**ALAI** Entré a la casa dejando que la puerta se cerrara detrás de mí con ese sonido seco que, últimamente, me resulta hasta reconfortante. Ese golpe final en el día, como una barrera que me separa del mundo exterior. El día había sido largo, tenso, cargado de cosas que prefería no arrastrar a casa: largas horas en el trabajo, llamadas que no querían terminar, pensamientos que no quería confrontar. Pero bastaron dos pasos en el pasillo para darme cuenta de que la tranquilidad no me iba a durar mucho. Amanda apareció desde la sala, como si hubiese estado calculando la hora exacta de mi llegada. Llevaba puesta una sonrisa que no alcanzaba a sus ojos, esa máscara que delata su esfuerzo por parecer feliz, por mantener las apariencias. Su rostro, siempre tan expresivo, se tensó un poco al

