Al entrar a la oficina, lo primero que vi fue la silueta de Alejandro en su despacho, mirando hacia la ventana como si estuviera perdido en sus pensamientos. Me detuve en la puerta, observándolo un segundo más de lo que debería. Había algo en él que me atraía de una forma inexplicable, algo más allá de su apariencia o de su poder; era su intensidad, esa oscuridad detrás de cada mirada que me hacía querer saber más, aunque mi instinto me dijera que me alejara. —Alejandro, tenemos que hablar —dije, entrando con paso firme. Él giró lentamente, y sus ojos se iluminaron apenas al verme, aunque se esforzó por mantener la compostura. —¿Sobre qué? —preguntó, intentando sonar casual, pero noté la tensión en su mandíbula. A pesar de sus esfuerzos, siempre había algo en su cuerpo que lo traicionab

