—¿Qué sucedió?. —Pregunto Lucia cuando vio que Liam cargaba a Amalia, ella llevaba una maleta azul y la subió a la camioneta de doble cabina, camino asta ellos un poco preocupada por aquella joven que siempre tenía que pasarle algo.
—Ya sabe, lo mismo de siempre. —Contesto Gabriel, sin ninguna importancia, ya conocían los dos pies izquierdos de la mejor amiga de Angie y estaban consienten que estaría bien en unos minutos como si nada hubiera pasado.
—Gracias Liam. —Dijo Lucia viendo de reojo a su hija que siguió a Gabriel dentro de la casa, ignorando a los tres que se quedaron fuera, aún sentía una presión en el pecho y esperaba que nadie se diera cuenta, por esa razón trato de pasar desapercibida.
Pero su madre la conocía bien y sabía que algo le pasaba, la forma en que entro sin tan siquiera saludarla como lo solía hacer no era normal.
En verdad eso le había dolido tanto, en verdad sentía selos, ella no podía sentir algo así por alguien que acababa de conocer.
—¿A qué sitio iremos?. —Pregunto Gabriel a su padre. —Podemos ir cerca del mirador, amo ese lugar.
Se sentó en una silla mientras observaba a su padre guardar comida para el viaje.
—Yo también lo amo. —Contesto Ángel sacudiendo el cabello de su hijo. —¿Qué te parece si llevamos un amigo?. —Dijo Ángel mostrándole la escopeta que perteneció a su padre.
—Ni lo pienses. —Dijo Lucia cuando entro a la casa, miro en la sala y no vio a su hija, tampoco estaba en la cocina. —¿y Angie?. —Pregunto a su hijo.
—Subió a su cuarto.
—Ángel, ve a guarda, eso sabes que no me gusta que le enseñes esa cosa a los niños.
Coloco las manos en su cintura, mientas comenzaba a tener una discusión, su esposo estaba empeñado en llevar la escopeta mientras ella se negaba a que él lo hiciera.
Angie estaba en su habitación cambiándose la ropa, metida en sus pensamientos a causa de esos sentimientos, era inútil negar que aquel joven con sus ojos de colores no la hubiera cautivado.
Era la primera vez que conocía una persona con heterocromía en los ojos, quedo fascina con el azul y verde de ellos tan intensos para cautivar a cualquiera.
Se miró en el espejo de su habitación, se obligó a sonreír y fingir que ese sentimiento no existía, ella no podía volver a querer, se lo había prometido a sí misma.
Liam dejó a Amalia en el suelo cuando entraron a casa, se quedó escuchando la conversación de la pareja, esa familia era muy entretenida para él.
Un momento podía estar dándose todo el amor y al otro discutir, era normal para los chacones, así era como ellos se expresaban, entre risas y riñas, aunque en ocasiones discutieran el amor siempre ganaba.
Liam solo conocía las discusiones por parte de su padre, la ausencia de él, y la desilusión, alguna conoció ese sentimiento de amor, pero ya lo había olvidado, en su corazón solo existía la nostalgia, la añoranza y la perdida.
—Vamos, mi niño has caso a tu esposa.
Dijo la señora Margaret, quien al escuchar lo que su hijo quería hacer se levantó del sillón para poner orden, ella tampoco estaba de acuerdo con lo que quería hacer, era algo muy peligroso, pensó, ya que irían niños y podía pasar algo muy malo.
Si Lucia no quería que lo llevara, ella sabía la razón.
—Pero mamá. —Ángel trato de persuadirla; sin embargo, ella no escucho su escusa, ni siquiera lo dejo terminar lo corto al instante.
—Pero nada cariño, ve a guardar eso.
A punto con su dedo la escopeta y Ángel salió de la cocina quejándose por arruinar su momento de felicidad.
Aquellas palabras salían de él, como si fuera un niño pequeño al que acababan de corregir.
—Te escuché. — Le grito Lucia a su esposo cuando este subía al segundo piso para guardar la escopeta. —Y ustedes vayan a quitarse el uniforme, tenemos que llegar antes que anochezca para armar las tiendas de campaña.
Comenzó aplaudir llamando la atención de todos y hacía comenzó a empujar a los tres jóvenes que seguían mirando sin decir nada, Gabriel y Amalia comenzaron una carrera a ver quién llegaba antes entre risas y empujones.
Era normal que Amalia estuviera bien, no era la primera vez que se raspaba la rodia.
—Tú también. — Le dijo a Liam queriendolo mover, pero era más pequeña que él, así que fue en vano.
—No estaba en el trato. —Contesto él sin moverse, cruzándose de brazos, sonriendo de lado mientras se apoyaba en la pared.
—Claro que sí, tienes que aprender a leer las letras pequeñas.
Le dio la vuelta y quiso moverlo pero no funciono.
—Odio los campamentos, no quiero ir.
Sus palabras fueron tan serias y con un toque de tristeza recordando algo que hacía odiar los campamentos.
—No pregunte si te gustaría ir, es una orden.
Lucia solo necesito cruzarse de brazos para verse más intimidante, ella no era tan alta, pero la confianza que tenía en sí misma la hacía ver peligrosa cuando se molestaba.
Liam estaba por contestar cuando la castaña baja corriendo las escaleras, vestida con un chor n***o, una camiseta morada, su cabello lo llevaba recogido en un moño.
En su mano llevaba una botella con agua, también usaba un bolso donde llevaba su celular y otros artículos.
—Estoy lista. — Paso junto a Liam, quien inhalo aquel aroma que le gustaba mucho de ella, ese que lo volvía adicto, ya que se sentía en paz.
Podía quedarse ahí sintiendo ese olor, a veces que entraba al baño tomaba el champú y se imagina esos cabellos rizados que bailaban junto con la briza.
No sabía qué le estaba pasando, puesto que eso no era normal en él, a demás que era la primera vez que un champú le gustara tanto o que se sintiera adicto a un olor.
Sofía no tardó mucho en llegar para quedarse con la señora Margaret, ella como siempre estaba pendiente del chalet que aún tenía, por el hecho de que ese fue su primer negocio, nunca quiso deshacerse de él.
Catalina al seguir en el pueblo seguía cuidando y atendiéndolo, ya que de eso sobrevivía.
—Yo quiero ir junto a la ventana. —Dijo Amalia, queriendo mover a Gabriel, trato de sacarlo o moverlo, pero él era más alto y más fuerte a pesar de su corta edad.
—Yo llegué primero. —Contesto dándole un empujón y cerrando la puerta.
Angie estaba a la par de su hermano, mientras que Liam se encontraba a la par de la otra ventada recordando algunas cosas de su niñez.
—¿Puedo ir junto a la ventana?.
Amalia abrió la puerta de Liam, haciendo ojitos de gato, pregunto, esperando convencerlo.
Ángel, al ver que Liam se movía acercándose a su hija, actuó rápido, Ángel no pensaba bajar la guardia.
—Liam siéntate junto a mí, que mi esposa vaya atrás con los niños, ella es más pequeña.
Lucia sabia lo que su esposo estaba haciendo, se detuvo en el momento que subía a la camioneta, lo miro sorprendida, pero no dijo nada, achicó sus ojos con advertencia.
—¿Puedo ir yo padre?. —pregunto Gabriel emocionado. —¿Puedo ir junto a ti?, ¿puedo?, ¿puedo?.
Ángel no le quedo otra opción que aceptar.
En el camino comenzaron a cantar, en la parte trasera del lado del conductor iba Amalia, Angie junto a su madre iban en medio y luego Liam.
Como era ya tarde el sol estaba bajando, a pesar de eso las platicas y las risas seguían en la camioneta.
Gabriel tenía una plática con su padre sobre la granja y las ideas que él tenía, también sobre el huerto comunitario.
—Sería bueno comprar esos terrenos están cerca del pueblo. — Le decía Gabriel a su padre y este se quedó pensativo. —Podríamos cosechar tulipanes o sería mi herencia, podría construir mi casa cuando me case.
Ángel le dio una mirada rápida, su hijo se parecía tanto a él, con esos pensamientos de formar una familia y eso que aún estaba pequeño para él, era un bebe.
—Lo voy a pensar. —Fue lo único que le dijo.
—Piénsalo rápido padre, hay muchos compradores, yo le prometí darle la respuesta dentro de una semana.
Ángel negó por las cosas que solía hacer su hijo.
Amalia le contaba a Angie lo triste que se sentía de saber que su madre se fue sin despedirse, que le dolía extrañarla porque a pesar de lo malo, ella es su madre y la ama.
Deseaba que las cosas fueran distintas que su madre fuera, aunque sea un poquito más como Lucia.
No recordaba que alguna vez salieran de paseo como madre e hija, pero sí le estaba agradecida que le enseñara a cocinar, por lo menos cuando se casara su esposo no se quejaría.
Quería estar con ella y a la vez se sentía bien estar sin ella, ella le dio la vida, pero siempre estuvo ausente y no era porque no pasara en casa, sino que a pesar de estar junto a ella era como si no estaba.
Le dolía pensar que nunca más la volvería a ver, y luego recordaba los gritos y aquellos hombres y se sentía más tranquila.
A demás que siempre le gustaba pasar con esa familia, ellos ya la habían adoptado desde hace tiempo.
Angie le daba apoyo y le hacía ver todo lo malo, Angie no podía entenderla, ella estaba rodeada de tanto amor que no sabía como una persona se aferraba tanto a aquella que te hacía daño.
No sabía que te acostumbras tanto al maltrato, que es lo único que conoces y al final lo vez normal y te acostumbras.
Lucia tomo la mano de Liam, quien miraba a la ventana perdido aún en sus recuerdos. —Deja ir eso que tanto te preocupa, disfruta de este viaje.
Abrió su cartera y le entrego su celular.
—Gracias. —Le dijo muy emocionado.
—Poco a poco te iremos entregando todo.
Ángel y Lucia le habían decomisado muchas cosas, ya que ese fue el trato.
—Tienes el número de Gabriel y Angie. —Le dijo lo más suave posible y le guiño un ojo.
Liam miró a la castaña y se preguntó por qué todo era tan complicado.
Una moto pasó junto a ellos a toda velocidad tocando el claxon.
Ángel maldijo al conductor, ya que le dio un susto, él iba un poco distraído con la conversación que llevaba con su hijo, sintió que su estómago se le revolvió cuando casi se sale de la carretera pensando que alguien los iba a impactar.
—Cuidado señor Ángel, no quiero morir virgen. —Dijo Amalia agarrándose de la puerta y del asiento.
—Por esa razón odio a los motociclistas. —Comento Angie — Se creen dueños de las carreteras.
Ángel miró a su hija por el retrovisor y Liam se inclinó un poco para verla.
— ¿qué?. —Pregunto ella al ver como los dos la miraban.
Su madre comenzó a reír porque había ofendido a su esposo otra vez.
—Un motero conoce el camino y lo respeta.— Dijo ella aquellas palabras que su padre a veces mencionaba.
—Con el tiempo un verdadero motero conoce la diferencia entre saber el camino y respetar el camino.
—Liam y Ángel hablaron al mismo tiempo para corregirla.
—Yo qué dije.
—Nada hija olvídalo, no sabes nada de motos, pareciera que no fueras mía.
Ángel quiso molestar a la castaña, ya que ella comentó sobre los moteros sabiendo que él era amante de las motos.
—Me negaste, ¿ya lo olvidaste?, me negaste que me parezco a ti.
Angie se colocó en medio de los asientos para comenzar a discutir con su padre.
—Nunca te negué, no digas eso.
—Me sigues negando y por eso me parezco a ti. —Ella mordió su brazo y le saco la lengua. —Me seguirás negando y me seguiré pareciendo a ti, aunque no te guste.
Ángel la tomo del rostro y le planto un beso en la mejilla.
—Eres igual a tu madre, ahora siéntate no quiero tener un accidente.
—Obvio que me parezco a ella, me negó igual que tú.
—Angie, deja de decir que te hemos negado. —Lucia la vio más seria, ella no quería jugar ese juego. —Si alguien más te escucha, creerá que es cierto.
—Gabriel me niega como hermana, Amalia me niega como su mejor amiga, tú me niegas, mi papá me niega, todos me niegan.
Comenzó a dramatizar.
—Nadie te quiere. —Dijo Gabriel.
—Todos te odian. —Siguió Amalia.
—Me comeré un gusanito. —Hablo otra vez Angie. —Le quito la cabeza, le saco lo de adentro…
Angie comenzó a sentir un mal olor igual que todos.
—¿Quién se va cagando?. —Pregunto Gabriel tapándose la nariz.
Ángel comenzó a reír cerrando las ventanas y bloqueándolas. — Vamos inhalen, ayúdenme a terminarlo.
—¡Ángel!. —Grito Lucia también tapándose la nariz.
—¡Papa!. —Grito Gabriel y Angie.
—¡Voy a vomitar!. —Amalia comenzó a tener arcadas y a Ángel no le quedo de otra que detenerse y dejar que todos salieran.
Liam, Angie y Amelia se alejaron para vomitar, Liam porque de verdad no aguanto el mal olor como Amalia y Angie por ver a los dos vomitando.
Ángel estaba muerto de la risa sobre el suelo, y ver lo feliz que estaba su esposo Lucia comenzó a reír junto a él, su risa era contagiosa y hace tiempo que no lo veía reír tanto más con todo lo que estaba pasando.
—Creo que tenía gas de la risa. —Dijo Gabriel al ver a sus padres tan feliz.
—Me debes un almuerzo padre. —Dijo la castaña sacando su botella y tomando de ella.
—A mí me debe el desayuno, no solo el almuerzo. — Grito Liam a lo lejos sosteniéndose el estómago.
—Me debe un riñón, creo que asta el hígado vomite. —Dijo Amalia sosteniéndose en la camioneta.
—No recuerdo haber comido zanahoria. — Liam llego asta donde ellos y se tiró en el suelo sintiéndose débil.
—Son unos exagerados, no olía tan mal. —Ángel volvió a reír un poco más. —No saben como me lo estuve aguantando, pero ya no pude más. — Volvió a reír mientras todos lo miraban.
—Vamos amor, ya casi no se ve nada.
El sol estaba por esconderse y haberse detenido les quito mucho tiempo.
—¿Qué hace el aquí?. —Pregunto Angie al llegar al final de la carretera.
Elijan, el hijo de Sofía, estaba de pie recostado en una moto.