Guardias —dijo Varis, señalando hacia adelante—. Viene una patrulla por el sendero principal. Lucas frunció el ceño. —No es el turno habitual. Algo está fuera de lugar. Aerlana se tensó. —¿Qué hacemos? —preguntó—. No podemos retroceder. Los tres se ocultaron tras un grupo de rocas cubiertas de musgo. Desde allí observaron cómo las antorchas se acercaban lentamente. —Es Rhen —dijo Lucas, reconociendo al hombre que lideraba la patrulla—. Mi pupilo. Le enseñe a detectar el don de la tierra. Si intento abrir un túnel o alterar el suelo… lo sentirá. Varis lo miró fijamente. —Entonces hazlo rápido —sugirió—. Antes de que nos vean. Lucas negó con la cabeza. —No puedo. Él sabe leer el pulso de la tierra. Cualquier movimiento subterráneo será como un grito para él. —

