Varios meses atrás...
—¿Por qué sigue soltero, Señor Patel?
Aquella mujer rubia y hermosa frente a mi alzó una ceja con picardía, y su mirada intensa me hacía pensar que, en el fondo, ella deseaba que yo la empotrara contra mi escritorio y la hiciera mía sin piedad. Noté cómo pasó su coqueta lengua sobre sus labios de una manera muy sensual mientras hacía aquella pregunta, pero aquel gesto no logró hacerme sentir nada, pues se suponía que esto era una maldita entrevista profesional, no un circo mediático.
Diablos, de haber sabido que esta maldita entrevista se prestaría para hablar sobre mi vida amorosa, no hubiera accedido ni loco, pues no me apetecía figurar frente a la televisión como un millonario soltero y disponible para conquistar, ya que no era el caso, yo no quería ser conquistado, ni mucho menos enamorarme.
Intenté zafar de aquella molesta pregunta y le sonreí a la periodista frente a mí, tratando de disimular mi incomodidad frente a su cuestionamiento. Busqué la cámara con la mirada y sonreí relajado, mientras dejaba caer mis manos sobre mis rodillas.
—¿Podemos pasar a la siguiente pregunta, señorita Wang? —cuestioné de vuelta, sin responder directamente a su pregunta fuera de lugar y fingiendo mi mejor sonrisa.
—Creo que a nuestro público femenino le encantaría saber la respuesta, Señor Patel —insistió la rubia con una sonrisita que me pareció poco profesional por su parte, pero que ignoré por completo, pues no estaba dispuesto a dejarme envolver por sus estúpidos juegos.
—¿Por qué estoy soltero? —pregunté de vuelta con cierta diversión en la mirada, pues era evidente que mi vida amorosa era más interesante que mi empresa—. Supongo que no he conocido a la mujer que logre conquistar mi corazón —me encogí de hombros restándole importancia y la rubia periodista liberó una risa coqueta, para después cruzarse de piernas, intentando una vez más parecer sensual, cuestión que estaba comenzando a causarme vergüenza ajena.
—¿Entonces está abierto a la posibilidad de dejarse conquistar? —pinchó una vez más el tema y me obligué a no mandarla a la mierda, pues me recordé que todo esto estaba siendo grabado por la puta cámara frente a mí.
“Maldito Alexander de mierda”, pensé al imaginar a mi maldito primo partirse de la risa al momento de ver esta maldita entrevista, que más que saber sobre mis logros profesionales, buscaba indagar en mi vida amorosa, y yo recién estaba cayendo en cuenta.
—Yo no diría eso, señorita Wang… —negué de inmediato para dejarle claro el punto. Un sonido llamó mi atención y agradecí cuando mi secretaria asomó su pelirroja cabellera en la puerta de mi oficina anunciando con una escueta seña que alguien estaba esperando por mí—. Es momento de irme, pero para finalizar, quiero darle las gracias a usted, señorita Wang, y también a AAmedia por hacerme partícipe de esta agradable entrevista.
Me puse de pie y me acerqué a aquella periodista para despedirme con un apretón de manos y pude volver a ser yo mismo en el momento en que noté que la cámara se apagó. Dejé de fingir una sonrisa y la rubia lo notó, pues me miró con incomodidad.
—Lamento si mi última pregunta le incomodó, señor Patel —musitó la periodista con un tono de voz cauteloso y algo nervioso—. Mi jefe dijo que podíamos preguntar aquello con total confianza…
—Lamento decirle que su jefe es un puto imbécil —respondí entre dientes y ella abrió los ojos con amplitud—. Dígale a mi primo, el maldito Alexander Williams, que es un estúpido y que no pienso volver a darle una entrevista a su canal de mierda.
La periodista abrió su boca con asombro ante mis duras palabras y el camarógrafo dejó salir una pequeña risa cargada de diversión ante la escena que estaba presenciando.
—Por favor, cuando se vayan, dejan la puerta cerrada —dije con autoridad—. Gracias por venir —espeté. Luego de asentir con mi cabeza hacia todo el equipo de AAmedia, me alejé del lugar y salí fuera de mi oficina, en dirección al cubículo en donde Ruby, mi fiel secretaria, trabajaba arduamente cada día. Al acercarme a ella la noté inmersa en su tablet, leyendo algo con mucha concentración mientras tomaba algunos apuntes.
—¿Qué pasó, Ruby? —pregunté al llegar a su lado.
Aquella pelirroja alzó su cabeza hacia mí y luego sus ojos verdes me dieron una mirada nerviosa, lo cual solo podía significar una sola cosa.
—Jefe, es su… —comenzó a decir Ruby, pero pronto una voz femenina que yo conocía a la perfección la interrumpió.
—¡Ya te dije que no pienso dar mi brazo a torcer! —aquel grito me hizo arrugar las cejas y me volteé para ver a mi querida prima, Amalia Williams, a escasos metros, mientras hablaba por celular y arrugaba las cejas con su típica actitud de abogada inquebrantable—. Ese maldito cerdo debe ir a la cárcel, y yo lo lograré, ya te dije.
Amalia finalizó la llamada y luego caminó hasta detenerse frente a mí con una sonrisa torcida. La abracé a modo de saludo y ella me correspondió el gesto, pues a pesar de tener temperamentos muy dominantes, ambos habíamos sido criados como hermanos, y nos amábamos con locura.
—Hola, Amalia —murmuré al tomar distancia de ella.
—Primito —musitó ella con una sonrisa y luego enganchó su brazo al mío—. Te tengo una buena noticia, por eso he venido.
Alcé una ceja hacia mi prima y luego volteé a ver a Ruby, quien me miraba expectante ante mis instrucciones.
—Ruby, si Alexander quiere comunicarse conmigo, le dices lo siguiente… —hablé con firmeza y ella tomó rápidamente un bloc de notas junto a un lápiz, para registrar mis palabras—: Vete a la mierda, hijo de…
—¡Ey, con mi santa madre no te metas! —interrumpió Amalia haciéndome reír. Negué con la cabeza y luego bufé al mirar la cara de espanto de mí eficiente secretaria.
—Solo dile que estoy molesto por aquella trampa que me puso, y que necesito que eliminen la última pregunta de la entrevista, de lo contrario, me niego a que ese material salga al aire —aclaré a la pelirroja, quien asintió con la cabeza en respuesta y anotó todo en su bloc—. Y tú tienes razón, Amalia, pues tía Ivy no tiene la culpa de que Alexander sea un imbécil.
Mi prima liberó una pequeña risita y luego ambos caminamos hacia mi oficina, la cual por suerte, ya se encontraba vacía. Suspire con agobio y me dejé caer sobre mi gran silla tras el escritorio, mientras mi prima observaba todo con rigurosidad.
—¿Qué te hizo mi hermanito menor? —preguntó la castaña frente a mí.
—Mandó a aquella periodista a preguntar por qué yo seguía soltero —comenté mientras aflojaba el amarre en mi corbata—. ¡Y según él, sólo necesitaba una entrevista de carácter profesional!
Amalia reprimió una sonrisa y luego solo se sentó frente a mí mientras negaba con la cabeza con resignación, pues en el fondo, ambos sabíamos cómo era Alexander, y que al ser el dueño de aquel canal televisivo, siempre estaba en busca de polémicas para obtener más fama.
—En cualquier caso, creo que deberías seguir en busca del amor, primito —susurró Amalia con una mirada traviesa para después tomar un papel desde el interior de su bolsa y extendermelo—. Por suerte, me tienes a mí.
Observé aquella hoja y arrugué las cejas con confusión al leer un nombre femenino junto a una dirección. Negué de inmediato al saber de qué trataba todo esto, pues Amalia tenía la mala costumbre de hacerme citas a ciegas con mujeres, esperando que llegue el día en que yo caiga rendido por alguna de ellas.
—No, no iré —espeté con seriedad. Ella rodó sus intensos ojos azules, los mismos que teníamos todos los Patel, y después se cruzó de brazos a la defensiva—. ¡No puedes seguir consiguiendo citas para mí, Amalia!
—Todos queremos que seas feliz, Athom —murmuró—. Además, esta chica no es cualquier mujer que encontré en Tinder…
—Dime que ya borraste esa maldita cuenta de Tinder que hiciste para mí —supliqué cerrando los ojos e intentando respirar para no mandar a la mierda a Amalia.
—¡Sí, ya la borré! —chilló con fastidio y luego tomó una de mis manos entre la suya—. Como te decía, esta chica, Madison, es una prima lejana de Max —aclaró, como si eso cambiara todo, cuando no era así. Bufé con fastidio y luego solo asentí hacia ella.
—¿Crees que por ser prima de tu marido debo ir y cogérmela?
—¡Athom! —chilló espantada, haciéndome reír en respuesta.
—¡Vale, iré! —accedí y una sonrisa se formó en sus labios—, pero será la última vez que harás esto por mí —alcé una ceja hacia ella y Amalia solo asintió en respuesta—. Ahora, mejor cuéntame cómo está mi lindo ahijado.
—Ya sabes que Ángel es un niño genial —me guiñó un ojo y luego buscó su celular para mostrarme una fotografía de aquel adorable bebé que había conseguido robarme el corazón—. En preescolar es todo un rompecorazones, tal cual como su tío Alexander.
Tomé el celular de Amalia y me reí a carcajadas mientras observaba aquella fotografía en la que aparecía Ángel, mi ahijado, en medio de dos niñas pequeñas que besaban su mejilla.
—Definitivamente este fin de semana iré a verlo —dije devolviendo el celular a mi prima y ella me guiñó un ojo.
—¡No se diga más! —se puso de pie y me miró con emoción—. Llamaré a mis padres y a los tuyos, así este fin de semana organizamos un almuerzo familiar, como en los viejos tiempos.
—Me apunto —asentí en respuesta y Amalia chilló emocionada, pues ambos amábamos a nuestra familia y estar todos reunidos era de lo más divertido, pues nuestros padres desde siempre habían sido muy unidos y compartían muchas anécdotas de años anteriores que siempre nos provocaban reír hasta no dar más.
(...)
—¡No puedo creer que le dijiste eso a la periodista Wang! —dijo Alexander al otro lado de la línea mientras yo giré los ojos con fastidio, pues seguro Ruby ya le había comentado que yo estaba molesto por la mierda que me hizo pasar en aquella entrevista para su canal.
—¿Qué esperabas, Alexander? —cuestioné arrugando las cejas—. Es poco profesional que quieras indagar en mi vida amorosa sin antes advertirme, mucho menos si se trataba de una entrevista grabada para la televisión.
—Está bien, lo reconozco —musitó él con cautela—. Lo siento, primo, no volverá a ocurrir algo así —se excusó y yo sonreí con malicia.
—Eso es evidente que no volverá a ocurrir, pues no volveré a dejarme entrevistar para tu canal de mierda.
—¡Eres un maldito, Athom Patel! —chilló ofendido—. Estuve a nada de conseguir una cita para ti, pero ahora ya no haré nada al respecto.
—¿Qué diablos tienen tú y tu hermana con conseguir citas para mí? —pregunté molesto—. Estoy bien siendo soltero, por si no lo habían notado.
—Señor Patel, hemos llegado —murmuró mi chofer personal mientras se estacionaba fuera de un elegante restaurante de la zona. Miré hacia afuera y el edificio era muy imponente, sin duda Amalia se había lucido esta vez.
—Debo irme, Alexander, me están esperando —dije a mi primo.
—Vale, espero que no seas un rencoroso con tu primo favorito —espetó con diversión.
—Por desgracia, eres el único maldito primo que tengo, Alex —musité con una sonrisa, pues aunque él fuera un maldito loco, lo amaba como si fuera mi hermano, al igual que sucedía con Amalia.
—Me cuentas cómo te va en la cita de hoy, pues ya Amelia me dijo que te verías con una chica linda —dijo divertido y yo bufé.
—Adiós, Alex.
Finalicé la llamada y le agradecí a mi chofer por traerme, para después bajarme de mi limusina, no sin antes pedirle a aquel hombre mayor que me espere en el estacionamiento, por si necesitaba huir de aquel sitio.
Miré aquel restaurante con una ceja alzada, pues se veía bastante interesante por fuera, donde incluso se podía apreciar una linda cascada en la pared de la entrada. Al entrar, quedé aún más impresionado por lo lujoso del lugar, y una amable chica me llevó hasta la mesa que estaba registrada bajo mi nombre y en donde me encontré con una mujer sentada en el lugar.
—Hola, soy Madison —musitó aquella castaña con las mejillas sonrojadas al verme de pie frente a ella.
Está bien, yo era considerado un hombre atractivo para el género femenino, y lo sabía, pero no esperaba que antes de que le dirija la palabra a aquella mujer, ella se pusiera de ese modo, pues tampoco quería incomodarla, por lo que me senté frente a ella y le sonreí con amabilidad, para después extenderle mi mano y estrecharla con cortesía.
—Soy Athom Patel —dije sin ánimos de coquetear—. Es un gusto.
La castaña frente a mí solo asintió con los labios apretados y yo me limité a suspirar, pues había tenido un largo día en la empresa, y estar aquí era un mero compromiso impuesto por mi querida prima.
—Amalia me habló mucho de ti —dijo Madison luego de un momento en silencio.
—Espero que te haya dicho solo verdades —respondí con una pizca de diversión, provocando en la mujer frente a mí una sonrisa sincera.
—Dijo que eras un amargado y que ojalá pudiera contagiarte con algo de mi felicidad —se encogió de hombros y chasqueó la lengua haciéndome reír, pues en definitiva eso es algo que Amelia diría de mí.
—Yo diría que eso no es cierto —negué de inmediato y luego me dije a mí mismo que podía hacer esto.
Madison me pareció una chica linda, simpática y con la cual podría pasar un momento agradable fuera de mi rutina en la oficina, por lo que poco a poco comencé a soltarme de aquellas ataduras que significaban ser el nuevo dueño de Intelligent, para mostrarme frente a ella solo como Athom Patel, un hombre soltero de 31 años que cuando quería conseguía ser muy carismático y agradable.
Aquella castaña y yo compartimos una agradable velada juntos, disfrutando de la deliciosa comida que nos sirvieron, pero sin duda, lo mejor fue el postre, el cual consistió en que Madison y yo acabamos por tener relaciones sexuale.s en el baño de aquel sofisticado restaurante.