Prisionera de un Amor

En una fría mañana de invierno en Hamburgo, Alemania, Annika Ramona Lange se encontraba en su habitual café, perdida en sus pensamientos. De repente, un hombre alto y misterioso entró en el café, su presencia llenó la habitación. Era Christoph Dominik Becker, un hombre que ella solo conocía de oídas, pero cuyo nombre estaba envuelto en rumores y misterio. “¿Será él?” Se cuestionó internamente. Christoph, sin saberlo, se encontraba a punto de conocer a Annika, y ambos estaban a punto de atravesar una cadena de mentiras y engaños que cambiaría sus vidas para siempre. Mientras Christoph se acercaba a la barra del café, sus ojos se encontraron con los de Annika. En ese momento, ambos sintieron una conexión inmediata, una chispa que no podían ignorar. —Hola, eres la señorita, Annika. —Un elegante caballero se detiene frente a ella. —Esa soy yo. —contesta con una amplia sonrisa. —Mucho gusto, fue fácil dar contigo. —se veían, por primera vez, en esta cita a ciegas. Al menos para ella. —Ya veo, bueno, es extraño, no nos conocemos y aquí estamos queriendo tener una cita. Esto es de locos ¿No te parece? —dijo ella sin pelos en la lengua. —Sí, es extraño, pero también emocionante, ¿no crees? —respondió él, tratando de aligerar el ambiente. Sus ojos se encontraron y ambos sonrieron, un poco incómodos pero dispuestos a darle una oportunidad a esta inusual situación. —Supongo que tienes razón. —admitió Annika, jugando con la servilleta que tenía en frente. Su nerviosismo es evidente, no es dad para estar con un hombre que apenas conoce, la mirada de él la pone incómoda —¿Y qué debemos hacer? ¿Realmente te quieres casar conmigo? Eso me dijo mi padre antes de que aceptara esta cita. —Sí, esa es la idea, espero estés de acuerdo, ya lo hablamos con tu padre y todo está predicho. —dijo él, encogiéndose de hombros. Su mirada penetrante estaba fija en ella. —¿Cómo me has conocido? Esa parte no la entiendo y sobre todo ¿Por qué me elegiste a mí? —La información se encuentra fácil cuando se busca. Eres simpática y bonita ¿Quién no querría casarse contigo? Además, fue tu padre quien lo propuso y no me pareció mala idea—se limitó a decir. —Eso suena un poco misterioso. La verdad que acepte venir porque quería terminar con esta locura de mi padre, las relaciones amorosas no se dan de esta manera, es muy sospechoso—dijo Annika, arqueando una ceja. —¿Debería estar preocupada? —No, no, nada de eso. —se apresuró a decir él, levantando las manos en señal de rendición. —Únicamente quería decir que en la era de la información, es fácil encontrar a las personas si sabes dónde buscar. Pero no te preocupes, no he estado husmeando en tu vida privada ni nada por el estilo. A tu padre lo conozco de hace muchos años, cuando mis padres vivían, eran amigos. —Lamento oír eso. —Es algo de lo cual no me gusta hablar. —Entiendo completamente —respondió ella, asintiendo con la cabeza. —Todos tenemos cosas del pasado que preferimos dejar atrás. No tienes que hablar de ello si no quieres. Él sonrió agradecido, aliviado por su comprensión. Luego, cambió de tema, buscando aligerar el ambiente. —¿Sabes? —comenzó, apuntando hacia una vieja fotografía en la pared—. Esa foto fue tomada durante un viaje de pesca que hicimos juntos, tu padre y yo, hace muchos años. Fue una aventura inolvidable. —¿Este café te pertenece? —Así es… —Me encanta venir aquí, ni idea que tú eras el dueño. —Tengo varios negocios pequeños. Ella miró la fotografía, una sonrisa nostálgica apareció en su rostro. Aunque no conocía esa parte de la historia de su padre, se sentía agradecida por ese vistazo al pasado. A veces, las conexiones del pasado tienen una forma misteriosa de aparecer en el presente, y este era uno de esos momentos. Aunque la conversación había comenzado de manera incómoda, ahora se sentía más cómoda, incluso curiosa por conocer más sobre la amistad entre su padre y este hombre. —Como verás no soy ningún sospechoso ni acosador. Annika soltó una risa y asintió, pareciendo aliviada. —Bueno, eso es un alivio. No me gustaría tener que preocuparme por un acosador en nuestra primera cita. —Definitivamente no. —dijo él, riendo también. —Solamente quería asegurarme de que no estuviera entrando en una cita a ciegas completamente a ciegas, si sabes a qué me refiero. —Desde luego, la tonta fui yo porque si vine completamente ciega. Y así, a pesar del pequeño malentendido, la noche continuó con risas y conversaciones interesantes. Ambos se dieron cuenta de que, a pesar de las circunstancias inusuales de su encuentro, realmente disfrutaban de la compañía del otro. Y aunque todavía había mucho que aprender el uno del otro, ambos estaban emocionados por lo que el futuro podría traer. La conversación fluyó con más facilidad a partir de ese momento. Hablaron de sus trabajos, sus familias, sus sueños y aspiraciones. A pesar de ser una cita a ciegas, se sentían cómodos el uno con el otro, como si se conocieran de toda la vida. Sin cruzársele por su cabeza que las personas a veces suelen usar máscara para cubrir sus verdaderas intenciones. —Entonces le diré a tu padre que fije la fecha de nuestra boda. ¿Te parece? —¿Tan pronto? Yo pensé que terminaría mis estudios universitarios. La verdad que no me quiero casar tan pronto. —Eso déjalo para después, ni que te fueras a convertir en mi prisionera. —Eso es verdad. —dijo sonriendo—Es mejor que lo platiquemos con más tiempo, no hay prisa. —ese no era el pensamiento de él, pero no dijo nada. Este encuentro casual en un café de Hamburgo sería el comienzo de una historia llena de intriga, misterio y emociones intensas por los malos entendidos. Una historia que los llevaría a ambos a enfrentarse a sus miedos, a descubrir verdades ocultas y, finalmente, a encontrar el amor en el lugar más inesperado. La boda solamente es el inicio del infierno que ella enfrentaría y conocer las verdaderas intenciones de todos lo que la rodean. Las máscaras caerán una a una.