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Deseos Prohibido [+18]

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Blurb

Alex, un joven universitario proveniente de una acaudalada familia, se encontrará inesperadamente enredado con dos mujeres que lo volverán loco de pasión. Una su maestra suplente y la otra su compañera de clases, ambas hermanastras. ¿Qué hará? ¿Se quedará con una sola de ellas o hará realidad su fantasía más pecaminosa y decidirá permanecer con las dos?

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Capítulo 1 - Conociéndolas
Capítulo 1 - Conociéndolas —¡Oh, mierda! Esa mujer me va a matar esta vez…—dijo Alex Morgan mientras salía corriendo de su cama y se arreglaba a las apuradas. Estaba llegando tarde a la universidad, como siempre que salía de fiesta la noche anterior. Era un hábito que repetía casi todas las semanas, pero que jamás afectaba su desempeño académico; ser muy inteligente era una gran ventaja, y él sabía aprovecharla al máximo para equilibrar el estudio y su diversión. Anoche se la había pasado en grande con sus amigos, bailando y bebiendo más de la cuenta en un club, para luego pasarla bien con una de las tantas chicas con las que mantenía relaciones sexuales de vez en cuando. Sin embargo, ahora, sufría una resaca de los mil demonios que lo estaba matando. —¡Dios! ¡Mi cabeza! —se quejó Alex mientras se tocaba la frente. Antes de salir se había tomado una pastilla para el dolor de cabeza queriendo evitar el malestar durante sus clases, pero esa maldita cosa parecía no querer hacerle ningún efecto todavía. Su cabeza palpitaba con fuerza, mientras entraba en el terreno de la universidad. Al bajar de su coche en el estacionamiento, apresuró el paso hacia la entrada del edificio en el que hoy tenía clases. Revisó la hora en su reloj y comprobó que ya llevaba cinco minutos de retraso. Maldijo entre dientes, sabiendo que su profesora se la pondría difícil esta mañana por esta tardanza. Aun así se echó a correr por los pasillos, casi desiertos, hasta llegar a su aula, teniendo mucho cuidado de no tirar su cuaderno en la carrera. Llegando a la puerta, se tomó un minuto antes de entrar, permaneciendo parado en la puerta, tratando de recuperar un poco el aliento. Una resaca de los mil demonios y correr tan rápido, no era una buena combinación. —Debo dejar de salir en días de clases —dijo lamentándose, mientras se tocaba el abdomen, sintiéndose un poco revuelto. Alex era un joven de veinte años y estaba en su segundo año de universidad, cursando la carrera de medicina. Su desempeño académico era excelente y sus más que sobresalientes notas hacían que toda su familia se sintiera muy orgullosa de él. Sin embargo, este cuatrimestre había sido particularmente difícil para Alex por una materia que parecía querer llevarse su promedio por el caño, dejándolo muy frustrado consigo mismo. La profesora Fernández, una mujer de unos cincuenta años, que impartía justamente aquella clase en la que estaba a punto de entrar, parecía aborrecer totalmente sus huesos. No importaba, cuanto él se esforzara, ella siempre parecía encontrar algún error en su trabajo, por lo que lo hacía repetirlo por detalles mínimos que no exigía a ningunos de sus otros alumnos. Aun así, Alex intentaba seguir sus indicaciones, evitando conflictos y tratando de limar sus asperezas con ella, aunque no entendía qué había hecho para ganarse el odio desmedido de su profesora. Cuando finalmente abrió la puerta del aula, se llevó una gran sorpresa. —¡Oh, por dios! —murmuro de forma inentendible, mientras sus ojos se posaban en la mujer que tenía enfrente. No era la profesora Fernández quien estaba frente a la clase, sino una mujer joven y absolutamente bella. Tenía el cabello castaño, medía 1,65 metros, siendo mucho más baja que él, que tenía 1,80 metros de altura. Ella era despampanante, con las curvas más perfectas que Alex había visto nunca. Sintió su boca secarse de inmediato y su corazón, ya un poco más tranquilo, comenzó a latir con fuerza dentro de su pecho. Un escalofrío le recorrió la espalda y, para su total mortificación, Alex notó una molestia en su entrepierna. Con solo una mirada y sin ninguna interacción más entre ellos, esa mujer había logrado sorprendentemente excitarlo. Por suerte, Alex estaba seguro de que su reacción no fue para tanto, por lo que todavía no se le notaba lo endurecido que estaba, cosa que agradeció, ya que hubiera sido bastante mortificarte para él estar con una erección delante de todos sus compañeros y tener que dirigirse a su asiento. Desde su posición, parado cerca de la puerta, donde había quedado en shock nada más al entrar, Alex podía apreciar no solo el escote sugerente de la mujer, sino también la silueta impecable de su espalda, caderas y su redondeado trasero. Su mente, traicionera y vil, lo llevó a imaginar cómo se sentirían sus manos deslizándose por ese perfecto cuerpo, cómo sería estrechar su cintura y levantarla del suelo, haciendo que enredara sus piernas en él, apretándolo con fuerza, mientras la apoyaba contra la pared antes de hundirse en ella con desesperación, taladrando una y otra vez en su interior. —¡Hola! Hola… ¿Se encuentra bien? —La dulce voz de la mujer lo sacó bruscamente de su ensueño. Le hacía señas con una mano, mirándolo con una expresión preocupada. Alex parpadeó un par de veces, dándose cuenta de que todos, dentro del aula, lo estaban observando. Algunos parecían preocupados y otros sonreían con burla, puesto que era obvio que esa hermosura había dejado a Alex completamente sin aliento. De inmediato, sintió el calor subirle al rostro, sin saber donde meterse. Se despejó la cabeza con un leve movimiento y se apresuró a contestar: —Oh, lo siento. Es que me sorprendió verla aquí, a usted, dando la clase y no a la profesora Fernández —dijo mientras miraba hacia todos lados, un poco sonrojado—. ¡Creo que me he equivocado de aula! —No te preocupes, no estás en el lugar equivocado —respondió ella, mirándolo con una pequeña sonrisa en los labios, mientras movía las manos con obvia timidez al ver como Alex se le quedaba viendo abiertamente—. Esta es la clase de la profesora Fernández. Yo soy Karol Echegaray, la suplente de ella hasta el final del curso—dijo presentándose al joven que de cierta manera había llamado su atención. —Es un placer, profesora. Con su permiso, iré a tomar asiento —declaró apuntando hacia un lado del salón. —Por supuesto, adelante… Mmm… ¿Cuál es tu nombre? —preguntó Karol con expectación, pues increíblemente se había sentido muy desconcertada con él y quería saber como se llamaba. —Alex Morgan —contestó él con seguridad. —Ok… Puedes tomar asiento, Alex —dijo ella, casi acariciando su nombre con la lengua al recitarlo. Rápidamente, Karol fue hacia su escritorio y tomando la lista de asistencia marcó su nombre. Era una suerte que ya hubiera tomado asistencia porque estaba segura de que a todo el mundo le hubiera parecido raro que preguntara el nombre de un alumno directamente. Fue una gran escusa para tapar su descuido. Sin más, ella retomó su explicación y continuó con la lección, como si nada hubiera pasado. Pero para Alex, la clase fue una especie de tortura. No pudo apartar los ojos de la profesora Karol ni por un solo segundo. Y eso que la clase duró dos horas. Su mente estaba completamente absorbida por ella, embelesado por cada cosa que ella hacía. En cómo la profesora sonreía, en la manera en que se acomodaba el cabello detrás de la oreja, en la forma tan elegante en la que tomaba agua de su botella. Incluso cuando interactuaba con los demás alumnos, se reía o en cómo caminaba por el lugar, todo en ella le resultaba hipnótico, tanto que se olvidó de tomar apuntes. El corazón de Alex palpitaba como un loco dentro de su pecho, dando así indicios de que había llegado a experimentar algo nuevo y único por una mujer que si bien era mayor que él, no parecía tener más de veinticinco años. Cosa en la que no se equivocaba, ya que Karol tenía veinticuatro años nada más, pero gracias a su excelente rendimiento académico y a que tuvo una gran oportunidad, llegó a conseguir un puesto allí, en una de las mejores universidades del país. Cuando la clase llegó a su fin, Alex salió del aula a paso lento, con la esperanza de que en algún momento ella levantara la mirada de su computadora y lo observara salir, compartiendo una mirada cargada de deseo, ya que él se moría de ganas de hacerla suya. Esperaba que ella se sintiera como él; había notado la incomodidad que le había causado al inicio de la clase, por lo que ansiaba conseguir alguna señal de parte de ella. Pero eso, lamentablemente para él, nunca ocurrió. La profesora Karol parecía demasiado concentrada en su pantalla, ajena a su presencia y a su partida tanto como a la de todos, por lo que con un suspiro resignado, Alex se marchó cabizbajo. Lo que él no sabía era que ella se estaba conteniendo con todas sus fuerzas para parecer de ese modo, no quería que se le notara lo interesada que estaba en su alumno. Un rato después, mientras Alex se dirigía a su siguiente clase, algo llamó su atención en los pasillos. Karol, parecía discutir en voz baja con una joven que aparentaba la edad de él. Alex pasó junto a ellas y pudo ver a la joven con claridad, sorprendiéndolo enormemente. Era una chica hermosa, de cabello rubio y ojos color caramelo; sin embargo, su actitud contrarrestaba mucho con su belleza. —Oh, vamos. ¡No seas aguafiestas! —dijo la joven con la voz un poco más fuerte, mientras miraba desafiante a Karol llamando la atención de las personas. Se notaba a simple vista que no era precisamente madura, sino más bien alguien caprichosa, y aunque para él ese no era un mal adjetivo, le molestaba como le estaba hablando a su preciosa profesora. Hablaba con un tono exigente y exagerado, como si no le importara en lo más mínimo estar armando una escena en medio del pasillo. A diferencia de la joven, Karol, que la miraba a los ojos, parecía querer desaparecer en ese instante y de paso también desaparecerla a ella, borrándola de la faz de la tierra para ahorrarse este espectáculo. Su rostro reflejaba una gran incomodidad y un leve rubor teñía sus mejillas, como si la vergüenza ajena la estuviera consumiendo. Alex arqueó una ceja, curioso por la situación. ¿Quién era esa chica y por qué estaba causando semejante alboroto?

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