**NICKY**
Luego, como si compartieran un guion ensayado durante décadas, mi padre entró. Se detuvo frente a mí, examinándome con esa expresión suya, la que usaba tanto en reuniones como en funerales. Era como si cada mirada suya se empeñara en desentrañar mis intenciones, como si supiera que había algo más entre nosotros que simplemente las palabras que habíamos intercambiado.
No hubo abrazo, ni reproche… solo una sentencia envuelta en formalidad. —La próxima vez, no vengas solo.
Lo dijo sin levantar la voz, pero cada sílaba cayó con el peso de una orden, un recordatorio de quién realmente gobernaba en esta casa. Sentí la tensión crecer en el ambiente, como si el aire se volviera denso, cargado de expectativas.
—Quiero conocerla —añadió mi madre, más suave pero igual de afilada—. Sabe
