Amalia daba vueltas en suelo buscando la mejor posición para dormir, se sentía sola a pesar de estar en la misma habitación que la castaña, talvez era por la razón de extrañar su peluche como le llamaba a Gabriel, no se lo decía, pero sí lo pensaba.
Gabriel se había vuelto su peluche al que podía abrazar y echarle la pierna, aunque tomo la almohada y la abrazo con fuerza no era igual, necesitaba la calor de Gabriel sentir sus brazos rodeándola.
No se sentía acompañada en esos momentos, la habitación se sentía grande y sola aunque no era así, su pecho se llenó de melancolía, comenzó a sentir un nudo en la garganta, aunque estaba feliz con la familia chacón, le hacía falta su madre, su pequeña casa donde creció y tenía sus recuerdos.
Era su madre, a pesar de no comportarse como una, estuvo con ella diecisiete años, no era fácil tirarlos a la basura como quisiera hacerlo.
Gabriel se volvió su mejor amigo en esos días que la castaña no se encontraba, él la reconfortaba y le hacía olvidar las cosas malas. Miro a la cama donde se encontraba, Angie quería ir y abrazarla para no sentirse sola, sin embargo, aún estaba delicada y ella era una yegua en la cama, lo reconocía, ya que muchas veces Angie amanecía en el suelo y ella abarcaba toda la cama.
Tomo la frazada y a pasos lentos de puntilla camino hacia la puerta con todo el cuidado, la abrió y se dirigió a la habitación de Gabriel.
Él se encontraba en el centro de la cama boca arriba con los brazos bajo su cabeza, había estado pensando en esa posición meditando tantas cosas que no se dio cuenta en que momento se quedó dormido.
Amalia estaba frente a el del lado de sus pies, se metió bajo la frazada y gateo sobre la cama dándole un susto a Gabriel.
—¿Puedo quedarme aquí?. —Le pregunto ella encima de él, aun debajo de la frazada.
Gabriel al sentir el movimiento pego un brinco casi saltando de la cama, cuando se dio cuenta de que era Amalia su corazón comenzó a bajar la velocidad de los latidos, levanto la frazada y la vio ahí como un cachorro asustado.
—Sí. — Contesto estirando sus brazos para jalarla hacia él. —¿Solo dormir?. —Su todo de voz era malicioso, juguetón y hasta un poco perverso le dio una sonrisa igual de maliciosa, aunque por la oscuridad Amalia no la noto.
—¿Mmmm?. — Contesto Amalia, un poco confundida por lo que le preguntaba. —Si solo dormir, ¿qué más podríamos hacer?.
—Lo que tú quieras. — Gabriel coloco la mano sobre la pierna de Amalia, jalándola más a él, la giro colocándola debajo de su cuerpo.
—¡Gabriel!. —Amalia se asustó, coloco ambas manos sobre el pecho de Gabriel. —¿Qué haces?.
El corazón de la joven comenzó a latir con fuerza, tenía miedo, pero a la vez confiaba en Gabriel, era una emoción y una sensación muy distinta a la que había experimentado.
Miedo al recordar lo que le hizo su padrastro, miedo a que Gabriel le hiciera algo que ella no quería.
Un hormigueo al tenerlo sobre ella con su cuerpo caliente que le daba una sensación de calidez, tranquilidad y paz, una pulsada entre su entre pierna al sentir algo duro en esa parte, la mano en su pierna le erizo la piel al mismo tiempo que le mandaba unas ondas de electricidad a su vientre.
—Lo que quiero es dormir. —Contesto, su tono de voz estaba lleno de nervios. —Yo solo quiero dormir. —Gabriel no le tomo importancia a lo que ella decía y la beso.
La beso con torpeza, los dos eran unos inexpertos, él quería besarla, ella estaba sorprendida, pero, sin embargo, no lo alejo, trato de seguirle el ritmo, sus labios no encajaban, no como Gabriel lo deseaba.
—Lo siento. —Le dijo él. —Nunca he besado, no sé cómo se hace.
Gabriel se sentía avergonzado, él trató de besarla, como lo miraba en las novelas, en las películas, como veía en las personas cerca de él.
Gabriel quería sentirse grande, no como lo que en verdad era, un puberto con las hormonas alborotadas, desde que Amalia vio su foto y la reacción que ella tomó sintió la necesidad de hacer y decir cosas sexuales.
Se encontraba en la edad donde hablar del sexo era muy interesante, sus amigos y la mayoría de sus compañeros hablaban de ese tema tan a menudo que despertaron en él, la curiosidad.
No quería estar atrasado, ya que lo sentía como otra materia, una en la que sería su favorita.
Él deseó, el llamado lo llevo a probar esos labios que ni en sus locos sueños lo hubiera imaginado.
—¡yo!… —Amalia no sabía qué decir, el hermano de su mejor amiga la acababa de besar, el niño que corría tras de ellas con la cara chorreada que lo consideraba como un hermano la acababa de besar.
El problema era que le gusto sentir los labios sobre los de ella y quería más, quería que volviera a meter su lengua dentro de ella. — ¿Y tu novia?.
—No nos hemos besado, no aún.
Gabriel miraba los labios de Amalia con la poca luz de la luna, temblaban y él no sabía el porqué, tal vez estaba nerviosa, sorprendida por lo que él acababa de hacer o quisas también era su primer beso.
No estaba seguro, los miraba y quería calmarlos con los suyos, sentir los delicados y suaves labios de Lía.
—Yo tampoco no sé besar. —Contento la joven lambiendo sus labios, como provocando a Gabriel, invitándolo, incitándolo a que los haga suyo.
—Entonces tenemos que aprender, enséñame lo que sabes y te enseño lo que yo sé.—Gabriel volvió a unir los labios con los de ella, esta vez tomaron el mismo ritmo, con delicadeza, sin prisa, saboreándose el uno con el otro llenándose de mil sensaciones. Todas nuevas para los dos. Experimentando por primera vez que se siente tener una piel que te acaricie, esa parte que es una de las más sensibles, una pequeña mordida y te hace vibrar de placer.
Estuvieron un tiempo así, unidos por sus labios, tomando aire para respirar debes en cuando, comiéndose a beso, a pequeñas mordidas, queriendo detener el tiempo, cosa que no era posible, se detuvieron asta que el sueño los llamo.
¿Qué era lo que había pasado?, Gabriel la beso y a ella le gusto, no se quejó, no protesto, ella correspondió al beso.
Lo disfruto tanto que no quería detenerse, si la decisión fuera de ella seguiría prendida a esos labios suaves con un sabor a prohibido.
¡Es el hermano de su mejor amiga!, solo tiene catorce años y eso no es tan grave, lo grabe es que lo guardara para ella, será su secreto, uno que no podía compartir aunque quisiera.
Gabriel siempre la vio como la niña más hermosa, la cuidaba y la trataba como una hermana, aunque en el fondo le gustaba su torpeza, su risa tan escandalosa, no la miraba como alguien con quien quisiera estar toda la vida.
No sabía que había pasado, ¿qué lo llevo a eso?, era las hormonas, el cambio en su cuerpo, los temas sexuales lo tenían así.
En ese momento se dio cuenta de que todo lo que quería era estar sobre sus labios, meter su lengua dentro de ella, devorándola y llenándose de otro deseo, uno más intenso explosivo, le dio una mordida antes de decirle que deberían dormir.
Su primer beso, ¿qué diría su hermana?.
Era mejor no decirle, ¿qué pensaría?. No deseaba ocultárselo, ya que ellos eran muy unidos, sin embargo, se sentía un poco avergonzado, no quería que se burlara de él por no saber besar, no quería que se enojara con los dos por hacer travesuras.
Por la mañana Gabriel salió al establo para continuar con la labor, no era mucho lo que hacía por su pie que aún estaba en recuperación, Liam se encontraba de vuelta y era excelente ayudando a Julián.
Pensaba en los labios temblorosos de Amalia, miraba la foto que le había enviado su novia.
Era una foto en ropa interior, tenía la misma edad que él, estaba en la misma clase, tenían los mismos amigos. Una joven de cabello largo y n***o como la noche, experta en temas que él aún ignoraba, él no era su primer novio, la joven ni siquiera era una niña pura.
Su amplio conocimiento lo sorprendía, ella lo llenaba de pensamientos perversos.
Nada que ver con Amalia, ella era mayor que él, pero aún tenía ese aire a pureza, con un toque de torpeza la hacía ver frágil, las dos eran muy distintas.
Su padre no lo educo de esa manera, no estaba bien lo que había hecho, no era correcto jugar con las dos, tenía que ser sincero como sus padres le decían.
Amalia se encontraba desayunando junto a la castaña, Lucia se encontraba con la señora Margaret dándole los medicamentos antes de volver a la ciudad.
—Volveré más noche, necesito que verifiques que tu abuela se esté tomando el medicamento. —Hablo con la castaña. —También tienes que tomar los tuyos, sé que odias estar tomando pastillas, pero es para tu bienestar.
Angie arrugó la nariz cerrando los ojos negando repetidas veces. — No, no quiero. —Contesto sacudiendo la cabeza, alborotando su cabello.
—No es que quieras o no quieras, es porque lo necesitas.
Lucia le entrego los medicamentos de la abuela con los horarios también le entrego los de ella.
En ese momento Gabriel y Liam entraban a la casa, el color de piel de Amalia cambio drásticamente al recordar lo de la noche anterior, le provoco las mismas emociones, esas que aún eran nuevas para ella.
Tener a Gabriel sobre ella, mientras sentía la dureza entre sus piernas, llenándola de una corriente deliciosa con sus labios unidos, mordiéndola, la llenaba de deseo.
Bajo la mirada no se atrevía a verlo, se sentía avergonzada como si todos conocieran lo que ellos hicieron en esa habitación que estaba a oscuras.
Como si ya no era un secreto que debía enterar.
Gabriel la miro y se sintió culpable engaño a su novia y no estaba bien, cuál era la razón de querer besar a la mejor amiga de su hermana cuando él ya tenía una persona a quien besar, a quien tocar y con quien podía hacer otras cosas.
Se volvió a decir que no estaba bien lo que había hecho, que debía de disculparse y no volver hacerlo; sin embargo, lo deseaba, lo quería, el deseo de tenerla de la misma forma lo incitaba a lanzarse sobre ella y besarla como lo había hecho.
No estaba bien, no era lo correcto, pero los labios de Lía le decía que eran suyos, que él era su primer beso y que deseaba estar unidos a los de él.
Mordió inconscientemente sus labios perdidos en sus pensamientos, su sonrisa fue maliciosa, juguetona al imaginar que más podía hacer con esos labios.
No solo morderlos y besarlos con delicadeza podía succionarlos asta que ella gimiera de placer.
Solo eran unos críos con deseo de experimentar y aprender de la vida.
Ninguno de los presentes se dio cuenta de lo perdidos que se encontraba Gabriel como Lía, Lucia se despidió de todos confiada que sus hijos estarían bien.
No era mucho lo que podían hacer, en ese momento Liam se quedó en la habitación repasando la guía que le entrego Angie, ya que ella ya había terminado.
La castaña tomó su guitara y empezó a tocar la misma canción con la intención que Liam escuchara, así fue él no podía concentrarse, quería salir de su habitación y correr hacia ella.
No podía hacerlo, por el hecho de que sé lo prometió a Ángel, debía evitar estar cerca de ella si no era necesario.
Gabriel estaba en su habitación mensajeando con su novia, tenían una discusión, puesto que él le confesó que se había besado con otra joven.
No quería lastimarla, estaba acostumbrado a ser directo y conocer su error, discutían sin saber en qué iba a terminar esa relación que apenas comenzaban.
Lía se encontraba en el huerto con la señora Margaret quien miraba los tomatillos y los chiles, ella seguía pensando en ese beso en la mano de Gabriel tocando su pierna.
No era la primera vez que se la tocaba, sin embargo, se sentía diferente, era intencionada a provocar, a pervertir con su roce, no era una caricia sin mala intención, ese toco pícaro que ella no le conocí, no a él.