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1065 Words
Un pesado silencio cayó entre ellos, roto sólo por el susurro del viento y el crujido del fuego en la chimenea. Finalmente, Drage apretó el hombro de Glenn con firmeza. - La amaste con toda tu alma, Glenn. Y aunque no estuviste allí como querías, llevas contigo su memoria - Drage lo miró a los ojos, buscando transmitirle el apoyo de siglos compartidos - Quizás eso no enmiende los años, pero sí prueba la verdad de tus sentimientos. - Altheas fue el más perjudicado.. .- dijo el elfo. Glenn respiró profundamente, como si el peso de los recuerdos fuera tan real como el aire que compartían. Su mirada se mantuvo fija en la ventana mientras hablaba, con voz apenas contenida. - Durante muchos años, mi relación con Altheas fue… distante - comenzó, con una amarga sonrisa - Nos encontrábamos en el salón de consejo de los humanos, entre estrategias y tratados, pero nunca como padre e hijo. Él creció viéndome más como un consejero del reino sobrenatural que como alguien de su propia sangre. Drage se mantuvo en silencio, permitiendo que Glenn descargara aquella historia tan llena de pena. - Altheas llegó a respetarme mientras trabajamos con el anterior emperador, luego con su hijo y el actual emperador, pero siempre de esa manera fría y protocolar - continuó Glenn - Él buscaba su propio camino y yo, que debería haber estado guiándolo como su padre, lo hacía en cambio desde la distancia, aconsejando a otros, pero incapaz de acercarme a él. Durante tres generaciones, Altheas ha servido a la familia imperial, viendo pasar los años como una sombra, atrapado en su rol de consejero sabio mientras sus propios deseos y afectos se iban desvaneciendo sólo por cumplir mi solicitud. Drage, con su serena presencia, esperó. Sabía que había algo más, una chispa que había cambiado esa rutina y no tuvo que esperar mucho para oírla. - Cuando nació la princesa… todo cambió - Glenn se giró para mirar a Drage a los ojos, su expresión cargada de significado - El emperador me llamó, desesperado, al enterarse de la marca que la niña llevaba en su piel. Una marca antigua, una que reconocí al instante. Drage se irguió, sintiendo el peso de aquella revelación y la conexión entre él y aquella princesa, destinada desde el principio de los tiempos. Glenn, dándose cuenta de la reacción de Drage, prosiguió: - Entendí que la niña era tu compañera, Drage - Su voz se suavizó - La profecía que nos hablaba de la unión de los reinos a través de una alianza sagrada estaba frente a nosotros. Esa marca en su piel era la señal que había esperado durante tanto tiempo, algo que supe que no podía ignorar. Drage frunció el ceño, todavía procesando las implicaciones, mientras Glenn continuaba. - Había llegado el momento de que Altheas asumiera una nueva responsabilidad, una que no sólo era parte de su herencia como humano, sino de su deber como guardián, la sangre élfica que llevaba. Hablé con él en privado y aunque nuestras conversaciones solían ser tensas, esta vez le hablé como su padre. Le expliqué que la princesa no era sólo la heredera del imperio, sino la futura compañera del dragón n***o. Necesitaba prepararla, protegerla, educarla en todos los campos y convertirla en una líder digna para ti. Drage suspiró, asimilando la profundidad de las palabras de Glenn y lo que eso implicaba. Tras un silencio pesado, alzó la mirada y lo observó. - ¿Cómo tomó Altheas esta misión? ¿Aceptó sin cuestionarte? Glenn sonrió, una mezcla de orgullo y tristeza reflejándose en sus ojos. - Al principio, claro que dudó. Preguntó por qué una misión tan importante recaía sobre él, sobre todo porque nunca lo reconocí como mi hijo. El por qué debía volverse tan cercano a una bebé que acababa de nacer. Además, nadie sabía si estabas vivo, aunque la piedra de vida seguía pulsando. Con el tiempo, comenzó a entender su rol y aceptó su misión. Altheas la ha entrenado y protegido con una devoción que, en el fondo, lleva en la sangre. Él sabe que al protegerla, protege también la única oportunidad de cumplir el propósito más alto que la profecía augura. Drage asintió, con un brillo de respeto en sus ojos. - Y tú, Glenn… nunca has dejado de ser leal a mí, incluso al costo de tu relación con tu familia. No te merecías perderla por cumplir con ese deber. Glenn bajó la cabeza, sus dedos rozando el brazalete de unión que seguía portando con orgullo. - Lo único que lamento, Drage, es no haber tenido más tiempo para ser el padre que él o Thalias necesitaban. Pero si mi deber hacia ti y el reino puede redimir algo de esa deuda… entonces todo ha valido la pena. Drage le puso una mano en el hombro, ofreciéndole un apoyo silencioso. En ese momento, entendió que, aunque su pasado estuviera lleno de traiciones y distancias, había almas como la de Glenn que, a pesar de todo, habían dado sus vidas y corazones para mantener viva su lealtad y fe en el vínculo sagrado que aún los unía. - Habla con ellos - pidió el dragón - No cometas los errores que cometimos nosotros. Ellos son tu familia... Glenn asintió lentamente, las lágrimas resbalando silenciosamente por su rostro. No dijo nada más, pero el peso de su dolor se sentía un poco más ligero, como si al fin, después de tantos años, hubiera encontrado algo de paz al compartir esa verdad. - Lo intentaré. Lo prometo - murmuró el elfo y su voz se quebró ligeramente - Es difícil, no sé cómo acercarme. Pero… intentaré cambiar, por ellos. Quizás aún no sea tarde para darles un padre y no sólo un jefe. Drage esbozó una sonrisa leve, llena de aprobación y afecto. - Nunca es tarde, Glenn. El que hayas vuelto aquí y sigas de pie, fiel a tu misión y a tus seres queridos, es una prueba de ello. Ambos se miraron en silencio, el peso de los siglos compartidos reflejándose en sus ojos. Al final, Glenn dejó escapar un suspiro y dio un leve asentimiento. - Descansa, Drage. Después de quinientos años, creo que ya has ganado algo de tranquilidad, al menos por esta noche. Drage asintió, mirando a su amigo con una expresión de paz que pocas veces había sentido en siglos.
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