**ALAI** Sabía a lo que iba. Ellas ya habían hecho su trabajo de investigarme, sonreí de medio lado, ya nada me asusta, y menos ellas. Otra de esas frases disfrazadas de empatía que en realidad esconden la daga. Asentí despacio. Incliné apenas la cabeza, con una sonrisa que no revelaba más de lo necesario. —Sí —respondí con calma—. Me enseñó, por ejemplo, que no todas las que están casadas están acompañadas. Y que hay soledades mucho más devastadoras que una habitación vacía. Sonríen por fuera y fingen una felicidad que no poseen. Valentina sostuvo mi mirada, y por primera vez noté un leve titubeo en sus facciones. Como si por un segundo… se sintiera aludida. Lo confirmé. No lo negué. Solamente dejé la frase colgando en el aire, como se deja una nota en el piano justo antes de a

