Annika llegó a casa junto a Elena, sintiendo como si ahora mirara la vida con otros ojos. Había una nueva serenidad en su corazón, una paz mental que no había sentido en mucho tiempo. Saber la verdad sobre su padre le había dado una claridad que antes le faltaba. Sentía que su madre, desde el cielo, estaba orgullosa de ella por haber puesto fin a esas sospechas que la habían atormentado durante años. Elena, notando el cambio en Annika, le sonrió con calidez. —¿Cómo te sientes? —preguntó, mientras se sentaban en el sofá. Annika suspiró, dejando que la tranquilidad la envolviera. —Me siento… en paz. Es como si una gran carga se hubiera levantado de mis hombros. Saber la verdad, aunque dolorosa, me ha dado una nueva perspectiva. Siento que mamá estaría orgullosa de mí por enfrentar esto. E

