— Lo siento, la verdad es que no lo sé, pero lo que sí puedo pedirte es que tengas mucho cuidado, pues no sabes con qué tipo de narco te estás metiendo, y con su permiso, chicas, debo seguir con mi trabajo de limpiar estas copas antes de que lleguen los clientes — dijo Christian.
Asiento con la cabeza.
— Está bien, no te preocupes, nosotras también tenemos que ir a cambiarnos, nos vemos luego — le respondo, pues Olive se ha quedado como hipnotizada viéndolo, no era capaz de decir nada más
Agarro a Olive del brazo, y decido llevármela conmigo hasta los vestidores, entramos, cierro la puerta, y me apresuro para ir a buscar mi casillero.
— Olive, debes dejar de comportarte así frente a Christian, sí, ya sé que te gusta mucho, que crees que es el hombre indicado para ti, no lo pienses tanto y mejor, anímate en querer invitarlo a salir tu si ves que él no lo ha hecho por temor a que tú le rechaces, pero si no te apresuras, alguien más va a llegar y te lo va a quitar, y luego vas a ir corriendo a buscarme y llorando por él — le digo a Olive mientras que al mismo tiempo, abro el casillero con mis llaves que las he sacado del interior del bolsillo de mi jean, y me dispongo a sacar del interior de mi mochila, mi uniforme que todas las mañanas en las que salíamos a trabajar, dejaba mi uniforme lavado para que cuando llegara la noche, pudiera usar el uniforme de repuesto que tengo para no tener que esperar a que el que haya lavado ya estuviera seco.
Luego de dejar mi uniforme en el casillero, prosigo a querer quitarme la ropa, sin embargo, antes de que pudiera continuar, antes de que pudiera quitarme el pantalón y quedar en ropa interior, nos sucede una situación extraña a Olive y a mí, Olive apenas sacaba su uniforme de su mochila, y entonces, la puerta de nuestro vestidor que se supone que estaba cerrada, ha sido abierta de par en par, casi a punto de matarnos del susto a Olive y a mí, y fue allí cuando lo vimos.
Era un hombre que medía un metro con ochenta centímetros, era alto, de cabello rubio, ojos azules, era muy atractivo físicamente, no lo podía negar, usaba un jean, una camiseta azul oscuro, encima una chaqueta de cuero, y de zapatos unos botines de estilo vaquero, de aquellos que tenían la punta de los pies bien triangulares.
De hecho, algo que me ha parecido demasiado curioso ha sido que hasta en su cintura, donde debería de haber una correa, traía consigo una brecha de una estrella que me recordaba a aquellos hombres que se vestían así en la época lejana del viejo oeste.
Olive y yo nos quedamos mirándolo atónitas, sin saber muy bien que hacer, cómo responder, pues aquel hombre estaba apuntándonos a la cara con un arma, era un arma pequeña, pero ambas sabíamos muy bien que no importaba el tamaño, lo que importaba era que esta arma nos podría quitar la vida en cuestión de segundos.
— ¿Quién es usted y qué hace aquí en los vestidores? — le pregunta Olive, armándose de valor para no querer sonar muy a la defensiva con aquel hombre, pero yo sabía que ella estaba demasiado nerviosa como para querer intentar ser comportarse de aquella manera con él, todo era por culpa de un arma.
— Lo siento linda, pero no voy a responderte esa pregunta, no tienes derecho a saber quién soy, nada más voy a decirte una cosa, conmigo nadie se mete, así que no vayas a querer pasarte de lista conmigo, si me respondes, me haces algún reproche, o cualquier otra cosa que a mí no me gusta, te juro que voy a matarte, y no me dolerá hacerlo, ¿Has entendido? — dijo aquel hombre, hablándole a Olive con voz amenazante y mirándola a los ojos con tal profundidad e ira que hasta a mí me provocó que mi piel se erizará del terror.
Olivia, nada más asiente con la cabeza, no había sido capaz de decir nada más, pues la verdad era que ella había sentido demasiado miedo como para aceptar querer volver a intentar meterse con ese sujeto.
Pero yo no tenía miedo, yo no iba a dejarme vender de sus miradas intimidantes.
— No nos amenace, no le tenemos miedo, nada más queremos que usted nos responda las preguntas que le ha hecho mi amiga, ¿Quién es usted y qué está haciendo en los vestidores? O ¿Es que le cuesta mucho hacerlo? — le he dicho a aquel hombre, yo si quise parecer ante su presencia que era una mujer amenazante, una mujer que no le temía a nada, ni mucho menos a él solo porque tuviera un arma bajo su poder.
Pero aquel hombre se ha quedado mirándome fijamente a los ojos, su mirada era intensa y con nada más querer mirarle a los ojos te has dado cuenta de la clase de persona que era este sujeto, parece que ese poder lo había entrado demasiado bien para con sus víctimas.
Él me ha sonreído, no supe como interpretar esa sonrisa, pero he tragado saliva al sentir como piel se pone de gallina de inmediato. Aquel sujeto lentamente se acerca hasta donde estoy, sin quererlo, nuestros cuerpos se han juntado como si fuéramos a besarnos, y yo rápidamente alejé un poco mi cara de la suya, lo único que hice fue inclinarla solo un poco hacia atrás, pero con haber hecho aquello, lo que provoqué fue que él me mirara a los labios, y con una de sus manos que ha soltado del agarre de su arma, ha agarrado mi mentón con delicadeza como si con ello quisiera pretender que me estaba observando.
— Mm, justo así es cómo me gusta que sean las mujeres, atrevidas, arriesgadas, que no les de miedo nada, por eso es que me gustas mucho, y quiero que seas mía, princesa, te prometo que estando a mi lado no va a faltarte nada — dijo aquel hombre, yo me quedo mirándolo a los ojos, intentando no demostrarle terror, pues mientras más terror demostrara, nos iba a ir peor, además, yo no quería que él supiera que era una mujer débil, al contrario, quería que él pensara que yo era una mujer muy fuerte y segura de sí misma.
— ¿Qué? ¿Yo? ¿Ser suya? ¿Qué acaso se ha vuelto loco usted? — le digo, mientras que a la vez comienzo a burlarme de él, como si por un momento él hubiera querido contarme un buen chiste para reír.