A pesar de las circunstancias adversas, Annika siente un genuino júbilo al reencontrarse con su hermana. Aunque la atmósfera está cargada de tensión, el vínculo que las une es fuerte y resistente, difícil de romper. Annika corresponde al abrazo de Úrsula, su hermana menor, con un cariño sincero. Sin embargo, no puede evitar sentir un profundo malestar al ver cómo su madrastra se ha acercado a Úrsula, manipulándola a su antojo. La presencia de esta mujer en la vida de su hermana es una espina que le duele profundamente. La atención de la familia se desvía hacia Christoph, como si Annika fuera una extraña en su propia casa. Sus hermanos no son diferentes; los hombres se agrupan para disfrutar de una copa de vino, dejándola a un lado. Úrsula, sentada junto a su hermana, observa detenidamente

