*ANNIKA*
Vivo una vida que muchas chicas soñarían tener. Soy la hermana menor de dos increíbles hermanos y la hermana mayor de una adorable muñequita. Mis días se dividen entre mis dos pasatiempos favoritos: dormir y sumergirme en mis estudios. La moda y las tendencias actuales no son lo mío, prefiero dejar eso en manos de mi niñera, quien se encarga de hacer mi día a día más fácil.
Aunque parezca que tengo todo, cada día es un equilibrio entre ser la hermana menor y la hermana mayor, tratando de encontrar mi propio espacio en medio de todo. A pesar de las apariencias, sé que no todo es tan perfecto como parece.
Mis mañanas comienzan temprano, despertando antes del amanecer para tener un momento de tranquilidad antes de que el bullicio de la casa comience. Este tiempo lo dedico a mis estudios, mi verdadera pasión. A diferencia de mis hermanos, que siempre han sido más deportistas, yo siempre he tenido una inclinación por los libros y el aprendizaje.
La moda no es mi fuerte, a diferencia de mi hermana menor, que tiene un ojo para las últimas tendencias. Prefiero la comodidad de mis jeans favoritos y una camiseta cómoda. Mi niñera, una mujer amable y paciente, se encarga de las tareas cotidianas, permitiéndome concentrarme en mis estudios.
A pesar de las expectativas y presiones que vienen con mi vida, he encontrado la manera de forjar mi propio camino, centrando mi energía en lo que realmente me importa. Y aunque a veces me siento un poco perdida, sé que estoy exactamente donde necesito estar. Después de todo, cada día es una nueva oportunidad para aprender, crecer y descubrir quién soy realmente. Y eso, para mí, es lo más importante.
—Hermana, despierta, deja de dormir tan tarde —la voz de Úrsula, como un reloj puntual, se filtra a través de la puerta de mi habitación cada mañana.
—Adelante, ya estoy despierta —respondo, frotándome los ojos y estirándome para sacudir el sueño.
—Realmente no entiendo tu pereza —dice ella, cruzándose de brazos y apoyándose en el marco de la puerta.
—Estudio hasta muy tarde en la noche, por eso me levanto tarde. Y probablemente seguiría durmiendo si no fuera por cierto ser que insiste en despertarme —le contesto, lanzándole una almohada con una sonrisa juguetona. A pesar de nuestras diferencias, estos pequeños intercambios matutinos se han convertido en una parte entrañable de nuestra rutina diaria.
—¡Lo siento! Es que necesito ver a mi hermana todos los días —exclama Úrsula, con una sonrisa brillante en su rostro—. Es solo que amo mucho a mi hermana y, además, pronto será mi cumpleaños número dieciocho.
—Es cierto, no recordaba tu cumpleaños —respondo, una sonrisa se dibuja en mi rostro al recordar—. Tu gran día está a la vuelta de la esquina.
—Y bien, ¿qué me vas a regalar? Tiene que ser grande y muy costoso—escudriña, sus ojos brillan con anticipación y un toque de travesura.
La miro, fingiendo pensarlo, aunque en realidad ya tengo el regalo perfecto en mente. Pero eso es una sorpresa que tendrá que esperar hasta el día de su cumpleaños.
—Bueno, eso es un secreto —le digo, guiñándole un ojo. Úrsula hace una mueca de fingida indignación.
—¡Eso no es justo! —protesta, pero su risa traiciona su fingida molestia.
—La vida no siempre es justa, hermanita —respondo, riendo junto a ella.
—Bueno, entonces tendré que buscar pistas —dice, cruzándose de brazos y asintiendo para sí misma.
—Buena suerte con eso —le digo, sabiendo que he escondido su regalo en un lugar donde nunca lo encontrará.
—No necesito suerte, solo necesito ser astuta —responde, con una sonrisa traviesa.
—Veremos —digo, levantándome de la cama—. Ahora, si me disculpas, tengo que prepararme para el día.
—Está bien, pero no creas que me olvidaré de esto —dice Úrsula, señalándome con un dedo antes de salir de la habitación, dejándome sola con mis pensamientos y una sonrisa en el rostro. A pesar de nuestras diferencias y peleas ocasionales, no cambiaría nuestra relación por nada del mundo. Después de todo, somos hermanas. Y eso es algo que nunca cambiará.
Una vez que terminé de arreglarme, bajé al comedor, donde el resto de mi familia ya estaba en pleno apogeo. El aire estaba lleno de la energía caótica y familiar de la mañana, con mi padre y mis hermanos preparándose para su día en el banco central. Es un negocio familiar que ha pasado de generación en generación, una tradición que, hasta ahora, solo ha involucrado a los hombres de la familia.
El aroma del café recién hecho llenaba la habitación, mezclándose con el sonido de las risas y las conversaciones animadas. Mi padre, con su traje impecable, revisaba algunos documentos mientras tomaba su café, su expresión era seria pero tranquila. Mis hermanos, por otro lado, estaban en medio de una acalorada discusión sobre algún tema financiero que no entendía del todo.
—Señorita, le sirvo el desayuno. —me aborda una empleada.
—Por favor.
—Enseguida, señorita —responde la empleada, desapareciendo en la cocina para preparar mi desayuno.
Mientras tanto, saludo a todos en la habitación con un alegre “¡Buenos días a todos!” Aunque están absortos en sus propias conversaciones y tareas, cada uno de ellos responde a mi saludo sin apartar la vista de lo que están haciendo. Es una dinámica familiar que hemos perfeccionado con el tiempo.
Justo cuando estoy a punto de sumergirme en mis propios pensamientos, Úrsula se une a nosotros. Con su habitual alegría, se acerca a cada uno de nosotros, depositando un beso en la mejilla de nuestro padre y nuestros hermanos. Aunque somos muy diferentes en muchos aspectos, hay una cosa en la que Úrsula y yo somos muy parecidas: nuestro amor por nuestra familia.
—Como amanecieron los hombres más bellos del mundo.
—Tan linda, eres un amor, hermana. —expresa, Eider, revolviéndole el cabello.
—Me acabo de peinar. —se queja ella, todos sonreímos.
Úrsula siempre ha sido más efusiva en sus demostraciones de afecto, algo que siempre he admirado de ella. Mientras yo tiendo a ser más reservada, ella nunca ha tenido miedo de mostrar sus sentimientos. Y aunque a veces nuestras diferencias pueden llevar a desacuerdos, también son lo que nos hace únicas y especiales a nuestra manera.
Así que, mientras Úrsula se mueve por el comedor, repartiendo amor y alegría a su paso, no puedo evitar sonreír. Porque a pesar de todo, somos familia. Y no importa cuán diferentes seamos, siempre estaremos unidas por ese vínculo inquebrantable. Y eso es algo que siempre valoraré, sin importar lo que pase.
A pesar de la agitación, había una especie de belleza en el caos. Cada uno de nosotros, a nuestra manera, contribuía a la sinfonía de la vida familiar. Aunque a veces me sentía un poco ajena al mundo de los negocios de mi familia, también me sentía agradecida por ser parte de esta tradición, aunque fuera desde el margen.