Capítulo 1

1210 Words
—Todo es cuestión de tiempo— susurré frente al espejo del baño. Después sonreí para mi y me giré. Salí apresurado del baño y fui a la cocina, en la que mi madre ya se encontraba preparando el desayuno. —Necesito que seas más responsable, Dan— dijo ella en su momento de sermón. Yo tomé el plato en el que estaba servido mi desayuno y lo comí como loco. —Gracias, está delicioso— dije con la boca llena. —¿Qué voy a hacer contigo?— preguntó mi madre, mirando como comía. —Creo que críe a un pequeño cerdito bebé— rió a lo bajo. Eso me causó risa también, así que escupí la comida que tenía en la boca cuando comencé a reír —Mamá— me quejé y la miré. —Comes muy rápido, tu metabolismo no procesará bien tu alimento— me miró directo a los ojos. —Lo siento, es solo que voy tarde al trabajo. —Mi hijo, siempre es la misma situación contigo— ella dio otro bocado a su comida. —Bueno— di el último bocado a mi comida —Debo irme— me puse de pie y fui a darle un beso a mi mamá —Te veré más tarde— me despedí, fui a tomar mis cosas y caminé hasta la puerta. —Ve con cuidado, te veré en la noche— dijo desde la mesa. Salí de la casa y corrí a toda velocidad en dirección a la parada de autobuses. Debía darme prisa porque sino perdería el autobús y tendría que ir a pie al trabajo. Por suerte corrí rápidamente y llegué a tiempo. Subí al autobús y tomé mi asiento, después solo saqué mi celular y comencé a revisar mis r************* . Mis seguidores habían subido desde que Mike había aparecido en mi ultimo live y esa era una buena noticia para mi. Aparte de amar trabajar en la guardería, mi segunda pasión era jugar videojuegos, así que me cree una cuenta para transmitir todas mis partidas y victorias. Una vez llegue a la guardería fui a mi puesto de trabajo y los niños me recibieron con alegría. Utilizando mis pronombres masculinos. Comencé a dar algunos dibujos a los pequeños para que los colorearan, pero la supervisora interrumpió mi trabajo —Señorita Lila— me llamó. Yo la miré molesto, no acababa de entender que yo era un chico. —¿Sucede algo?— preguntó amable. —Acompáñeme, por favor— se giró y salió. —En seguida vuelvo, niños— mire a los pequeños y salí detrás de la mujer. —¿Que necesita?— pregunte. —Los padres de familia me han presentado una queja para usted, señorita— me miró molesta —Confunde a los pequeños viniendo aquí vestida así y con esa apariencia— me examinó de pies a punta. —No entiendo. Le recuerdo que no soy ninguna señorita, soy un chico y mi nombre es Dan— la molestia se reflejó en mi rostro. —Por Dios— ella alzó ambas manos —Naciste como mujer y eso no podrás cambiarlo nunca— al escuchar eso, mi corazón comenzó a quebrarse, me hizo recordar a los malos amigos que tenía. —No lo entiende— susurré. —Ellos dejaron muy en claro que no te quieren cerca de sus hijos. Solo los llenas de malas ideas— dijo y yo me quebraba por cada palabra que salía de su boca, aunque no iba a demostrarlo —Me fue muy difícil tomar esta decisión ya que eres una muy buena cuidadora, pero debo informarte que estás despedida— eso fue lo que derramó el vaso que se estaba llenando en mi interior —Tomé sus cosas y vallase, se le depositara el pago de esta quincena, por eso no debe preocuparse. Sin decir nada más, se giró y tomó rumbo de vuelta a su oficina. Yo solo permanecí estático en mi lugar, eso me había llegado como balde de agua helada. Eso consumía parte de mi. Había trabajado mucho para poder conseguir este empleo y ahora, la ignorancia de un pequeño grupo de personas me habían dejado fuera del lugar que se había convertido en mi zona de confort. En serio que esos pequeñitos me reconfortaban, me alentaban a seguir mis sueños, a luchar por lo que era. Las lágrimas comenzaron a formarse y a acumularse. Debía ser fuerte, este no era el fin del mundo, cuando se cierran unas puertas, otras se abren, eso es lo que mi madre siempre me decía. Me giré para poder entrar al aula de nuevo. —Bueno niños— hable y obtuve su atención —Tengo que salir por algunos problemas, pero no se preocupen, alguien más vendrá a cuidar de ustedes— di una sonrisa y después de tomar las cosas más importantes para mi, salí apresurado, no quería llorar frente a tu ellos, ellos no debían saber que no había sido bien recibido por sus padres como un chico, como lo que era realmente. Fui directo a casa, mi madre no se encontraba ahí, ya que había ido al trabajo, eso estaba mucho mejor, ya que quería estar solo. Al llegar a casa fui directo a mi habitación, ahí fui al baño y me saqué la ropa para poder mirarme al espejo. Mi cuerpo era el de una mujer, ella tenía razón y por esa misma razón, la disforia comenzó a aparecer. Odiaba mi cuerpo, odiaba los voluminosos pechos que tenía, la espalda angosta, el complejo de mujer que se notaba s kilómetros, incluso ocultándolo bajo los kilos de ropa ancha que me ponía encima. Las lágrimas acumuladas comenzaron a bajar, golpee el espejo fuertemente y se rompió, después me dejé caer al suelo. Llorando mi mala suerte. Llorando el no poder ser masculino, llorando porque la sociedad no me veía como un hombre, sino como una mujer por haber nacido en el cuerpo de una. Permanecí ahí por el resto del día hasta que mi madre volvió. Ella entró a mi habitación que que escuchó los pequeños chillidos que emitía. —¿Estas aquí, Dan?— preguntó. Pero al no obtener respuesta mía, se alarmó y me buscó desesperada. —Ya no puedo— susurré. Ella se acercó a mi y se agachó a mi altura —Mi niño— me tomó la mejilla y limpió las lágrimas que se habían quedado atoradas ahí. —¿Qué sucedió? —Me y echaron del trabajo— las lágrimas volvieron a bajar con intensidad al recordar las horribles palabras de aquella mujer. —Tranquilo— ella se acercó a mi y me dio un abrazo —Todo se solucionara, ya verás— susurró. —No lo creo, ellos me odian por ser así. —Mi hijo es un hombre fuerte, no creo que unos malos comentarios lo dañen— me miró y dio una sonrisa —Siempre encuentras soluciones a los problemas, espero que encuentres una a este. Ella tenía razón, no debía mantenerme débil ante esta situación. Yo debía dar lo mejor de mi, encontrar otro empleo en el que me tratarán como lo que era. Saber afrontar los malos momentos se me daba bien desde que era pequeño.
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