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A la sombra de tu amor

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Blurb

Tristán Smith. Un hombre retirado del ejército, especialista en recolección de información y seguimiento de personas, trabaja para la cadena de hoteles mas famosa de Seúl como espía de los empleados.

Un día su vida cambia cuando el Señor Kim, su jefe, le pide hallar a su hijo Kim In Sook, quien huyó de casa hace dos años dejando solo una pequeña nota de despedida.

Decidido a encontrarlo Tristán empieza a investigar a Kim Chul Sung, primo y mejor amigo del desaparecido. Para su suerte lo encuentra y recibe órdenes de mantenerlo vigilado, pero a medida que pasan los días Tristán va desarrollando sentimientos hacia el pequeño de cabellos castaños. Unos sentimientos que significarán la separación de ambos.

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ÉL, TRISTÁN SMITH
Observaba disimuladamente, sentado desde una mesa a pocos metros, a aquel hombre que hablaba despreocupadamente con una mujer. Encendió su celular una vez más para comprobar en la fotografía que le había sido enviada si estaba vigilando al hombre correcto. Sonrió. No había duda. Siguió bebiendo su café como cualquier otro transeúnte que se detiene a tomar un descanso del trajín diario, sus ojos estaban fijos en los grandes vitrales como si estuviera viendo a las personas que pasaban pero observaban realmente era a aquella pareja. A pesar de la distancia podía deducir por las miradas lascivas, las sonrisas coquetas y el toqueteo que eran algo más que amigos o compañeros de oficina, como el hombre le hacía creer a su esposa. De su boca dejó salir un suspiro de resignación. No quería tener que meterse en otro motel para vigilar a esos viejos verdes, el último le dejó un sin sabor con lo que hacía con su amante. No fue nada agradable, sí algún día llegase a conseguir pareja se aseguraría por completo de que no le gustara el b**m. Click Era la décima foto que tomaba con su pequeña cámara. En ocasiones como esa era cuando le hartaba ese trabajo, era un poco molesto tener que seguir a personas con una vida s****l un poco ¿cómo decirlo? ¿Intensa? Era molesto, por él no se molestaría en investigar la vida s****l de esas personas, pero se le pedía también hacerlo.Por su puesto el no fotografiaba esos momentos únicamente describía el tipo de relación en el papel. En fin, ese hombre tenida la vida común de un hombre de 35 años. Engañaba a su esposa que era secretaría, con esa vulgar y corriente mujer, tenía dos hijos y se veía con ésta seguido por lo que pudo comprobar en su registro de llamadas y correos. No entendía por qué carajos conseguían mujer si eran incapaces de mantener su polla dentro del pantalón cuando se le ponía una mujer en frente. Chasqueó la lengua y continuó con la vigilancia. A cada persona la investigaba solo por una semana, de ahí en adelante hacía un extenso informe sobre la rutina acompañada de fotos y registros de su actividad con el móvil, lo entregaba y solo las continuaba investigando si se le pedía, aunque en muy contados casos sucedía eso. No iba a negar que la paga fuera buena, eso era lo único que lo motivaba a continuar, con cinco años más teniendo esos ingresos no tendría que trabajar en su vejez. Vio a la pareja jugueteando y dándose besos, el hombre se acercó al cuello de la mujer y empezó a depositar besos allí. Click Señal de motel. Y efectivamente, la pareja se puso en pie y pagó los cafés. Cuando cruzaron la puerta de la cafetería se puso en pie y los siguió, sacó su celular e hizo como si estuviera hablando con alguien, los vio caminar a unos cuantos metros de él y tomaron un taxi, hizo lo mismo y pidió al taxista seguirlos desde una distancia prudente. Cuando los vio detenerse y aperarse se desanimó por completo. Motel. Bufó molesto y pagó la carrera. Esperó a que la pareja entrara, se quedó quince minutos mirando las calles vacías y después entró a aquel lugar. Absolutamente todo era de color rojo allí adentro, las paredes, puertas, los muebles en forma de labios. Cuando llegara a casa reflexionaría sobre su color favorito. Sin perder tiempo se acercó al mostrador. —¿En qué puedo ayudarle? —preguntó un hombre mayor detrás del mostrador, su uniforme por llamar de algún modo a ese chaleco era también de color rojo, en la parte derecha aparecía su nombre "Bob". —Bob —Dijo de manera amigable —, digamos que hace unos minutos entró una pareja aquí, un hombre mayor con una barriga tres veces mayor que la suya y la mía, cabello n***o, treinta y cinco años de edad, metro ochenta, ojos y cabellos castaño, junto con una mujer que tiene aspecto de todo menos de mujer decente por el exceso de maquillaje que tenía —Enarcó una ceja —Ya se imagina lo que necesito. —¡Oh, por supuesto! —Le dedico una sonrisa ladina —. Pero como se imaginara aquí respetamos la privacidad de nuestros clientes —Tristán sabía cómo eran esos hombres, sacó su billetera y le extendió mil Won el hombre miró los billetes y lo miró a la cara mientras con su mano jalaba los billetes —Pero podemos hacer excepciones. Sin decir nada se dio la vuelta y tomó una llave la cual le extendió. —Ellos están en la 216, la llave es de la 158 justo en frente. —¿No deberían estar en orden? —Dijo curioso o más bien preocupado de que le mintiera. —Le sorprendería la cantidad de problemas que puede ahorrar tener una enumeración diferente —Sonrió de nuevo —. Estoy acostumbrado a que personas como usted se aparezcan por aquí. —¿Entonces sabe lo que necesito ahora? —Por supuesto —Se escuchó el sonido de un cajón y puso delante de Tristán un listado, en el aparecía el nombre de la personas que pagó la habitación, el número de esta y el valor. El señor señaló el último nombre que aparecía —. Este es el nombre del hombre que acabó de ingresar. Se había cambiado el nombre. Sacó su pequeña cámara y tomo una fotografía, el hombre volvió a guardar aquel listado. —Espero no tener problemas por esto. —Créame que no —Contestó. Sin darle más importancia Tristán se dirigió a la habitación que le fue asignada. Se sentía molesto por tener que desperdiciar su tiempo de este modo, todo por espiar a un estúpido empleado. Mientras giraba la llave para abrir la puerta escuchó un grito que venía de la habitación de en frente, miró con disgusto hacia esa puerta. —Me pregunto cuánto le durara la diversión —Susurró. Entró a la habitación y se dejó caer en la cama, pudo haberse ido a un bar a tomar un trago mientras esperaba a que la pareja saliera, pero no le gustaba, además tampoco tenía apetito como para salir a comer, se sentía cansado. Revisó su reloj, eran las seis de la tarde. Supuso que terminarían a eso de las ocho, a esas horas el hombre regresaba siempre a casa sino el sermón de su mujer sería un dolor en el culo. Programó su celular para que sonara en una hora, observó unos minutos el techo de aquella habitación y se dejó caer en un profundo sueño, lo necesitaba. Se incorporó al escuchar el sonido de su celular, estiro sus músculos y se puso en pie. Salió de la habitación revisando que no hubiese nadie mirándolo, dio pequeños pasos y pegó su oreja a la puerta de enfrente comprobando que la pareja seguía allí. Pudo escuchar sonidos viniendo de adentro así que salió de aquel lugar ubicándose a una distancia prudente. Se alistó a esperar a que la pareja saliera. Cuando los vio salir tomados de la mano los siguió unas cuantas calles más hasta que se dieron un beso bastante asqueroso para su gusto y se despidieron. —Gracias a Dios —Pensó. Una fría brisa golpeo su rostro, miro al cielo. Ya estaba anocheciendo. Volvió a fijar la mirada en su objetivo y continuó con su persecución, lo siguió hasta la estación del metro donde tomó una ruta con destino a Jamsil, se mantuvo al margen en todo el trayecto vigilando que no se le escapara. Cuando se bajó del metro lo siguió hasta la zona donde estaba ubicada su casa. Cuando se aseguró de que hubo entrado, se quedó unos minutos más, satisfecho con su labor del día se alejó de allí y regresó a su apartamento. —Solo faltan dos días —Escondió sus manos en los bolsillos de su chaqueta resguardándose del frío.     El sol matinal iluminaba las calles de Seúl, el peliazabache se levantó de mal humor, la noche anterior se acostó tarde por hacer el informe del hombre al que había estado vigilando. Le gustaba entregar un trabajo pulcro, por eso se tomaba la molestia de organizar la información en orden cronológico, acompañado de al menos una fotografía por día. Anexó el registro de llamadas, los números telefónicos que tenía activos aquel hombre, que por cierto eran dos. Uno para la esposa y otro para la amante, añadió las propiedades que tenía a su nombre, escuelas, antecedentes. Todo, hasta los sitios a los que iba al baño. Se puso su traje formal de color azul oscuro, peino sus cabellos con gel y verificó en el espejo que se viera bien. Tomo el sobre donde había guardado la información y se dirigió al estacionamiento para subirse a su amada moto, una Kawasaki Ninja ZX-10R color rojo de seis velocidades. Toda una belleza. Era el único gusto en el cual había invertido una buena suma de dinero, después de su apartamento, por supuesto. Sonriente e dirigió a la oficina principal de la cadena de Hoteles Kim. El tráfico estaba fluido, además, siempre que iba a la empresa por su seguridad tomaba rutas distintas no importaba si tardaba más. Siempre lo hacía. Cuando llego al edificio entro al parqueadero haciendo una seña al guarda quien lo dejo pasar, fue hasta el fondo y allí dejó su moto, no quería que se la rayaran. Se bajó y se adentró en ese enorme edificio de cristal por una puerta de emergencia, no utilizaba el ascensor de los empleados sino el ascensor privado del señor Kim, pulso el único botón que había allí conduciéndolo al piso dieciocho. Al abrirse las puertas de metal se extendió ante él un solitario pasillo que solo tenía una puerta. Se detuvo unos segundos y vio la enorme ciudad que se veía a través del inmenso cristal.  Continuó su camino y se adentró a la oficina sin dar aviso ni nada, allí se llevaban a cabo las reuniones de socios del hotel, sólo ellos tenían acceso a esa oficina. La sala constaba con una enorme pantalla ubicada en una de las paredes y un enorme cristal que dejaba a la vista la inmensidad del paisaje y una mesa de vidrio grande que contaba con un total de veinte sillas. Se sentó a un extremo a esperar veinte minutos para verificar que nadie lo hubiera visto o seguido. Así funcionaban las cosas. La única puerta se abrió dejando ver a un hombre mayor, no media más de 1.80, los cabellos blancos se colaban entre su cabellera negra demostrando los cincuenta años que llevaba sobre la tierra, su cuerpo era de un hombre que se había cuidado en su juventud, a simple vista parecía saludable y con muchos años por delante. En el dedo anular de su mano derecha se podía ver un anillo que demostraba su unión marital de veinte años, según lo investigado por Tristán. Llevaba tres años trabajando para aquel hombre, antes de empezar a hacer se tomó la molestia de investigar todo lo que rondara en su vida, a pesar de necesitar ese trabajo no se iba a lanzar a cualquier negocio que lo pudiera perjudicar. Sin decir nada el señor Kim tomo asiento al otro extremo de la mesa. El trabajo de Tristán consistía en espiar a los socios de la famosa cadena de hoteles junto con los empleados, hacía inspección en el transcurso de una semana y entregaba un informe sobre los movimientos y relaciones de estos, no tenía ni idea de por qué el señor Kim lo hacía, pero eso era algo que no le importaba.  Deslizó el sobre con las fotos y datos obtenidos de uno de los socios de la firma como le fue asignado. El señor Kim sacó los papeles y los revisó por encima, sonrió satisfecho. Sacó un paquete de su bolsillo y lo deslizó. Tristán comprobó la cantidad y revisó el nuevo papel que tenía en frente. —Tan efectivo como siempre Tristán —dijo sonriendo el viejo —. Ahí tienes tu pago y tu nuevo trabajo. Nos vemos en una semana —Se puso en pie llevándose consigo el sobre que le había entregado. Esperó a que se marchara y salió hacia su apartamento. Cuando entró lo primero que hizo fue quitarse esa molesta corbata junto con los zapatos, guardó el paquete con el dinero en uno de sus cajones camuflados en las paredes. Mañana haría el depósito en el banco. Se fue a la cocina llevando consigo la descripción de la próxima persona a espiar, se preparó un sandwich para pasar el hambre, no era un hombre que comiera mucho. Revisó su celular, tenía tres mensajes. Su mamá, la fotografía de su nuevo objetivo y un trabajo clandestino. Abrió el primero. "Hijo, por favor llámame" Sin perder el tiempo marcó al número de su madre, solo lo hacía un par de veces en la semana pues no le gustaba que existiera mucho rastro sobre la ubicación de ellos y las actividades que él realizaba. Su familia estaba compuesta por su padre, su madre y un hermano menor quienes vivían también en Seúl pero lejos de donde él tenía su apartamento. Era lo mejor tanto para ellos como Tristán, al principió su madre se opuso a esa distancia que su hijo estaba estableciendo pero con el tiempo lo aceptó. —Hola, hijo —Hola, mamá —Vaciló un poco —¿Cómo van las cosas? —Bien. Tu padre se encuentra en este momento con sus amigos jugando cartas, ya sabes cuánto le gusta y Zack ya viene en camino, hoy tuvo clases hasta tarde. —Ya veo, me alegra que se encuentren bien. —Y tú hijo, ¿cómo vas? —Bien. —¿El trabajo te da mucho problema? —Uno que otro motel. —Eso pensé —Se escucharon risitas —. Lo importante es que te encuentras bien. —Sí. —Zack me dijo que quería hablar contigo, deberías de llamarlo. Aunque sea unos minutos. —Lo haré. —¿Cuándo vendrás a visitarnos? —No sé. Tal vez en un par de semanas, tengo un nuevo caso. —¡Oh! Cuídate mucho. —No te preocupes mamá, no son narcotraficantes. —Uno nunca sabe, Tristán—Alegó —Sí, mamá. —Bueno, hijo, asumo que ya hablamos lo suficiente. Buena suerte. —De acuerdo. Cualquier cosa que necesites me avisas. —Bien. Colgó. Después de haberse ido a vivir solo la relación con su familia se vio afectada, pero todos ellos entendían que era lo mejor que podía hacer, no iba a ponerlos en riesgo. Eso sería lo último que haría. Revisó el siguiente mensaje de su celular. Era la foto de la próxima persona que tenía que investigar, dejó el sandwich a un lado y leyó la hoja con los datos de la mujer. Im Yoon ah. Secretaría personal del señor Kim. Dos años trabajando con las empresas Kim. 27 años, apartamento en zona de clase media. Casada pero sin hijos. Esposo: Lee Seung Gi Fecha y lugar de nacimiento.  Educación. Dirección de la residencia. Empresa del esposo. Siempre recibía la misma información, nada más nada menos. Los típicos datos que te exigen en una empresa para ingresar. Prácticamente repetía la misma rutina en cuanto a sus investigaciones, eran personas normales por lo tanto no es que tuviera mucho que escarbar respecto a ellos. Ninguno de los que había investigado hasta ahora tenía algún antecedente preocupante, ni siquiera a los socios les llego a comprobar un desfalco o robo de dinero. No sabía qué hacía el señor Kim con aquella información y era algo que le traía sin cuidado, no le importaba si la gente era despedida con lo que decía su informe, el ganaba dinero y eso era suficiente. Leyó el tercer mensaje. Era la petición de una mujer para vigilar a su marido tres noches en las que ella iba estar ausente por un viaje de negocios. La paga era bastante buena para algo tan sencillo, así que envío el mensaje aceptando. De inmediato recibió otro donde le suministraban la información de los días a vigilar, la dirección de la casa y las horas en que salía el señor para que iniciara, al final había un correo electrónico para enviar el informe. Le gustaba aceptar esos trabajos para matar el tiempo en las horas laborales de sus víctimas, se iba a espiar a uno que otro marido infiel, hombres caza fortunas y cosas así, pero solo cuando había una buena cantidad de dinero de por medio, como en esa ocasión. No vivía mal, de hecho vivía mejor de lo que realmente necesitaba, tenía una vida modesta. Mensualmente giraba una alta suma de dinero a sus padres para que abastecieran sus gastos y la universidad de su hermano menor, en cinco años quería tener el dinero suficiente para poder montar un negocio con el cual pudiera sostenerse. Hace cuatro años no imaginaba que iba a estar en esa situación, era un joven que pensaba dedicarse por completo a la vida militar, le encantaba el manejo de armas, la acción y esa vida llena de disciplina. Sus planes se vieron arruinados cuando casi pierde la posibilidad de caminar debido a un enfrentamiento, donde recibió un disparo cerca de su columna vertebral. Era un milagro poder caminar. Después de un año de rehabilitación no sabía a qué dedicarse, la vida militar no era algo que pudiera aplicar en alguna labor en especial. Zack fue el de la idea de dedicarse al espionaje y recopilación de información, además él era bueno en eso, sus años y contactos en el ejército eran suficientes para lograrlo. Al principio eran trabajos pequeños, pero no por eso los tomaba por menos, después de unos meses empezó a recibir llamadas para espiar a hombres de nombre reconocidos en Seúl. No había información que no pudiese conseguir, aunque fuese de manera ilegal. Hasta que un día lo llamaron de la famosa cadena de hoteles Kim para investigar al mercaderista, desde aquel día parecieron quedar encantados con su trabajo y lo contrataron para espiar a los empleados. Terminó su sandwich y se fue a acostar, mañana empezaba con aquella mujer y en dos días con el dichoso hombre ese. En la oscuridad de su habitación pudo sentir el frío de la soledad que le calaba hasta los huesos, miraba a la nada como si en cualquier momento pudiese ocurrir algo pero él en el fondo sabía nunca ocurriría algo. No era un hombre apasionado por nada, el sexo no era algo fundamental en su vida, solo una que otra noche de deslices cuando estaba aburrido. Tenía un apartamento cómodo y acogedor, pero de todos modos no podía evitar sentir un vacío. La vida militar le había ensañado a ser frío, modesto, de carácter fuerte; de cierta manera era feliz así y esperaba permanecer de ese modo por mucho tiempo.

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