CAPITULO DOS

1279 Words
*ANNIKA* Me senté a la mesa, tomando un sorbo de mi café mientras observaba la escena ante mí. Aunque no trabajaba en el banco como ellos, sabía que tenía mi propio papel que desempeñar en nuestra familia. Y aunque a veces anhelaba un poco de tranquilidad en medio del caos, no cambiaría esta rutina matutina por nada del mundo. Después de todo, esta era mi familia, y este era nuestro caos. Y de alguna manera extraña, era perfecto tal como era. —Tu madre amaneció mal, es mejor que no te apartes de ella, Annika. La enfermera saldrá por una hora y regresará, no vayas a ningún lado. —Entendido, padre —respondo, asintiendo con determinación. Mi mente ya está trazando un plan para el día, asegurándome de que estaré disponible para mi madre en caso de que me necesite. —Yo que hago padre. —Se acercó mi hermana. —Tú diviértete hija, estas de vacaciones. Úrsula, por otro lado, parece aliviada de tener un día libre. Su rostro se ilumina cuando nuestro padre le da permiso para hacer lo que quiera. —¡Gracias, papi! —exclama, lanzándole un beso antes de salir corriendo de la habitación, probablemente planeando su día de diversión. Diego, siempre el hermano mayor responsable, nos da un último consejo antes de irse. Aunque a veces puede ser un poco sobre protector, sé que solo quiere lo mejor para nosotras. —Annika, tú que eres mayor deberías estar siempre en casa, no podemos dejar a nuestra madre siempre a cargos de extraños. —Estudiaré para un examen hoy, Diego. Y Úrsula puede ayudar… —comienzo, pero mi padre me interrumpe. —Annika, tu hermana es aún muy joven para asumir grandes responsabilidades. Tienes que aprender a equilibrar tus prioridades —me aconseja. Aunque su tono es firme, también hay un toque de cariño en sus palabras. —Tienes razón, padre —respondo, aceptando su consejo. Después de todo, él tiene mucha más experiencia en estas cosas. Con eso, la casa se queda en silencio, cada uno de nosotros embarcándose en nuestras propias actividades del día. Aunque nuestras vidas pueden ser caóticas y a veces complicadas, no cambiaría nada de ello. Porque al final del día, somos una familia, y eso es lo que realmente importa. Con la casa ahora en silencio, me dirijo al dormitorio de mi madre, llevo una sopa caliente. La puerta se abre con un suave chirrido, y entro con cuidado, tratando de no hacer ruido por si ella está durmiendo. Pero en lugar del suave sonido de su respiración dormida, lo que escucho es una tos persistente y el sonido de su respiración agitada. Mi corazón se aprieta al escucharla. Aunque siempre he sabido de su delicada salud, nunca deja de dolerme verla así. Me acerco a su cama, mis pasos suaves en la alfombra gruesa. Ella está acostada en su cama, su rostro pálido bajo la luz tenue de la habitación. —Mamá —susurro, mi voz apenas audible. Ella abre los ojos, una débil sonrisa aparece en su rostro al verme. —Annika —dice con voz ronca, su mano alcanza la mía y la aprieta con una fuerza sorprendente. Me siento a su lado, acariciando su mano con suavidad. A pesar de la preocupación que siento, hago todo lo posible por mantener la calma, por ella. Después de todo, ella siempre ha sido mi roca, mi fuente de fortaleza. Y ahora, es mi turno de ser eso para ella. —¿Quieres comer algo? —Gracias, hija. —Espera, yo te alimentaré. —le digo antes de que agarre el plato. —Eres tan considerada. —Este día estaré contigo, pide lo que quieras. —¿Y tus estudios? —Pedí permiso, quise estar contigo el día entero. —Algo bueno, hice para tener una hija como tú. Me imaginó que tu padre y hermanos se fueron. —Si ya se fueron. —Y tu hermana. —Ah, ella salió de compras con unas amigas, ya la conoces, no puede estar quieta. —La consienten mucho. —Es la beba de la casa, como no hacerlo. Pasamos el resto del día juntas, hablando en susurros y compartiendo silencios cómodos. Aunque la situación es dura, también hay una especie de belleza en estos momentos. Porque a pesar de todo, seguimos siendo una familia. Y eso es algo que ningún obstáculo puede cambiar. —¿Y tus estudios, cariño, como van? —pregunta mi madre, su voz suena débil, pero llena de preocupación. —Bien, No te preocupes por eso, mamá —le aseguro, apretando suavemente su mano—. Puedo recuperar el tiempo mañana. Hoy, quería pasar el día contigo. Ella sonríe, una sonrisa débil, sin embargo, genuina que ilumina su rostro cansado. —Eres tan linda, siempre pensando en los demás. Tuve la suerte de tener una hija tan responsable. —No es más de lo que te mereces, mamá —le digo, devolviéndole la sonrisa—. Siempre has estado ahí para mí, es lo menos que puedo hacer. Ella parece pensar por un momento antes de hablar de nuevo. —Sabes, podrías traer tus cuadernos y estudiar aquí. Veo que quieres cuidarme, pero no quiero que descuides tus estudios por mi culpa. Río ante su sugerencia, sorprendida por no haberlo pensado antes. —Tienes razón, no lo había considerado. Podría estudiar y estar contigo al mismo tiempo. Ambas reímos, un momento de ligereza en medio de la preocupación. A pesar de todo, estos momentos con mi madre son algo que siempre atesoraré. Porque no importa lo que pase, siempre seremos madre e hija, y eso es algo que ninguna enfermedad puede cambiar. Cuando la tarde se desvanece en la noche, escucho los pasos familiares de mi padre en el pasillo. Al entrar en la habitación, me encuentra sentada al lado de la cama de mamá, administrándole su tratamiento de nebulización. Su rostro muestra una mezcla de preocupación y alivio al ver que estamos bien. Se quita el saco con un movimiento fluido y se acerca a nosotras. Primero, se inclina para darle un beso suave a mamá en la frente, un gesto de amor y preocupación. Luego, se vuelve hacia mí y me da otro beso en la frente, un gesto de gratitud y reconocimiento por mi ayuda. —¿Cómo ha estado ella? —pregunta, su voz suena cansada, no obstante, llena de preocupación. —Ha estado mejor desde que comenzamos las nebulizaciones —le informo, tratando de tranquilizarlo. Aunque la situación es grave, no quiero que se preocupe más de lo necesario. —Es importante mantenerla bien abrigada —dice, asintiendo con la cabeza. Aunque es un simple consejo, sé que proviene de su amor y preocupación por mamá. Así, la noche se instala en nuestra casa, trayendo consigo una tranquilidad silenciosa. A pesar de las circunstancias, hay una especie de belleza en estos momentos. Porque a pesar de todo, somos una familia. Y eso es algo que ninguna enfermedad puede cambiar. —Annika voy a salir porque tengo una reunión, cenaré fuera. —Entendido, padre. Cuídate —le respondo, viéndolo salir de la habitación. La enfermera, que ha estado asistiéndome durante todo el día, me da una mirada comprensiva. —Puedes ir a descansar, Annika. Yo me quedaré con tu madre —me dice, su voz es suave y tranquilizadora. La veo dormir apaciblemente. Asiento con agradecimiento y salgo de la habitación, sintiendo cómo el peso del día comienza a desvanecerse de mis hombros. Camino por el pasillo silencioso hasta mi dormitorio, donde me dejo caer en la cama con un suspiro de alivio. «Deseo que mi madre se sane pronto»
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