A la mañana siguiente, llegué a la oficina con la sensación de que me encontraba en una zona de guerra. Aún no había visto a Alejandro, pero imaginaba que el enfrentamiento de ayer en la cafetería no iba a quedar en el olvido tan fácilmente. Me debatía entre mantenerme firme en mi postura o disculparme por haberlo confrontado frente a Zouse. Pero, ¿por qué debería disculparme? Era Alejandro quien había irrumpido en una conversación privada, pensando que podía controlarlo todo. Cuando entré en mi oficina, lo primero que noté fue un ramo de flores sobre mi escritorio. Eran rosas rojas, y a su lado había una pequeña tarjeta. La tomé con cierto recelo y leí el mensaje: "Para recordar que en esta batalla, tú tienes la última palabra. —Alejandro" Sentí una mezcla de emociones al leer la nota.

