Eliza Mi cuerpo se tensó al instante al verla acercarse. La prometida de Jonathan. Cada paso suyo resonaba como un eco en mi mente, cada movimiento suyo tenía una elegancia casi ensayada, una seguridad que yo no podía evitar envidiar. La mirada de Jonathan seguía fija en mí, como si buscara una manera de detener el caos que estaba por desatarse, pero ya era demasiado tarde. Ella llegó a su lado con una sonrisa impecable, dulce y, sin embargo, llena de una intención que me atravesó como una daga. ―Hola, mi amor― murmuró, con una dulzura que me hizo apretar los puños sin darme cuenta―. ¿Me has extrañado? Jonathan no respondió de inmediato. Su mandíbula se tensó, y sus ojos, aunque aún clavados en los míos, mostraban un destello de desconcierto y frustración. ― ¿Qué haces aquí? ― pregu

