Los días que siguieron estuvieron cargados de tensión en la oficina. Blanca se volvió una sombra constante; aparecía de la nada en cualquier momento, observando, juzgando, claramente esperando que fallara en cualquier detalle. Y aunque Alejandro intentaba protegerme y hacerse presente en cuanto podía, sabía que esta batalla debía librarla yo misma. Para empeorar las cosas, Zouse seguía rondando. Su mirada, cargada de intenciones ambiguas, se cruzaba con la mía a cada oportunidad. No me decía nada, no intentaba acercarse directamente, pero podía sentir su presencia como una presión constante. Y eso solo aumentaba mi determinación de demostrarle que no podían hacerme tambalear. Fue en uno de esos días de tensiones acumuladas que finalmente llegó la gota que colmó el vaso. —Anny, ¿puedes v

