CHRISTOPHER
Me despierto como a mediodía o eso parece, pero con una resaca que me tal vez me va destrozar todo el cuerpo, Dios, no me había embriagado tanto desde que me gradué de la universidad, y esa vez fue por culpa de Bastián y de Jason, el par de idiotas pensó que sería divertido probar todos los bares que estaban alrededor de la universidad en una noche... tres de nosotros terminaron con una resaca de mil infiernos y los otros dos despertaron en la cárcel por manejar en estado de ebriedad.
Noto que mi cuerpo está desnudo en su totalidad, lo que significa que además de embriagarme tuve sexo con alguien anoche, y por lo que parece lo disfrute tanto que dormí desnudo, cuando no hago eso nunca, a menos que la noche haya estado intensa o de verdad disfrute tener a mi compañera entre mis sábanas.
Estiró el brazo a un costado de la cama y me sorprende que esté vacío, eso es lo que me llama la atención, ya que cuando me acuesto con alguien normalmente amanece en la cama (menos cuando yo soy el que amanece en cama ajena), y más sí fue por una maldita borrachera. Me levanto con cuidado de no alterar mi cabeza con los mareos que trae como consecuencia el beber como lo hice ayer, veo la ropa tirada en diferentes direcciones, pero todas alrededor de la cama... Menos... ¿Dónde mierda están mis zapatos? Ignoró eso al ver qué no hay ropa femenina en el suelo. Me levanto y voy al baño para ver si está ahí.
Abro la puerta para no hayar a nadie, sólo la muestra de que alguien se baño y volvió a doblar la toalla que utilizó para secarse, ladeó los labios antes de meterme completamente al baño. Hago mis necesidades básicas antes de arrimarme al espejo y ver las marcas que tengo en el cuerpo.
Tengo varias marcas de mordidas por el abdomen, y marcas de uñas en parte del pecho, en los hombros y en la espalda, además de otras marcas. Mi cuello tiene un par de mordidas y una que otra cosa que parece ser labial. Vaya que estuvo fuerte mi noche.
Sí así estoy yo... ¿Cómo la dejé a ella?
Tal vez este desayunando, con ese pensamiento me meto en la regadera para ver sí así se me baja la resaca, el agua está en un balance perfecto entre tibia y fría, eso debió ser obra de mi amante... Siempre la dejo en helada. Cuando terminó de bañarme tomo mi bata y salgo para tomar algo de ropa, me ardió la espalda cuando el agua tocó lo que las uñas de mi compañera hicieron en mi cuerpo.
Bajo las escaleras para ver a Martha recogiendo los documentos que se cayeron ayer que regrese del trabajo. Mejor dicho que aventé antes de hablarle a Rafa para irnos a beber algo que el trabajo me consumía por casi dos meses... Necesitaba salir y... No tener resaca.
—Buenos días, mi niño—me saluda como es de costumbre.
Le sonrió, pero... Mi compañera de anoche es lo primero que se me viene a la cabeza.
—¿Haz visto a la chica que estaba conmigo?—le pregunto.
—Se fue hace casi cuatro horas—mierda—¿Quieres qué te prepare algo para la resaca que tienes?
—Por favor.
Vamos a la cocina con mi dolor de cabeza presente así que cualquier ruido lo altera, parece más una migraña que una resaca. Martha amablemente me prepara esa cosa que me da cuando me embriagó que es muy raro, no soy de tomar grandes cantidades de alcohol, soy de un vaso al día o ninguno... Es raro cuando Martha me tiene que dar un remedio asqueroso para bajar esta cosa. Me avisa que va a prender la licuadora, así que tapo mis oídos para aminorar el ruido pero de todas maneras es estresante e irritante. Martha sirve el líquido en un vaso y me lo da con ese cariño que ella tiene, no le tomo sabor antes de tragarlo, nunca le he preguntado que es... Y no quiero saber. Rafaél entra con una sonrisa enorme lo que me dice mucho a grandes rasgos.
—Déjame adivinar... ¿Rubia y de grandes atributos delanteros?—Martha no dice nada, pero su gesto dice que sabe a qué me refiero.
—Correcto—tomo el café que me dio Martha y el sabor amargo hace justicia a lo que sea que tiene esa bebida—. Lástima que no llegue antes de que te pusieras hasta las chanclas, hubiera sido divertido ver cómo te ibas transformando—odio que se burle cuando me embriagó— Aunque anoche te sobrepasaste un buen... No había visto a nadie tomarse dos botellas de tequila en menos de cinco minutos...
—Cállate, ¿quieres?—gruño... Un momento sí él estuvo anoche... Tal vez se acuerde más de la mujer con la que amanecí hoy—¿Sabes quién era mi pareja de anoche?—pregunto. Le tomo al café antes de escuchar una respuesta.
—A la perfección... borracho eres todo un poeta, amigo mío—no le entiendo—. Por tu cara deduzco que no te acuerdas de nada—niego y suelta una carcajada que suena en toda la cocina, llamando la atención de Martha—. Le dijiste que ella era una... ¿Musa? Bueno el caso es que le dijiste varias cosas muy bonitas y románticas que como mortal sobrio dudo que le dijeras a una mujer...—parece que se acuerda de algo, me mira y luego aldea los labios—Ve tu mano izquierda, por favor.
Se me hace extraño.
—¿Para qué quieres ver mis manos?
—Sólo hazlo.
Levanto mi mano como él lo pidió y de la nada veo un anillo que no estaba ahí el día de ayer, al revisarlo es un anillo de...
—¿Qué demonios pasó anoche?—me quito el anillo y lo reviso.
Maldición. Es mío, tiene mi inicial con un E, maldición. Recuerdo que Ramón fue conmigo, con los nervios a flor de piel saco mi teléfono, busco en llamadas recientes y ahí está su número, la última que le hice fue a las cuatro y media de la mañana.
El teléfono suena dos veces hasta que me contesta.
—Ramón, necesito que vengas—cuelgo.
¿Qué demonios hice anoche?
El anillo es de los que yo puedo comprar y por las figuras que tiene sin duda yo lo escogí, maldición, ¿Cómo mierda permitió que me casará? Es un mal amigo e hijo de puta. Vaya mierda.
Después de casi darme un infarto esperando a Ramón, él llega con una carpeta en su mano y me la da. Parece temeroso, pero lo paso a segundo plano cuando creo saber que hay en la carpeta.
—Le recomiendo que la revise—me dice Ramón con temor a que lo despida por dejarme hacer esto.
Pero no lo haré, sé que soy malnacido, hijo de perra, pero no lo voy a despedir por algo que yo hice. Esto es culpa del mal amigo que tengo, no de Ramón.
Abro la carpeta y es un acta de matrimonio, está firmada por mí, por la que seguro es mi esposa, además de dos testigos y una firma la conozco a la perfección, pues aparece en mis documentos legales aquí en México.
—¿Por qué demonios dejaste que me casará?—le grito para recibir un regaño de Martha.
—Tú lo querías y dijiste que si no lo firmaba me ibas a despedir—se queja.
—Bueno fuera despedirte en este momento—gruño—. Ramón tenemos que buscarla y resolver esto antes de que se entre medio mundo.
—Muy tarde—no le entiendo hasta que busca algo en su teléfono, le da la vuelta para que vea una publicación mía en todas mis r************* .
#Me casé, con la mujer de mi vida y con la que quiero compartir toda mi vida...
Mierda.
Esto va muy mal, de mal en peor.
—Tendrás que durar casado mínimo seis meses—dice Rafaél, pero yo estoy viendo el papel que tengo en las manos.
—No pienso...
—Te callas... Soy tu abogado y los trámites para deshacer lo que hiciste me tomaran algo de tiempo—mierda—. Así que más te vale llevarte bien con la que es tu esposa. Ramón, investigala y también en que hotel se hospeda.
—Sí, señor Rafaél.
Niego pensando en qué mierda me dejaron hacer anoche, pero es mi culpa por el festival... Eso me saco por hacer esta semana tipo las Vegas. Vaya mierda.
Me tallo la cara unas diez veces, de la sorpresa se me bajo la cruda de golpe.
Rafaél hace que nos trasladamos a mi despacho para poder seguir con el informe del mes antes de que Ramón vuelva con lo que le pedimos. Me recuesto en mi silla, tratando de recordar lo que pasó anoche y solo aparecen pequeños fragmentos.
Tomo sus hombros antes de girarla para después tumbarla sobre la cama... Beso su cuello con deseo y ganas de guardar su aroma en mi cabeza, sus labios sueltan jadeos y leves gemidos que me vuelven loco.
—Estás duro—y lo siento, puedo explotar en cualquier momento.
—Pero todavía no cariño—me tomo mi tiempo para quitarle el vestido y para dejarla desnuda, pero con eso mi excitación va creciendo—. Te haré el amor toda la noche.
—Christopher...
—Di mi nombre cuando te esté arrancando un orgasmo no antes.
—¿Me estás escuchando?—me pregunta Rafaél, trayéndome de regreso a la realidad.
Asiento pero pregunta de qué habló Ramón y es donde niega y le pide a Ramón que vuelva a narrar lo que investigó de mi esposa. Aunque mis pensamientos se regresan a la noche que tuve anoche, a los gemidos que escuche en toda la madrugada, los besos que mi compañera me daba mientras yo gemía.
Pero los que me daba en el cuello eran mi punto débil, y ella lo sabía. Mierda.
—Su nombre es Elena Martínez Solís—empieza de nuevo Ramón por tercera vez—. Tiene veinticinco años, estudió en la Universidad Tecnológica de Nayarit en la carrera de mercadotecnia—soy un hijo de perra, ¿Por qué mierda no me pude controlar anoche?—. Tiene dos hermanas, sus padres son abogados...
—Gracias Ramón—me pongo de pie—¿En qué hotel está?
—En el Blue Moon.
—Ve por ella por favor. Voy a arreglar esto con ella.
No me acuerdo de gran cosa que tiene que ver con si físico... Pero sí sé que es bajita, y que oírla gemir me encantó... Pero no puedo dejar que esto se repita. Aunque no sé si podré aguantar seis meses sin sexo.