen, pero si me castigaba.
—Tres muchos problemas maldita niña — dijo —A tu cuarto y no salgas hasta que te lo diga, vienen visitas
No dije nada y subí, me encerre y me acosté a dormir.
***
Me desperté por unos ruidos fuera de mi cuarto, estaban tocando mi puerta con fuerza, cuando la abrí me encontré con una Natalia enojada y con un niño de mi edad a su lado.
—Deja de encerrarte, este es Sean, juega con el
Sin más Natalia se fue y nos dejo a ambos en la puerta mirándonos perdidos.
—Hola — dije tímida
—No juego con muñecas niña — respondió
—Yo tampoco
El niño me miro sin ninguna expresión, el si era un muñeco, uno muy lindo, tenía el pelo castaño y unos ojos celestes que podían dejar a cualquiera embobado.
—Bien... pasa — le invite
Cuando entro miro mi habitación de arriba a bajo,por todas las esquinas, no es que mi cuarto fuera el más bonito del mundo, pero era cómodo.
—Bonito cuarto —
—Gracias — le dije sonriendo —¿Te gustan los videojuegos? —
Volteó a mirarme
—¿Tienes videojuegos? — pregunto, asenti con la cabeza lentamente confundida —¿Y te gustan?
—Si
—Creí que eras como las demás niñas, con castillos y princesas
—No me gustan esas cosas, son aburridas
Me acerqué a mi armario y abrí unas puertas de enmedio, dentro estaba un tele con una play de último modelo que me habían regalado para mi cumpleaños.
—Elige el juego, están esas cajas — apunte a un lado de mi habitación mientras acomodaba todo para estar cómodos
—Este me gusta — dijo al cabo de unos segundo
—Jueguemos a ese entonces — sonreí igual que el
***
Así sucedieron los días que Natalia me cuidaba, traía a Sean a casa a jugar y ella se quedaba con su hermano mayor en la sala.
Había conocido un poco a Sean mientras nos quedábamos a veces hablando, le gustaban los libros y las pelis de terror, además de que vivía a casi media manzana de mi casa, lo que me alegraba porque éramos casi vecinos, lo malo es que no podía visitarlo como el a mi, nunca me dejaban salir a fuera y el lo sabía y por eso sólo venia con su hermano casi siempre.
La relación que tenía con su hermano era casi nula, apenas se dirigían la palabra y cuando lo hacían sólo decían lo que era necesario, lo cual a veces a Máx lo sacaba de quicio, Sean no era de hablar mucho, era muy reservado con algunas cosas.
Y poco a poco fui sintiendo algo... no me gustaba esa sensación, Sean era mi amigo, pero no podía negar que estaba enamorada, era una niña con un montón de sentimientos que no mostraba, que jamás se los dijo, y que se arrepintió.
***
—¡Se terminó! — al otro lado de mi puerta el hermano de Sean grito, ambos nos miramos a la vez asustados, estábamos sobre la alfombra de mi cuarto con los controles en las manos pero prestandole atención a la puerta por si se abría
—¡Tiene una explicación! — gritó Natalia —¡Deja que te lo explique! ¡Me gustas de verdad!
—¡Pues tu a mi ya no!
La puerta de la habitación se abrió de un portazo y un Máx furioso nos fulmino con la mirada, ambos lo miramos aterrados, detrás de el apareció Natalia llorando y con los brazos cruzados.
—Sean nos vamos, ya. — dijo Máx
Lo mire deseando que se quedará, que no se valla, que no me dejará sola como lo hacían mis padres, pero fue en vano, se levantó y se dirigió hacia donde estaba su hermano, antes de salir sin mirarme habló:
—Adiós París
—Adiós... Sean
Ese fuel el día en el que ambos tomamos caminos diferentes, cuando ya ni nos mirábamos, cuando mi corazón se rompió por primera vez, pero que con todas mis fuerzas me quedé con esos cristales rotos para algún día entregárselos, para que viera que siempre estuve enamorada de el.