capítulo 3

2852 Words
VIAJE AL PUEBLO Desde que Liam hablo con Lucia ya no había salido de casa, su padre no lo molesto con eso de continuar estudiando o que buscara un trabajo, se sentía relajado, sin presión. Esa mujer lo hizo sentir de una manera que él reconocía, la única persona que logró hacerlo sentir así, era su madre, ese sentimiento era el que una madre da a su hijo. La manera en como se comunicaba con los ojos, con las manos, esa sonrisa que le daba un sentimiento tan cálido que solo una madre te puede brindar de sentir que se te reinicia la vida después de una larga charla. Era como si su madre le diera una lección llevando un consejo oculto. Liam empezó a empacar todo lo necesario, desde ropa hasta todo lo de uso personal, en el fondo él quería salir de ese camino, aunque su padre no tenía el conocimiento que en las últimas peleas de Liam era porque el chico solo defendí a unas señoritas de unos asquerosos hombres que las estaban acosando. —¿Tienes todo listo?. —Su padre lo sacó de sus pensamientos entrando a la habitación. —Nos esperan. —Liam solo movió la cabeza poniéndose de pie para tomar sus maletas y salir de su habitación. El pueblo solo estaba a dos horas, si necesitaba algo regresaría. No se sentía preocupado, solo serían unos cuantos meses y el tiempo pasa volando, eso del trato para él solo era una actuación, quería seguir el juego, esta vez, él tenía pensado en cambiar su vida. Viajar, retomar sus estudios o trabajar. No era un chico malo que buscaba problemas, la verdad es que los problemas lo buscaban a él. Ya estaba cansado y sabía que su madre estaría molesta si viera lo que estaba haciendo con su vida. Él deseaba en salir de la ciudad, solamente quería ahorrar un poco claro, si rechazo todos los viajes de su padre era solo para llevarle la contraria, quería verlo molesto. No esperaba que esa mujer llegaría a su casa a ofrecerle un trato que cambiaría su vida, siguió el juego y como bien decía su madre, «no juegues con fuego porque te puedes quemar». —Hola —saludo Lucia dándole un abrazo haciendo que Liam se sonrojara por la actitud tan cariñosa de la mujer y otra vez ese sentimiento de amor llego a él, hace tanto que no recibía un abrazo o una sonrisa llena de alegría. —¿listo?— Lo ayudó a acomodar sus cosas, para acomodarse en los asientos y salir directo al pueblo. —Llegaremos para la cena —hablo el castaño viendo al chico por el retrovisor, Liam miraba por la ventana perdido en sus pensamientos, aquellos que siempre lo atormentaban. La música era lo único que sonaba en el auto y la voz de aquella mujer esposa del castaño que cantaba como los ángeles. El amor se miraba a leguas, la forma en que se tomaban de la mano y en como hablada el uno del otro, de repente un sentimiento se hizo presente, un sentimiento de nostalgia. Raúl a pesar de tener mujeres, él seguía amando a la que fue su esposa, se sentía culpable por no respetar la memoria, era hombre y como tal tenía sus necesidades. Después de dos horas llegaron, a lo lejos se podía ver una hermosa casa con los años, fue remodelada, ya no era la misma donde creció el castaño, pero las reglas y el olor era el mismo. La oscuridad calló sobre ellos, solo se escuchaba el canto de los grillos y algunos animales, al bajar del coche Liam sintió aquella brisa besar sus labios dándole un mensaje «todo va a cambiar» cerro los ojos para disfrutar como recorría todo su cuerpo mandando una electricidad a cada una de sus células. —¿Estás bien? —pregunto el castaño con una sonrisa al ver a Liam disfrutar del aroma y de la brisa —pasemos. Liam movió la cabeza —si todo bien, está muy fresco aquí —contesto para seguir a la pareja y su padre. —¿Qué es ese olor? —pregunto Raúl acercándose más a la casa. —parece que están cocinando y huele delicioso. —la pareja lo miro con una sonrisa. Ellos sabían que su hija seguía el mismo camino que ellos, era muy buena cocinando a pesar de su corta edad, en cambio, su hijo era feliz con los animales y a su corta edad trabajaba mejor que su padre en aquel tiempo que él ayuda a su abuelo. Entraron encontrándose con la mejor imagen, su hija bailaba al son de una bachata mientras preparaba unas tortillas —Castaña —hablo su padre, pero la chica no respondió ni se dio cuenta de la presencia de ellos. Lucia miró a su esposo con una sonrisa.—tiene los audífonos, no te escucha. —camino hacia su hija y la tomo del hombro para darle la vuelta. El corazón de Liam comenzó a querer salirse del pecho al ver aquella castaña. Si en su momento le pareció gracioso verla bailar moviendo de esa manera las caderas al ver su hermoso rostro, esos movimientos le pareció muy excitantes. Sus pensamientos desaparecieron por completo, en ese momento solo se concentró en recorrer todo el cuerpo de esa castaña, desde sus ojos color miel hasta sus mejillas rojas por la calor del fuego, esas pestañas pobladas y largas que resaltaban sus ojos su cabello castaño, esa era la razón por la que su padre se dirigía a ella como castaña. —Angie. —fue lo único que escucho de toda la conversación, la cena concluyó, pero él no se sacaba de la cabeza ese hermoso nombre. «Angie» definitivamente ella era un ángel para él, como podría estar seis meses viviendo con ella, había estado con mujeres mayores, de la misma edad y hasta menores, ninguna de las tantas mujeres con las que estuvo lo flecha de esa manera. Verla sonreír y escuchar esa voz lo hacía sentir incómodo, pero no de la manera en que no le gustara al contrario, quería seguir escuchándola. Eso no era bueno, esa era la razón de su incomodidad, no podía pensar en querer tener una relación con ella, no quería sentir eso que estaba sintiendo. No podía entrar a un juego donde su corazón podría salir perdiendo. Ella podría salir lastimada. Su cara en todo momento fue de incomodidad, no mencionó ni una sola palabra y no quería levantar la mirada, solo miraba debes en cuando al castaño y a Lucia que estaba a un lado de él. —Bueno, creo que todos estamos cansados —hablo Ángel para levantarse de silla mientras los demás imitaban su acción — los llevaré a sus habitaciones. La casa fue remodelada, tenía 5 habitaciones, agregaron una habitación en la primera planta con baño incluido para su abuela, así no tendría que estar subiendo gradas. Otro baño para la invitada o visitantes. En la segunda planta estaban 4 habitaciones y un baño, la habitación más grande también tenía un baño, agradaron la cocina y la sala un poco más. Tenía una puerta trasera, ya no necesitan dar la vuelta, la antigua casa era más pequeña con poco espacio, eso impedía que en ese tiempo tuvieran una puerta trasera. —Esta será tu habitación Liam —para Liam la habitación era pequeña, aunque para la familia le estaban dando la mediana — me gustaría hablarte sobre algunas reglas. —aunque trato de sonar calmado, Liam percibió el todo de advertencia del castaño. —Claro, soy todo oídos —dijo Liam mostrando una sonrisa, sabía que una de esas reglas incluía la Castaña. —Primera regla, aquí hay horarios donde se sirve el desayuno, almuerzo y cena, también hay toque de queda. Segunda regla, desde las 5 de la mañana hasta las 5 de la tarde se trabaja. Tercer regla, no quiero problemas en esta casa y sabes a qué me refiero como puedes ver, mis hijos y mi abuela viven de una manera tranquila, estas son las más importantes, mi hijo Gabriel te enseñará las demás reglas y lo demás de la granja. Liam pensó que no diría nada sobre su hija y se sintió tranquilo cuando el castaño estuvo por salir. —Una cosa que es la más fundamental. — Se acercó a Liam, que es un poco más alto que él. — Aléjate de mi hija, me di cuenta como la mirabas. El cuerpo de Liam se puso tenso, creyendo en que momento se dio cuenta, si él miraba a la castaña mientras nadie ponía atención o eso es lo que él creía, aunque se mantuvo lejos de mirarla, hubo unas ocasiones que se perdió viéndola era inevitable con esos ojos color miel que resaltaba sus labios rosa. —Mis hijos son mi tesoro, ella no necesita problemas. El castaño no quiso ser duro con el chico, pero estaría viviendo unos meses juntos y sabía por experiencia que eso era una tentación si él ponía los ojos en su hija. —No se preocupe, señor, jamás faltaría el respeto al que me tendió la mano. —Liam se muestra sumiso al castaño en ese momento piensa que no es buena idea quedarse mucho tiempo, pero, por una parte, siente que puede defraudar a su madre, a o Lucia, si se rinde y se retracta. —Liam, mi esposa dice que eres un buen chico, tus antecedentes hablan lo contrario, tu actitud me sorprende, no quiero juzgarte antes de conocerte, así que espero que mi esposa no se equivoque. —Ángel sale de la habitación hacia la de su hijo para darle la orden de lo que hará durante todo el tiempo en que el nuevo inquilino se encuentre es esa casa. —¿Estás segura? —le pregunta el castaño a su esposa que lo mira con amor. —siento que esto no es buena idea. —se sienta en la cama pasando una de sus manos por el cuello. —Estoy segura. —contesta mientras se acomoda detrás de él para darle un masaje. —sabes que no me equivoco, no sé ¿Por qué Piensas que no es una buena idea?. —Vi como la miraba, reconozco esa mirada. —confesó Ángel a su esposa. — ella todavía es una niña. —Ya veo, eso es lo que te preocupa. —Lucia baja de la cama, se coloca sobre él quedando frente a frente. —tienes miedo de que ellos vivan lo mismo que tú y yo vivimos. —le da una sonrisa acariciando las mejillas de su esposo —tú y yo ya éramos mayores de edad. —Lucia comienza a reír sobre lo protector que era su esposo. —En unos meses ella lo será —el castaño siente como un balde de agua fría recorre su cuerpo. —confía en nuestra hija —confío en ella, pero no en él —Ángel comienza a besar a su esposa para perderse en esos labios. — Él la miro …—no termina de decir y su esposa solo se ríe por la actitud de su esposo callándolo con más besos —shhh —calla su esposa. —deja que tus hijos vivan su vida, nosotros ya vivimos la nuestra, solo recuerda que estaremos para ellos. —su esposo no dice nada envolviéndose en los brazos de ella, dejándose llevar por el deseo. Era de madrugada exactamente las 2 y Liam no había pegado el ojo, no dejaba de pensar en que sería de su vida en los próximos meses, las palabras del castaño rondaban por su mente. — No te metas en problemas — se dijo mientras se levantaba de la cama y se dirigía a la puerta, tomó una caja de su mochila y se dirigió a la entrada principal. Afuera de casa saco la caja que contenía unos cigarros y un encendedor, prendió uno de los cigarrillos y pensó en voz alta. —Te extraño mamá, perdona por no seguir el camino que querías. Comenzó a sentir un nudo en la garganta y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, pero su ego era más grande que solo respiro hondo y no permitió que ni una sola lágrima resbalara, se tragó el nudo y siguió perdido en sus pensamientos; pensamientos que fueron interrumpidos. —¿Papá no te dijo que está prohibido estar afuera después de las 8?.— hablo la Castaña que estaba en el marco de la puerta. — tenemos toque de queda. — ella le dio una sonrisa y se acercó a él — también está prohibido fumar. — le dijo mirando las colillas en el suelo. Liam tiró la colilla al suelo y sin decir nada entró a la casa, él solo quería aire fresco, ordenar sus pensamientos, pero había sido interrumpido por la castaña. —Solo quería ser amable. — dijo ella tomando las colillas para que su papá no se diera cuenta. Liam la escucho y dio media vuelta solo para ver como ella limpiaba su basura, ese acto le pareció tierno, ella era igual que Lucía de tal madre, tal hija. Dio toda la vuelta para ayudarla, pero el poco viento que hacía movió el cabello de la castaña y un aroma a coco llegó a él. Cerró los ojos y sintió como su corazón se aceleraba, detuvo su paso y decidió huir de ese sentimiento que era nuevo para él. Liam se dirigió a su habitación mientras que la castaña pasaba la escoba, se decidió a no dejar rastros de que alguien había fumado, al haber terminado entró a la casa cerrando bien la puerta y dirigiéndose a su habitación que quedaba pasando la habitación de Liam. Al pasar vio la puerta medio abierta, logró verlo acostado en la cama, tenía las manos sobre su cabeza. Tenía ganas de conocerlo mejor, pero él demostró que él no tenía ganas de conocerla, eso la hizo sentir triste, ella sintió algo al verlo y lo sabía a ella le gustó. Liam sintió unos ojos sobre él y quito sus manos, se acomoda en la cama y la vio ahí con una mirada triste, ella tenía la mirada hacia el suelo así que no vio que él la miraba, dio un suspiro y siguió su camino hacia la habitación, Liam se sintió mal al ver aquella chica con esos hermosos ojos tristes. Ignorando sus sentimientos, los dos jóvenes cerraron sus ojos para poder descansar, había sido un día muy largo y pronto el sol saldría. —¿Qué harás para el proyecto?. — pregunto Amalia, la mejor amiga de la castaña. —No tengo la mínima idea. —¿qué? ¿Cómo que no tienes idea? Tú eres el cerebro, yo soy la que no tiene ideas, ese es mi puesto, ¿quién te dijo a ti que puedes quitar mi puesto?. —Yo también puedo decir que no tengo ideas, yo también me bloqueo. — dijo la castaña llegando a un pequeño puesto de tortas —Hola Amalia, Angie. —Hola — saludaron ambas chicas —¿lo mismo de siempre? —Sí, porfa —Angie todo el día te he visto distraída; ¿te pasa algo?… andas en tus días.— susurro Amalia —Noooo. —contestó con rapidez la castaña —Aquí están chicas, dos tortas mixtas, un licuado de galleta y otro de zanahoria con naranja. —Gracias Catita. —No hay de que, para mis clientas fieles, lo que sea. —¿Qué es lo que tiene mi mejor amiga?, ¿por qué esa mirada triste? —Amalia, solo estoy cansada. —dijo la castaña guiñando un ojo y pegando una mordida a su torta. —Fingiré, creerte, bueno, te veo más noche llegaré como a las 7 — Amalia, tomo un camino contrario a la de la castaña. —te veo más noche culito mío. — grito Amalia provocando que la castaña es cupiera el licuado. Su amiga tenía unos cuantos tornillos sueltos, pero así la quería, ella era él rompe cabeza que le faltaba a su vida, es lo que siempre decía. La castaña no estaba triste, solo estaba pensativa como ese chico había llegado y ya le había invadido los pensamientos. —Esos ojos son hermosos.— pensó en voz alta —¿Qué ojos hermosos? —¡Ahhh! — grito la castaña cuando su hermano Gabriel llegó a su lado. — enano me asustaste. —¿en qué ojos bonitos piensas?, Te estuve gritando y no me escuchaste ni siquiera Amalia me escucho. —en ninguno, lo siento, veníamos hablando sobre el proyecto que presentaremos. —Caray, lo había olvidado, tengo examen de matemáticas. —No te preocupes después de que terminemos las tareas de la casa, yo te ayudaré, ¿Cuándo es el examen?. —Mañana a primera hora. —Entonces a correr hay mucho que hacer Y así los dos hermanos tomaron el atajo que los llevaba a casa, en el camino hablaban de como había sido su día y de los nuevos chismes.
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