—Ana, ¿Podemos hablar?—mi hermana gira su vista y asiente.
Dios, esto es más difícil de lo que imaginé que sería, pero tengo que hacerlo.
—Bien. Dime.
—Me... Voy a regresar a casa.
Sus labios se entre abren y luego niega de manera repetida.
—Elena... Se supone que te traje para...
—Ana, no tengo interés en conocer a nadie—es la verdad, no me interesa conocer a nadie, no hace ni un año que me divorcié y Ana ya está pensando en que encuentre a alguien para coger o que sé yo—. Estoy feliz...
—¿Feliz?—no me agrada su tono—. Te la pasas alcoholizadote todos los fines de semana... Elena, cuando te invitamos a algún lugar no vas por miedo a conocer... Cansa, de verdad que cansa.
—Es mi vida, Ana. No la tuya, sí tú quieres seguir malgastando tu vida en coger con desconocidos que sentar cabeza es tu problema no el mío.
Hace una mueca que parece que le dolió mi comentario, no dice nada antes de alejarse de mí unos dos pasos grandes.
—Bien. Cada quien desperdicia su vida como le parece, lárgate si quieres, ya tengo porque detenerme con alguien que no quiere salir de su miseria.
—Nunca te pedí ayuda.
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Cuando tengo mi maleta lista escucho que tocan mi puerta, sí es Ana la mandaré al diablo. Al abrirla veo a Karina con una sonrisa leve.
—¿Qué necesitas, Kari?—suspira antes de hablar.
—¿Puedes quedarte un día más?—niego viendo mi maleta ya cerrada—. Por favor... Sé que lo que te dijo estuvo mal...
—Karina... No tengo intención de...
—Sólo un día.
Contra Karina no puedo, así que acepto que darme un día más. Después de todo hoy en la mañana hice lo que Ana quería y tristemente no recuerdo nada así que más vale quedarme con Ana un día más antes de que mi madre nos diga algo por qué me regresé a casa antes de lo que Ana lo hizo.
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Tomar el sol es una de mis actividades menos favoritas pero es la que más le gusta a Ana... Me pidió perdón anoche mientras cenamos y no pude decirle que no.
Qué ganas de asar su piel. Pero mientras ella asa su piel para ligar, yo disfruto de un día de sol leyendo un libro y tomando un poco de refresco.
Ana no se dio cuenta de que llegue a las diez de la mañana el día de ayer, lo agradezco aunque por los pocos hematomas que se me notan aún con maquillaje le da una idea de a donde fui y que hice.
Pasó la página viendo como mi hermana coquetea con un chico de cabello rubio y piel pálida, pobre chico, caerá en los brazos de la rubia que sólo lo usará una noche, niego antes de regresar a mi lectura. Un hombre de unos cuarenta se pone frente a mí con una pequeña sonrisa.
—Buenas tardes, señorita—me dice el señor—. Vengo de parte del joven Christopher, necesita hablar con usted.
—Lo siento...—tengo dos opciones... Fingir que no lo conozco o ir con él... Respuesta obvia—. No, no conozco ningún Christopher.
—Señorita... ¿Recuerda al joven con el qué amaneció el día de ayer?—al ver qué no le respondo lo toma como respuesta y en pocas palabras un sí es la respuesta.
No le doy más vueltas y decido seguir al hombre que mandaron por mí, eso me saco por meterme con desconocidos.
Lo sigo pero no interrumpo el ligue de mi hermana para avisarle que daré una vuelta. Un coche n***o está en la salida del hotel, que es el que me transportará con ese Dios griego, del cual solo recuerdo pequeños fragmentos con él. Me subo al coche con la persona que entro por mí como chófer. Y mi cabeza se regresa a la noche en la que me permití salir.
Con cuidado levanta mis piernas para entregarlas en su cadera. Baja a mi cuello y juro que moriré, besa tan rico, sabe que hacer aunque no obtenga respuesta.
—Llévame a la cama—susurro demostrando mi excitación.
—Al cielo te voy a llevar—me muerdo el labio cuando me despega de la pared.
Mis labios se unen a los de él como imán, sus pies nos llevan escaleras arriba en lo que mis manos se encargan de arruinarle el bonito peinado que llevaba hasta la fecha. Entramos en una habitación enorme, sólo lo que alcanzo a ver, antes de caer en la cama.
—Llegamos, señorita—me avisa el señor con el que vengo.
El edificio es enorme con puertas doradas al frente... ¡No son las puertas del cielo! Camino detrás del hombre y me siento extraña al estar aquí de nuevo y más cuando estoy sobria y no ebria como ayer en la noche. Dios que no haya hecho nada estúpido porque me pinto sola para eso.
La recepcionista no le dice nada al hombre cuando esté me guía al elevador privado, demonios ¿qué hice?
Presiona el único botón que hay en el ascensor y este sube al contacto del dedo ya que es un sensor de huellas, lo que me faltaba. Tal vez rompí algo en el interior del hotel o dañe una puerta... Con lo ebria que estaba es una posibilidad. Las puertas se abren en una recepción de color beige con champaña en las cortinas y color hueso en los sillones, hay un televisor enorme donde ver una película parece agradable y más por el equipo de sonido que tiene. Me guía a una puerta de madera clara con toques rústicos, me preguntó con quien diablos me acosté ayer.
Un Dios griego.
El hombre toca la puerta y un "pase" se escucha del otro lado, abre la puerta y ahí está el Dios Griego que bien podría ser Hades por la forma en que viste. Su saco es n***o totalmente al igual que la camisa que lleva abajo, sus ojos me miran fijamente, grises como los recuerdo, su hermosa ceja se alza al ver que me quedo en la puerta parada como una idiota, bueno, no todos los días la persona con la que te acostaste te vuelve a buscar. Y menos mandar por ti. No había visto a la otra persona que está frente a él en una de las sillas que hay, tiene el cabello castaño claro y al girarse veo unos ojos color oliva.
—Puedes retirarte Ramón—habla el Dios griego. Le diré Hades.
El hombre se retira más no la persona que está frente a él, me hace un gesto para que me acerque y tome asiento junto al castaño. Mis piernas flaquean pero lo hago, tomo asiento frente a él y mi cuerpo parece querer estar en otro lugar que no es en la silla, va toda yo quiero estar en sus piernas...
—Elena Martínez Solís—¿Le dije mi nombre completo? Bueno de tan borracha no recuerdo—. ¿Sabes que es esto?—señala un anillo en su dedo anular.
Mierda, está casado.
Suertuda la que te disfruta todas las... Mierda me acosté con alguien casado por eso se quiso poner un condón cuando estaba conmigo... Soy una... Pero no le vi el anillo cuando empezamos a platicar en el antro.
—Un anillo de matrimonio—¿Cómo consigo hablar sin que mi voz se rompa? Sólo Dios sabe—. Prometo que no diré nada de lo que pasó... Es más, en unas horas regreso a mi hogar en Guadalajara así que no le...—mentirosa.
—Elena, ¿Puedes ver tu dedo anular?—no me deja terminar cuando habla.
¿Para qué quiere que lo haga? Dios soy una... Con cuidado levanto mi mano y ahí está lo que quería que viera.
Casada.
¿En qué maldito lío me metí? Dioses o Dios que alguien me ayude a salir de esto, no puedo irme si esto está en mi dedo y peor, algo me ata a Hades.
—Estoy dispuesta a firmar el divorcio—suelta mi boca antes de que piense mis opciones.
—No, así no funciona esto—mi mirada pasa a ponerse sobre él—. En mi estado de ebriedad publique que me había casado.
—Pero... Pero... No es mi culpa—ladea la cabeza como un niño.
—Elena, es nuestra por tomar esta decisión en ese estado—la persona que está a mi lado me pasa una carpeta.
—Léela.
Leo el acta de matrimonio que firme en estado de ebriedad por idiota, mi firma está en ella al igual que la que supongo es la suya.
Le pasó la carpeta a la persona que está a mi lado y me niego a creer que me casé. Pero eso es lo que pasó.
—Te proponemos algo—habla el castaño que no ha hablado desde que llegué—. Su matrimonio durará seis meses, al separarse dirán que esto no funcionó como creyeron que lo haría y fin de la historia.
Mi cabeza procesa información que le fue dada y esta se reusa a... Son seis meses con el Dios Griego... Aveces mi conciencia es una maldita bruja.
—De acuerdo... Pero quiero ir por algunas de mis cosas a mi casa en Guadalajara.
—Ramón irá por ellas—admito que me gusta esa idea... Pero no, mi casa es mi casa. Mi compañero de escamas no le gustan los extraños.
Cómo su fuera a morderlos.
Intercambio palabras con ellos un rato más hasta que quedan claras las cosas.
Soy su esposa por seis meses y después cada quien por su lado.
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Mi hermana me hizo una de esas escenas que me daría miedo tenerla frente a mí, se lo resumí en tres palabras, bueno en cinco, "no te enojes pero me casé", me gritó, me insultó de una manera sutil viniendo de ella pero al final me dijo que era mi problema y que tuviera suerte tal vez así sí me quieran, si supiera como lo hice me mata. Traen mi maleta y la suben a una habitación de las que la casa tiene, no veo a cual lo hacen hasta que es hora de irme a dormir. Ya he estado en esta habitación.
—Mmm... ¿Por qué tengo que dormir aquí?—me doy la vuelta para verlo.
—Elena, eres mi esposa quiera o no—me dice en tono relajado—. Y mientras lo seas dormirás en mi habitación.
Asiento, al darme la vuelta escucho un suspiro de su parte, no es el único que lo quisiera dar.
Entro en el baño y me enjuagó todo el cuerpo mientras el agua moja mi cabello, escucho la puerta abrirse y cerrarse creo que es la de adentro del baño pero después de no escuchar nada me doy cuánta que fue la del cuarto.
Tomo mi maleta y busco la ropa interior con la que voy a dormir además de mi pijama.
Cuando me acuesto la puerta se abre de nuevo y sin ningún problema o contratiempo se acuesta a mi lado sin tocarme un solo cabello.
—Buenas noches.
No obtengo una respuesta de su parte o alguna otra palabra. Suspiro y muchas cosas se pueden hacer para mejorar esto... Si vamos a estar casados por seis meses creo que al menos debo de intentar llevarme bien con él o mantener algún tipo de relación. Y ya sé cómo empezar una.