Ella tragó saliva, sin saber qué responder. Su corazón latía con fuerza, y aunque parte de ella quería detener todo antes de que fuera demasiado tarde, otra parte, más fuerte, le pedía que se dejara llevar. —Entonces no te detengas —susurró finalmente, sintiendo cómo esas palabras sellaban su destino. Y en ese momento, no hubo más palabras. Solo miradas, caricias y una intimidad que, esta vez, nadie podría interrumpir. Carolle llevaba una falda de algodón liviana, de color crema, que se balanceaba suavemente con cada paso que daba. Su blusa, sencilla pero ajustada, era de un tono pastel que contrastaba con su piel, dejando apenas al descubierto el inicio de sus hombros. En sus pies llevaba tenis blancos, desgastados por el uso, que le daban un aire despreocupado y juvenil. Sin emb

