Christoph sopesa la invitación. La idea de una noche de esparcimiento le resulta tentadora, pero la imagen de Annika esperándolo en casa lo hace dudar. A pesar de la imagen persistente de Annika en su mente, Christoph se recuerda a sí mismo que su matrimonio, aunque lleno de afecto, aún guarda cierta independencia. Con un suspiro de resignación y un destello de curiosidad por la noche que le espera, acepta la invitación de Adler.
—De acuerdo, iré contigo —dice finalmente, cerrando el capítulo laboral del día.
Ambos hombres salen de la oficina y se dirigen al estacionamiento. Mientras se acomodan en el auto, Adler aprovecha para poner al día a Christoph sobre los últimos chismes y novedades. El motor cobra vida y se alejan, dejando atrás la empresa y adentrándose en la promesa de una noch
