Liam se encontraba en una banca mirando las nuevas aulas, en una de sus manos sostenía una soda, mientras que en la otra sostenía su celular. La construcción de los nuevos salones ya estaba casi terminado, el muro que dividía la escuela básica con la intermedia superior había desaparecido, frente a él se encontraba una cancha.
Amalia se encontraba jugando futbol con un grupo de compañeras, corría siguiendo la pelota tratando de quitárselas a sus contrincantes. —¡Lía, cuidado tras de ti!. — Grito la castaña haciendo que Liam volviera a la realidad, sus ojos quedaron sobre la castaña, quien estaba parada tras la línea de la cancha animando a su amiga.
—Lía, pásala, estoy libre. —Grito una de las jóvenes. —La pelota salió volando en dirección a Liam, esta golpeo la soda que tenía en la mano.
—Lo siento. —Le grito la joven tapándose la boca.
Angie sabia que aquello no había sido un accidente, aquella joven lo hizo con la intención de llamar la atención de Liam.
Liam se puso de pie para recoger la lata que cayó al suelo por el golpe de la pelota, la joven corrió hacia él para volver a disculparse y eso provoco que la sangre de Angie se calentara. —¡Hey!, disimula un poco. —Le dijo Lia acercándose a su amiga. —Si las miradas mataran…
Angie quito la mirada de donde se encontraba la joven con Liam, ellos aún no se hablaban, ella era tan orgullosa que no tenía el valor de acercarse a él, aún le dolía el rechazo, se sentía avergonzada por confesar sus sentimientos.
—Tengo mis manos en su cuello. —Dijo Angie haciendo mímicas. —Ella pide clemencia mientras apenas puede respirar.
Amalia comenzó a reír. — Oh, Angie, te lo suplico, soy muy joven para morir. —Amalia siguió la broma actuando para ella.
—Eso lo hubieras pensado antes. —La castaña se lanzó sobre su amiga tomándola del cuello mientras actuaba.
Lía reía sacando la lengua mientras Angie la sacudía.
Las dos amigas la estaban pasando bien cuando de pronto una chiquilla llego donde estaban ellas y empujo a Amalia.
—¡Oye!. —Se quejó Angie cuando sintió que la separaban de su amiga.
—¿Qué te pasa niña?. —Amalia le dio un pequeño empujón a la niña.
—¿A ti qué te pasa?, ¿a caso no te han enseñado a respetar?. —Comenzó a gritar la chiquilla del mismo porte que las amigas. — Deja de estar llamándole a mi novio y de estar enviándole mensajes.
—¿Tu novio?. —Angie y Amalia se voltearon a ver con un gran signo de interrogación en sus rostros.
—Si sigues llamándole te voy a arrancar las greñas, estúpida.
Amalia y Angie comenzaron a reír burlándose de la chiquilla, ellas no la conocían, ya que estudiaba en la escuela, así que no tenían idea de quién podía ser el novio de la niña.
—Mira niña, en primer lugar no te conozco, eso quiere decir que tampoco conozco a tu novio y para la edad que tienes me imagino que es un culi cagado igual que voz.
Amalia trató de ignorar a la chiquilla, quiso volver al juego cuando esta tomo de su cabello.
—No he terminado contigo. —Dijo la niña al tenerla del pelo. —Él es mío, solo mío.
—¡Suéltala!. —Angie trato de socorrer a su amiga, Liam había presenciado todo cuando la castaña trato de atacar a la chiquilla, él se interpuso sabiendo que aún ella estaba delicada.
Liam se colocó en medio de Amalia y la niña haciendo que esta soltara el cabello de Lía.
—¿A caso no se pueden defender solas?. —La chiquilla no dejaba de ver a Amalia, quien no entendía por qué esta la atacaba.
—¿Ximena?, ¿Qué haces?.
Gabriel al ver desde la distancia lo que sucedía corrió cruzando la cancha, su exnovia reviso su celular sin su permiso, encontrando los mensajes de Amalia con él, aquellos que se enviaban en horas de clase.
—¿Estás loca?. —Le pregunto acercándose a ella, Ximena verifico el perfil de Amalia y después de tantos días dio con que estaba estudiando en el instituto.
Ni siquiera era alguien de su misma edad ni de su salón de clase, era una persona mayor que él, cuatro años, ¿cómo podía esa joven meterse en su relación?. Se preguntó.
—¿Qué le ves?, tengo más cuerpo yo que ella.
Amalia y Angie estaban sorprendidas, el corazón de Amalia comenzó a tomar un ritmo más acelerado, que parecía que se le iba a salir del pecho. Ella era la novia de Gabriel, ¿aún estaba con ella?… él ya le había dicho que habían terminado.
¿Entonces que estaba pasando?.
—Gabriel, ¿ella es tu novia?. —Amalia le pregunto con dolor.
—No, no lo es. —Contesto él. —Ximena ya te dije que no éramos nada, no tienes derecho de buscar pelea con mis hermanas.
—¿tus hermanas?. —Ximena arrugo la cara viéndolo con asco, ella leyó algunos mensajes y lo que decía no era algo que se dicen los hermanos.
Gabriel no dejo que ella hablara la tomo del brazo y se alejó de los espectadores, Angie comenzó a seguirlo al igual que Amalia; sin embargo, la campana sonó indicado que el receso había terminado.
—¡Gabriel!. —Le grito Angie cuando este se alejaba con la tal Ximena.
Angie miró a Amalia esperando una respuesta de ella, ¿por qué aquella chiquilla la busco?, ¿por qué la amenazo?.
—Pobre Ga, la novia que se buscó, está igual que el sombrerero de Alicia.
Angie no dijo nada, solo observo a su amiga esperando escuchar que decía. —Creo que me confundió.
Amalia se dio la vuelta siguiendo a los demás estudiantes que regresaban al salón. —Gracias Liam. —Amalia se agarró del brazo de Liam, quien las esperaba en el mismo lugar.
Amalia no se quitaba de la cabeza la chiquilla, ¿ella era la novia?, ¿aún lo es?.
No podía negar que aquella niña tenía más cuerpo que ella y que era más hermosa, Amalia no solo se sentía triste, ella estaba furiosa con Gabriel, él le había mentido. Quería enviarle un mensaje, quería llamarlo, deseaba que las clases terminaran para hablar con él.
Angie no dejaba de ver a Liam, ella estaba embobada observándolo pensando en cuál sería la razón de por qué se iba de la casa, aún imaginaba que ella era la culpable.
¿Y si él solo era amable?, ¿talvez ella confundió las cosas?, no, no podía ser eso, ¿O sí?.
—Ya deja de verlo, lo vas a desgastar. —Le dijo Amalia moviendo a su amiga.
—No quiero, que se vaya.
Al final de las clases los cuatro jóvenes regresaban a casa, Angie no dejaba de preguntarle a su hermano sobre la tal Ximena, Amalia no quería preguntar nada, ya que no sabía como preguntar sin verse tan sospechosa.
Gabriel evadió todas las preguntas de su hermana corriendo a casa, se excusó con el cumpleaños de la castaña.
Sus padres los esperaban en casa para así salir todos juntos, el restaurante estaba listo para atender solo a los familiares y amigos más cercanos.
Angie dejó a su hermano en paz, ya que tenía menos de media hora para arreglarse, su madre le había comprado un vestido color vino.
Aquel vestido caía hasta el suelo con una abertura en una de sus piernas, gracias a los tacones no lo arrastraba.
Angie se miró al espejo de la habitación de su madre, verse dentro de ese vestido era increíble, se miraba como toda una señorita delicada.
—¡Por Dios!, estás bellísima. —Lucia usaba un vestido n***o pegado a su cuerpo, este le quedaba arriba de la rodilla, la parte de arriba estaba decorado con lentejuelas. —Solo te falta el maquillaje y serás toda una reina.
Lucia comenzó a maquillar a su hija y arreglarle el cabello, estaba sorprendida de que aquella niña que siempre vestía con ropas cómodas y deportivas ahora se encontraba sobre unos tacones y dentro de un vestido.
Angie se sentía nerviosa, no estaba segura si podría caminar con los tacones, salió junto a su madre caminando en el pasillo y bajando las gradas con miedo de caerse.
Ya que era una ocasión muy especial para todos, Amalia también utilizaba un vestido de color celeste, este era un minivestido de princesa.
Ella salió de la habitación de Angie, con maquillaje natural gracias a Lucia, aunque los tacones de ella eran, más bajitos que los de su amiga, su equilibrio no era muy bueno.
—¡Dios!, espero no caer antes de llegar al primer piso.
Amalia se agarró de la pared bajando con cuidado, Lucia y Angie ya se encontraban abajo.
—¿Dónde están todos?. —Pregunto Amalia mirando a su alrededor.
—Ya nos están esperando afuera. —Dijo Lucia tomando su cartera.
Liam no podía ocultar su ansiedad, se encontraba con un cigarrillo donde estaban los autos parqueados, dio una calada cuando Angie salió de la casa.
No se dio cuenta como carajos, paso, pero comenzó a toser por el humo que se fue por otra dirección. Liam está pasmado por la belleza que bajaba las gradas.
Angie no se miraba como una princesa, ella se miraba como la reina de su maldito mundo. —¡Mierda!. —dijo tosiendo un poco y tirando la colilla.
—No sé por qué, pero eso lo sentí tan familiar. — Dijo la Señora Margaret tomándose del brazo de Ángel. —Me recuerda a una persona.
Lucia sonrió recordando una escena un poco parecida, al ser muchas personas tuvieron que dividirse en dos autos.
Con Ángel viajaba Gabriel y la señora Margaret, ya que Lucia no quería conducir, lepidio a Liam que él lo hiciera, Amalia y Angie decidieron ir juntas.
Liam no dejaba de ver a la castaña, la miraba más a ella que al camino. Angie podía sentir la mirada de él, sin embargo, cada vez que ella lo miraba, él fingía que su mirada estaba en el camino.
Cuando sus ojos conectaban, sus corazones se detenían.
“Me vuelve loco”, pensó Liam al ver la sonrisa que Angie, “¿cómo haré para resistirme?”.
Liam no soportaba más, estar todos esos días evitándola era un reto para él.
Todo marchaba bien, Angie se encontraba feliz, no era lo que deseaba de regalo, pero, sin embargo, era el mejor, pasar con su familia y amigos valía más que un presente.
—¡Tío Alberto!. —La castaña abrazo, aquel hombre que se parecía a su padre, tenía el mismo color de ojos como el mismo color de cabello, a diferencia de su padre, aquel hombre se le notaba la edad en las arrugas de su rostro y en sus cabellos blancos.
—Feliz cumpleaños mi cielo. —Le dijo él abrazándola. —Esto es para ti. —Le entrego una botella de vino.
—No porque hoy esté cumpliendo 18 significa que se va a emborrachar.
—¡Oh!, no, no. —Comenzó a decir Alberto. —Disculpa, es una costumbre en la familia, se le da una botella de vino al cumplir los 18, ella tendrá que abrir esta botella el día de su boda.
Angie imaginó que podría casarse con Liam, ese definitivamente era el mejor sueño de su vida estar en el altar junto a él.
La fista se encontraba en su punto máximo, todos bailaban, cantaban y charlaban a pesar de lo fuerte que se escuchaba la música.
Liam se llenó de valor, se puso de pie acercándose a la castaña, la invito a bailar.
—¿Me haría el honor de concederme esta pieza?. —Lucia estaba encantada con Liam, no entendía por qué si él gustaba de su hija, decidió marcharse.
Él la miraba con amor, con ese deseo de amarla para siempre. ¿Por qué no solo se dejaba llevar?.
—Sí, encantada. —Angie tomo su mano y se puso de pie.
Ángel, no podía hacer nada, él había aceptado a Liam desde hace tiempo, todo lo que Liam hacía por su hija le demostraba que merecía de ella. —Señora, me concede esta pieza. —Le pregunto a su esposa.
—Lo siento, soy casada. —Lucia levanto su mano y le mostró el anillo.
—No tiene por qué enterarse, este será nuestro secreto. —Ángel le siguió el juego.
Liam colocó una mano en la cintura de Angie, con la otra tomo su mano y enlazo sus dedos. —Estás hermosa, la verdad, esa palabra te queda corta. —Le susurro. —No hay una palabra para describir tu belleza, no he podido dejar de mirarte.
—Tú te ves muy guapa con ese traje. —Contesto ella, su piel se erizó al sentir el aliento de Liam sobre su cuello. —No importa como me vea, tú no sientes nada por mí.
Su corazón se estrujó al recordar como Liam la dejo a la espera de una respuesta y de un beso.
—No te das cuenta de como te veo, de que cada vez que te tengo cerca solo quiero besarte, mi lucha es constante, me freno para no llegar a tus labios.
Angie no sabía qué estaba pasando, Liam se le estaba declarando.
—Me vuelves loco, esta forma en la que me enloqueces me agrada, me hace feliz, no sabes como calmas mis ansias cuando me hablas. En verdad lo intenté, intente frenar este deseo estas ansias de probar tus labios.
—Yo… yo…
—Lo siento Angie, pero no puedo aguantar un segundo más.
Liam unió sus labios con los de la castaña, para ella el mundo se detuvo para él, llego al cielo, viajo por el universo, se perdió en el dulce néctar de sus labios.
Todos desaparecieron en ese momento, los miedos, las dudas, la ansiedad, la vergüenza.
Solo estaban ellos dos, aquel beso que ella tanto anhelaba, aquel beso por el que ella suplicó.