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Voy tras de ti

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Blurb

Natalia se ve involucrada en el mundo de la hechiceria cuando en una visita a su tía abuela descubre que la hermana llamada Ana ya fallecida de esta estuvo poseída por un demonio gracias a su pareja de entonces haciéndola convertirse en un ente que causó mucho daño en sus alrededores mientras vivió.

Zhdan y su padre arriban a aquel pueblo llamado Pantano con las intenciones de comprar la casa que fue habitada por Ana en su momento ya que posee una carga grande de energía que puede servirles para sus malévolos planes como nigromantes, pero cuando intentaron negociarla la tía abuela de Natalia se negó.

Con el paso del tiempo cosas raras comienzan a suceder y el demonio que una vez tomó el control de Ana vuelve a surgir y comienza a causar caos en el pequeño pueblo buscando venganza por su prematura muerte.

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Parte 1
El ataúd estaba viejo y podrido. Desde el agujero que se había formado en los tablones podridos, se podía ver una calavera blanca con el pelo gris que sobresalía de trozos de piel endurecida y un collar n***o que relucía opaco sobre los huesos.   -       Acostada aquí como si nada y ni siquiera tienes idea sobre lo que está pasando... ¡Todo está saliendo mal! Bueno, no importa, te levantaré y nos iremos a casa... Pensaremos bien y decidiremos qué hacer... Bueno, bueno... no te molestes, querida, deja de aferrarte a las podridas tablas, todavía soy fuerte ... Bueno, vamos   Un hombre corpulento, vestido con una capa de lona oscura y botas de goma, sacó con dificultad el esqueleto del ataúd y lo envolvió en una sábana preparada de antemano.   -       Eso es ... Así está mejor   Volvió a cubrir la tumba con tierra y tomando con cuidado su carga, caminó por el sendero que corría hacia el pueblo. Los perros aullaban, en enormes charcos se reflejaba la luna, cubierta de una densa bruma, había un fuerte olor a ajenjo y pasto cortado. La noche pasaba lentamente, acercándose la hora de las brujas.   El hombre se acercó a la casa, cuyas ventanas oscuras lo miraban con vacío y abandono, depositó con cuidado su terrible carga sobre la hierba mojada y miró a su alrededor. Al parecer, todo estaba Tranquilo. Nadie lo verá aquí en esta terrible época oscura y todo saldrá como se debe. Revolvió entre los arbustos y sacó un hacha pequeña y una palanca. Subiendo al porche alto, con persistencia, comenzó a arrancar el umbral cerca de la puerta principal hasta que debajo de él apareció un vacío.   La luna salió de detrás de una nube gris e iluminó su figura encorvada.   -       Hecho está... — susurró y bajó pesadamente para recoger su carga. — Qué bien se siente...   El hombre se sentó cerca del esqueleto y después de un breve silencio, dijo:   -       Sabes lo que quiero... Tú lo sabes, hagámoslo juntos... De ninguna manera podré hacerlo sin ti... De ninguna manera.   El esqueleto estaba inmóvil en su silencio mortal, pero aparentemente esto no molestó al extraño hombre. Asintió con la cabeza, como si estuviera de acuerdo con algo, y levantando el cuerpo, envuelto en una sábana, lo llevó al umbral desmontado. Bajando el esqueleto en el agujero, el hombre susurró algo y comenzó a cerrar el umbral de nuevo, martillarlo, golpeando suavemente y con aprensión... Dios quiera que nadie lo oiga. ∗ ∗ ∗   Yo estaba caminando por la calle oscura y silenciosa, escuchando con cautela cada susurro. ¡Solo a mí se me podría ocurrir a viajar de noche! Y más, a un lugar misterioso como éste... Hasta el nombre de este pueblo infundía temor: "Pantano"... Un nombre realmente muy apropiado.   Había un fuerte olor a humedad, se escuchaban ranas croando cerca y una niebla blanca, como la leche, flotaba entre los árboles solitarios, esparcida sobre un claro plateado, cubierto con artemisa.   -       Ya queda sólo pasar el prado — dije en voz alta, tratando de calmarme. — Ya estoy cerca...   ¡Oooh! ¡Oooh! — sonó por encima de mi cabeza y casi me agaché de miedo, apretando las asas de la bolsa deportiva. — ¡Oooh!   -       Mamá querida... ¡¿Qué es esto?! — susurré, mirando a mi alrededor y ya dándome cuenta de que era un enorme búho. — Maldita sea...   El ruido de alas grandes solo confirmó mis conjeturas y miré al árbol vecino. Bajo la tenue luna, la silueta de un pájaro grande era claramente visible en una rama gruesa.   -       ¿De dónde vienes? — murmuré descontenta, notando como él erizada sus plumas y caminaba con pasos cortos por la rama que eligió. — ¡Tendré un infarto de tanta emoción!   El pájaro ululó de nuevo, asustándome increíblemente. No es bueno escuchar un búho, decía la abuela y siempre se bautizaba cuando una lechuza lloraba en el pantano o un búho ululaba en oscuridad de la noche.   Rápidamente me alejé de este lugar, olvidando por completo que detrás de estos árboles raros, en un barranco poco profundo, había un antiguo cementerio. Y menos mal que lo había olvidado: este recuerdo difícilmente me hubiera dado confianza.   Pronto aparecieron las primeras siluetas de casas y me relajé un poco. Caminaba con prisa para encontrarme en la acogedora calidez de hermosa y bien construida casa de troncos, amplia y acogedora. El pueblo estaba dormido y este silencio sordo y denso no se diluía ni siquiera con los ladridos de los perros o al menos algún sonido que insinuara la proximidad de la gente. Como si todos murieran ... Aunque, ¿qué quería? Este era un pueblo remoto en el que vivían en su mayoría los ancianos y muy pocas familias jóvenes. De repente, escuché los pasos de alguien, que sonaron tan inesperados en este silencio que, corriendo hacia los arbustos más cercanos, me apreté contra la pared húmeda de la casa de alguien. ¿Quién sería que anda a tientas por las calles nocturnas? Por nada del mundo querría conocer a este extraño "caminante".   De repente vi una figura rechoncha, vestida con una amplia capa con capucha, y un murmullo ahogado llegó a mis oídos. ¡Un borracho! ¿Quién más podría andar por las calles silenciosas a estas horas de la noche? El hombre pasó a mi lado y desapareció detrás de una valla torcida, y yo, recuperando el aliento, salí casi corriendo.   -       ¡¿Quién está allí en medio de la noche?! — Escuché claramente una voz disgustada de mi tía abuela, cuando llamé a la puerta. — Si no respondes, ¡tomaré un arma! -       ¡Abuela, es Natalia! — Respondí, imaginándome cómo ahora me clavará en costado la boca de una vieja pistola de dos cañones. -       ¡¿Natalia?! — el cerrojo tintineó y la puerta se abrió, salpicándome con el olor a panes horneados y algo tan sorprendentemente doloroso y cómodo que solo las casas viejas pueden oler. — ¿Por qué viniste por la noche?   Casi me arrastró adentro e inmediatamente encendió la luz. La abuela acababa de despertar, vestida con un camisón de algodón blanco, con el pelo gris suelto y calcetines de lana cálidos. Me miró con ojos negros penetrantes, diciendo:   -       ¿Por qué has hecho esto, querida, has perdido completamente el miedo? ¿Y si te encontraras con una mala persona por el camino? -       ¡Ay, abuela, no exageres, aquí está tranquilo, como en un cementerio! — exclamé y la abuela se santiguó: -       ¿Qué estás diciendo? Nada más que a ti se te ocurre una cosa así... -       Pensé que llegaría antes, pero hubo un accidente en la carretera. Estuvimos de pie durante dos horas hasta que despejaron la pista; me quité las zapatillas y moví la nariz. — ¿Horneaste pasteles? -       ¡Sí, con requesón! — la abuela se apresuró de cerrar la puerta, luego me dio un cálido abrazo. — ¿Pero, por qué te quedas en la puerta? ¡Entra!   Ella fue a la cocina y sentí el sonido de los platos, me quité la sudadera, me miré en el espejo viejo y opaco y negué con la cabeza:   -       ¿Y todavía quieres pasteles, Natalia? mira la hora que es... Entra en razón. -       ¿Qué estás murmurando ahí? — La abuela miró fuera de la cocina, atándose la cabeza con un pañuelo. — ¡Come mientras tu boca esté fresca! Se acostumbraron a morirse de hambre en sus ciudades... Y luego caminan como gallinas hambrientas, azules de hambre y flacas. -       Aún estoy lejos de parecerme a una gallina flaca, — miré hacia mi figura, pero el olor a horneado atraía impíamente, borrando todos mis esfuerzos por una alimentación saludable a base de ensaladas y vegetales. -       ¿Sabes que vinieron algunas personas y querían comprar la casa de Ana? — la abuela encendió el fuego en la estufa y puso la tetera. — Qué extraño... -       ¿Y cómo podía saber? - Me lavé las manos en brillante lavabo. — ¿Me has llamado aquí para esta ocasión? -       Por esto y porque te he echado de menos — asintió la abuela. — Les dije que la casa no está en venta, pero me persuadieron, fueron muy insistentes, también me prometieron mucho dinero. -       Interesante. ¿Cuánto es "mucho dinero"?   La abuela me susurró la cifra al oído y casi me caigo del taburete.   -       ¿Puede que no lo hayas entendido correctamente? -       Bueno, ¿crees que soy tonta? — la abuela se indignó, acariciando con irritación el delantal. — ¡Aunque tengo ochenta y seis años, mi cabeza todavía funciona muy bien! -       ¿Por qué necesitan una casa en un desierto así? — Yo estaba impresionada. — Sí, ¿y por esa cantidad de dinero? ¿O es que hay un tesoro que está enterrado allí? -       ¡Qué tesoro ni ocho cuartos! — la abuela suspiró profundamente. — Tu abuela Ana ha trabajado toda su vida en el establo, no era precisamente una condesa, para enterrar tesoros. -       Entonces no entiendo nada. ¿Por qué iban a hacerlo? ¿Por esa cantidad? Podrían comprar un chalé de lujo, no una casucha abandonada... -       También yo pienso igual. Y todavía tienen un aspecto... ¡El mayor tiene ojos como témpanos de hielo! Me mira, y en mi columna vertebral, siento escalofríos. Como si me hubieran arrojado nieve por el cuello. Labios delgados, con gestos enojados, cabello erizado, ¡realmente parece un diablo! -       ¿Y el segundo? — Siempre me sorprendió la habilidad de la abuela para describir a las personas. — ¿Que está mal con él? -       Y el segundo es mucho más joven, como de tu edad. Hermoso, eso sí, pero... Sombrío, silencioso, y sus ojos son tan profundos como dos tumbas. Como un lago sin fondo. Cuando miras el agua de un lago así, parece limpia y clara, de un color verde cristalino con destellos azules, pero no... es como si fuera de un pantano en el bosque... El rostro sin afeitar, el cabello largo, espeso y enmarañado como la crin de un caballo salvaje y del tamaño de un poste. -       ¡Bah! — exclamé riendo. — ¡Qué clase de descripción más perfecta! Parece una fotografía... -       ¡No son buenos, son personas extrañas! ¡Yo siento eso! — La abuela vertió té aromático en tazas y puso un tazón de tartas sobre la mesa. — Me asusté y decidí llamarte, dijiste que tu prometido sirve en la policía -       No es mi novio, sino un amigo, — la corregí. — Y ahora se ha ido, se fue de vacaciones. -       Entonces vete a casa, no tienes por qué meterte con ellos — dijo la abuela con impresionante fuerza en la voz. — Y les diré que te fuiste al extranjero. -       ¿Quizás será mejor venderla? — Tiré yo el anzuelo a mi abuela. — ¿Para qué la necesito? Está vacía, solo el viento y los ratones caminan dentro de la casa. No viviré allí y tú tampoco la necesitas. -       No, — abuela frunció los labios. — Mientras que yo esté viva, esto no sucederá. Dije todo. Es mi última palabra. Aunque tú eres su legítima dueña, pero si decides vender, me acostaré en el umbral y no dejaré entrar a nadie. Mucho menos, ¡a estos dos vampiros endemoniados! -       Bueno, ya, está bien... Cálmate — le acaricié la mano. — Si no quieres venderla, entonces, será como quieres. Cambiemos de tema.   Hablamos un poco más y la abuela me envió a la cama. Poniendo una olorosa y limpia sábana en suave colchón de plumas, dijo:   -       Aunque no eres del todo mi nieta, ya que soy sólo tu tía abuela, eres mi niña querida, eres todo lo que tengo. Sabes que nunca tuve hijos. Por eso, quiero que me comprendas y no te ofendas. Heredamos esta casa de mis padres, y como yo me casé primero y fui a vivir a la casa de mi esposo, mi hermana Ana, tu abuela, se quedó a vivir en la casa. La heredaste tú, y por mucho que yo quisiera que las voces de los niños volvieran a sonar en esta casa y que volviera a ser como antes, cálida, alegre y acogedora de nuevo, está claro que esto nunca sucederá. Pero tampoco quiero ver extraños allí. Deja que muera conmigo. -       Esta es tu casa, aunque tengo las escrituras, — contesté, sintiendo por dentro las uñas de los gatos invisibles rascándome el alma. — Es tuya y siempre será tuya. Haz lo que quieras con ella. — y le di un beso. La abuela me abrazó con fuerzas y me soltó el cabello. -       Oh, mi niña... Déjame verte... Que hermosa eres... Cómo te pareces a mi hermana... Su mismo cabello, rubio con destellos rojizos, ambarinos ojos rasgados con salpicaduras verdes y esa esbelta figura, realmente pareces un hada... Lo extraño es que teniendo la edad de 26 años y siendo tan bella, no tienes novio. En mis tiempos, las chicas se casaban a los 15 o 16 años y a tu edad, ya tenían varios hijos... -       Ay, abuela, pero los tiempos han cambiado... Tú sabes mejor que nadie que dediqué toda mi vida a los estudios y deportes... Tuve que salir de equipo de tiro de arco para terminar de pagar mis estudios y tú sabes que me gustaba mucho, de hecho, tengo varias medallas de oro... Pero aún sigo practicando, ahora entreno a los jóvenes... Y tenía que graduarme en Universidad... ¿De qué novio me hablas? Simplemente, no tenía tiempo para eso. No te preocupes, ya aparecerá alguien... Verás. — Y volví abrazar a la anciana, que era toda la familia que me quedaba. -       Vete a la cama ya. Ya es pasada la medianoche, - la abuela suspiró tristemente y se santiguó. - Se supone que la gente duerme a esa hora y no despierta fuerzas inmundas.   Me acosté en una suave cama de plumas y al instante me quedé dormida, inhalando el olor a ropa limpia y perfume de flores de jazmín que entraba por la ventana abierta.

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