6. Confrontación y Desafíos.

561 Words
Al día siguiente, entré en la oficina con una mezcla de ansiedad y determinación. Ya estaba decidida a mantener las cosas en orden y dejar en claro que no permitiría que ninguno de los dos se entrometiera en mi vida ni en mi trabajo. Pero al abrir la puerta de mi oficina, me encontré con un ramo de rosas rojas en mi escritorio, y una tarjeta con un mensaje breve, pero directo: "Para la mujer que desafía hasta al más arrogante de los hombres. A." Mi corazón dio un vuelco. Alejandro. Este era su estilo: directo y con un toque de arrogancia que lo hacía tan característico. Pero no sabía si aquello era un intento de reconciliación o una simple estrategia para mantenerme cerca y fuera del alcance de Zouse. Apenas me senté en mi escritorio, mi teléfono vibró con un mensaje. Era de Zouse: "¿Almuerzo juntos? Necesitamos hablar, y prometo que esta vez es en serio. Solo negocios." Suspiré. Parecía que ambos hombres se habían puesto de acuerdo para complicarme la vida. Me incliné sobre la silla, dejando caer la cabeza en las manos, y me di cuenta de que estaba atrapada en una situación que parecía más una novela de intriga y romance que un trabajo real. Pero no iba a permitir que ninguno de ellos dominara mi camino. Acepté la invitación de Zouse, dejando las rosas de Alejandro en un rincón. Necesitaba despejarme y dejar en claro que no estaba dispuesta a caer en sus juegos, ni en los de uno ni en los del otro. El almuerzo con Zouse fue en un restaurante discreto, y cuando llegué, él ya estaba allí, esperándome con una expresión más serena. Parecía genuinamente interesado en tener una conversación madura, algo que no me esperaba. Pero antes de que pudiera siquiera sentarme, él se adelantó: —Quiero que sepas que no pienso presionarte, Anny. Si estoy aquí es porque me importas, pero también porque no voy a dejar que Alejandro te manipule. —Zouse, estoy cansada de todo esto. De ti, de Alejandro… de sus juegos. Si quieren mi respeto, tendrán que ganárselo, y no con estas… intrigas. Zouse asintió, con una expresión que denotaba algo de vergüenza, como si finalmente comprendiera hasta qué punto sus actitudes me habían agotado. —Tienes razón. Pero Alejandro no es de los que se rinden fácilmente. Lo miré, sintiendo que cada vez entendía menos las verdaderas intenciones de cada uno. Sabía que ambos me querían en su órbita, cada uno con sus razones y deseos particulares. Pero, al final del día, solo yo podía decidir qué hacer. De regreso en la oficina, encontré a Alejandro en mi escritorio, mirando el ramo de rosas que había dejado. Me miró con una sonrisa torcida, y supe que había llegado el momento de aclarar las cosas. —No soy tuya, Alejandro. Ni tu competencia con Zouse me interesa. No vine aquí a ser el trofeo de nadie. Él se acercó, manteniendo su mirada fija en la mía. No dijo nada por unos segundos, pero en sus ojos había una mezcla de desafío y deseo. —Entonces, ¿por qué estás aquí, Anny? Lo miré, sintiendo que la pregunta iba más allá de las palabras. Y sin decir nada, entendí que, aunque intentara negar lo que sentía, Alejandro tenía un poder sobre mí que me costaba ignorar.
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