Despierto sola en la enorme cama en la que desperté el día de antier, no me sorprende no es la primera vez que amanezco así. Me levanto y bajo a la cocina donde el olor a huevo y tocino llega a mis fosas nasales. —Buenos días. —Buen día, señora—tuerso los labios. No me gusta que me digan señora, me hacen sentir vieja y nunca me ha gustado que me digan así. —No me digas señor... Sólo dime Elena—la mujer sonríe de manera dulce antes de servir el desayuno—. Gracias... ¿Y Christopher? —Salió a desayunar con el joven Rafaél... Todos los viernes lo hace. Asiento. La mujer plática conmigo un rato, su nombre es Martha y siempre ha trabajado para Christopher. Tiene un hijo de la misma edad que Christopher, pero él se llama Fernando y es médico en el hospital general de la ciudad. Después de

