**ALAI** No hablaba, no interfería, pero tampoco me soltaba. Su presencia era como una sombra constante, una presencia invisible que pesaba sobre cada uno de mis movimientos. Cada vez que levantaba la mirada, ahí estaban sus ojos. No fijos, no agresivos, pero atentos. Como si cada gesto mío necesitara una aprobación silenciosa, un juicio tácito que se filtraba en cada parpadeo, en cada respiración. La intención era otra. Este espacio debía significar independencia, una nueva etapa en la que pudiera demostrar que podía manejarme, que podía ser capaz. No obstante, su mirada convertía cada acción en una evaluación, una medición de lealtad, de entrega, quizás incluso de obediencia disfrazada, de oportunidad. Intenté enfocarme. Abrí archivos, revisé reportes, marqué datos en la hoja de c

