5. Decisiones Peligrosas.

826 Words
Me quedé mirando a Alejandro, tratando de ordenar el caos en mi mente después de ese beso inesperado. Él sonreía, satisfecho y seguro de sí mismo, como si hubiera ganado una batalla invisible. Pero yo no iba a dejar que las cosas fueran tan fáciles para él. Respiré hondo, intentando recuperar la compostura. —Alejandro, lo que acaba de pasar… no cambia nada —dije, aunque hasta yo dudaba de mis propias palabras. Su sonrisa se ensanchó, como si acabara de escuchar el mejor chiste del día. —¿Estás segura, Anny? —respondió, con esa voz baja y ronca que hacía que se me erizara la piel. —Más segura que nunca. Esto es trabajo, y no quiero mezclarlo con… con lo que sea que esté pasando entre nosotros. Alejandro se inclinó un poco más hacia mí, sin apartar su mirada de la mía, hasta que estuve obligada a sostenerle la mirada. —Si de verdad no significa nada, entonces deja de pensarlo tanto. Lo que ocurrió fue… inevitable. Pero si decides ignorarlo, también soy capaz de respetar eso, Anny. Pero no quiero verte con Zouse. Me quedé sin palabras por un segundo, asombrada por su confesión tan directa. Sin embargo, una parte de mí estaba agotada de lidiar con esta guerra de poder. No podía permitirme perder la cabeza por Alejandro ni por nadie más, y menos en medio de un proyecto tan importante. Respiré profundo y aparté la mirada, intentando calmarme. —Entonces, que esto sea claro. Mantendré mi distancia contigo… y con Zouse —le respondí, intentando sonar firme. Alejandro suspiró, y vi algo de desilusión en su expresión, aunque se esforzó en disimularlo. En el fondo, parecía admirar mi determinación, aunque eso solo hacía que su mirada se volviera más intensa, como si me estuviera retando en silencio a cambiar de opinión. Justo en ese momento, la puerta de la oficina se abrió y Zouse entró sin anunciarse. Al vernos, frunció el ceño, y su mirada se desplazó de Alejandro a mí, con una chispa de sospecha que no pasó desapercibida. —Interrumpo algo, ¿verdad? —preguntó, su tono frío y directo. Alejandro sonrió con su típica arrogancia, como si estuviera disfrutando de la situación. —Estábamos discutiendo un asunto de trabajo —respondió, sin apartar su mirada de mí. Zouse se cruzó de brazos y me miró fijamente. —Anny, ¿puedo hablar contigo en privado? Sentí cómo la tensión volvía a acumularse en la habitación, y sin pensarlo demasiado, asentí. Necesitaba aclarar mi posición con Zouse y dejar claro que no estaba dispuesta a seguirle el juego a ninguno de los dos. Me volví hacia Alejandro, quien me lanzó una última mirada desafiante antes de darme la espalda y salir de la oficina. Me quedé sola con Zouse, quien me observaba con una mezcla de frustración y curiosidad. Cuando finalmente habló, su tono fue más serio de lo habitual. —Anny, no puedo creer que realmente confíes en Alejandro. Sabes lo manipulador que es, y te está usando para conseguir lo que quiere. Me crucé de brazos, ya cansada de los constantes intentos de ambos por manipular mis decisiones. —Zouse, déjalo ya. No soy ninguna tonta, y no necesito que me adviertas sobre Alejandro. Ambos están en esto por razones personales, y yo solo quiero concentrarme en mi trabajo. Así que, por favor, dejen de pelear por mí como si fuera un trofeo. Él suspiró, y por un momento, pensé que iba a soltar alguna respuesta sarcástica. Pero en lugar de eso, su rostro se suavizó y me miró con algo de honestidad. —Tienes razón, Anny. Pero quiero que sepas algo. Alejandro no se detiene ante nada ni nadie cuando quiere algo. Y si él realmente te quiere… no dejará que nadie más se acerque a ti. —¿Y tú qué eres, Zouse? —pregunté, sin poder evitar la ironía en mi voz—. Porque hasta ahora, solo veo a dos hombres peleando por ganar una competencia que ni siquiera sé si vale la pena. Él me miró un momento en silencio, y luego su expresión cambió. Vi algo en sus ojos que nunca había notado antes: una mezcla de vulnerabilidad y orgullo herido. —Yo no soy como Alejandro, Anny. Puede que no sea perfecto, pero sé cuándo dejar ir una pelea. Ese comentario me sorprendió, y por un segundo, pensé que realmente iba a dejar el tema. Pero justo cuando creía que la conversación había terminado, él se acercó un poco más, sosteniendo mi mirada. —Pero contigo… —dijo en voz baja—, no estoy seguro de poder rendirme tan fácil. La intensidad de sus palabras me tomó por sorpresa, y de repente, sentí que el suelo se tambaleaba bajo mis pies. Sabía que debía detener esta conversación antes de que fuera demasiado lejos, antes de que Zouse y Alejandro arrastraran todo a un terreno del que no hubiera retorno.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD