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Atada a tu Amor

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Blurb

¿Qué tan desdichada podría ser mi vida? ¿Por que todo tenia que girar de esta manera?

'Solo debes ayudar Isabella, piensa en mamá, piensa en su salud, es lo único que puedes hacer por ella, te ha dado tanto, ha sido tu mejor amiga, tu todo, ella se merece tu esfuerzo..'

Pero no, mi esfuerzo no era todo para ella...

Todo era una mentira, no todo era para mamá, todo era para saciar la avaricia, el poder, era eso, solo eso y caíste. Caíste como todo un animal indefenso en las manos del depredador, depredador que tiene por nombre y apellido: Roy Lehner y es ese depredador, al cual caerás rendida.

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Capitulo 1 - El deber.
  Como cada día, el despertador suena a quince minutos para las seis de la mañana, ya la pesadez de despertar a estas horas se me ha ido, han sido tantos meses desde que comencé hacerlo. Exactamente ocho, desde que mi vida tuvo giro inesperado. . –Lo siento, su madre padece de Leucemia, está en su etapa número dos...  Mis ojos veían aquel doctor joven. Él muy bien podría darse cuenta lo desorientada que estoy en este momento, pensé en todo menos en que mamá podría padecer de una enfermedad como esa. Tiene cáncer, cáncer en su sangre, no me hace falta preguntar, sé qué es eso. – ¿Y ella? ¿Lo sabe? –sus ojos cafés viéndome fijamente. –No, creo que lo mejor es que un familiar le diga, en esta ocasión tú, que eres la única que está a su lado.  Asiento, no tengo ni idea de cómo contarle a mamá, en este momento mi voz esta presionada, mi pecho a punto de estallar por las mil y un emociones que tengo, no sé, simplemente no sé cómo hacerlo. Mis manos inquietas sobre el escritorio son detenidas por aquellas manos suaves y cálidas del doctor, le miro y dándome una sonrisa y una mirada fija, siento un poco de tranquilidad. –Puedes hacerlo, ahora, no esconda nada señorita Massón –confundida le miro y me da otra sonrisa. –Llora, sé que estas deteniendo las lágrimas, no está prohibido el tener sentimientos y mucho menos sentir dolor. Dándole una sonrisa, sin más las lágrimas aparecen. El llanto y la rabia se apoderan de mí, mis hombros tiemblan, mi respiración falla, mi nariz se tapa, limpio mis mejillas una y otra vez. Mis manos en puños, aprieto tanto que mis nudillos se tornan blanco, veo al doctor levantarse de su lugar, se sienta a mi lado y me da un abrazo de lado. No dejo de llorar, su mano en mi espalda me calma, no creí que la vida me daría un golpe tan fuerte como este. . Al despertarla como siempre, ella me da una de esas bonitas sonrisas, algunos días se despierta con grandes ánimos, otros días no son tan buenos que digamos. La llevo hasta el baño y dejo que tome su ducha, yo vuelvo a su habitación y busco la ropa para el día de hoy. Es jueves son sus días de tratamiento en la clínica, por suerte tenemos como costearla, papá tiene un buen negocio propio y aunque lo de ellos murió hace mucho tiempo, él no ha dejado de dar todo para que se cure de su enfermedad. Un fuerte golpe proveniente del baño me alerta, salgo corriendo y encuentro a mamá de rodillas bajo la ducha. Su llanto se escucha y yo rápidamente cierro la llave y la cubro con su toalla, escucho los pasos rápidos por el pasillo y de pronto papá aparece. Pálido y asustado, me ayuda a sacarla, la lleva en sus brazos hasta la cama, de pronto una sonrisa triste adorna el rostro de mamá y nos mira a ambos. –Lo siento, un mareo –comenta. –Puedo vestirme sola, ¿ok? –niego, pero papá toma mi mano y me mira, suspiro. –Está bien mamá, estaré fuera ¿vale? –asiente y ambos salimos de la habitación. Caminamos hasta la sala, ya el sol colándose por las ventanas. En ocasiones trato de ser fuerte, pero me es imposible, no aguanto más, no tardo un segundo y comienzo a llorar en silencio. Lágrimas bajan por mis mejillas, papá me arropa en sus brazos y un beso en mi hombro, me calma Tener la edad de veinticinco y ser la hermana mayor no ha sido impedimento para que papá me demuestre amor. Aunque nuestra relación ha sido quebrada porque el dejo a mamá, agradezco que siga con nosotros, porque aun en los ojos de mamá, él, es el amor de su vida. –No puedo más papá, es tanto dolor para mí.  Me lleva hasta el sofá y ambos nos sentamos, el tomando mis manos, fija sus azules en mí. Ver sus ojos es como ver los míos, azul del color del mar. –Tenemos problemas Isabella –le miro fijo, entrecierro mis ojos, las manos me tiemblan de pronto. –La empresa… –eso me preocupa, mucho, a decir verdad. –Iré a solucionar los problemas, cuando vuelvas de la clínica con tu madre hablaremos ¿ok? Por el momento llévala a su tratamiento de hoy, ¿está bien? –Sí, está bien. Para no hacerle tantas preguntas a tan temprana hora, asiento, me levanto y camino hasta mi habitación, tomo una ducha rápida y me preparo para ir a la clínica. Al salir veo a mi hermano Derek, el rubiete con su cabello apuntando en varias direcciones, sonrió al verle. Me mira con su cara somnolienta y me da un abrazo. Decir que somos el típico dúo de hermanos que pelean, es imposible, Derek mi hermano menor es el chico más amable y dulce que puede existir, la enfermedad de mamá ha sacado su punto más débil. Suele leer cuentos para mamá, duerme en ocasiones con ella, le ayuda en lo que necesite y en ocasiones, llora. –Buen día Bella, ¿mamá tiene tratamiento hoy? –asiento y camino con él por el pasillo. –Sí, estamos por irnos, dile a Rudy que te prepare el desayuno y tu comida para el resto del día, no olvides que hoy tienes un partido de fútbol y debes comer muy bien –sonriente asiente. – ¿Iras?  –Pero por supuesto, ¿quién es la que te hecha porra en cada partido?  –Tu, pero en ocasiones pareces una loca Bella –rio y beso su mejilla. –Sé que mis porras te animan, por eso siempre metes un gol –me encojo de hombros. –Mal agradecido –hago puchero, este niega y me abraza. Derek pasa a saludar unos minutos a mamá y luego vuelve para prepararse e ir a clases. Veo el reloj en la mesita de noche, ya está por ser las ocho de la mañana, y debemos irnos. Tomo a mamá y caminando despacio, llegamos hasta las afueras de la casa, el chófer que papá contrato desde que mamá tiene la enfermedad nos sonríe, me ayuda con mamá y ambas subimos al coche. Voy de copiloto, mamá va en la parte de atrás con un libro en su regazo, siempre suele leer algunas páginas camino a la clínica, es para despejar la mente del miedo, le ayuda mucho.   _   En cuanto llegamos, como siempre una enfermera muy sonriente nos recibe con la silla de ruedas. Lobardo el chófer, ayuda a mamá y nos despedimos de él. Entramos y en seguida sentimos el frío, el olor típico de estos lugares, las paredes blancas, y el piso tan limpio, que tu reflejo se ve claramente en él. Ambas sabemos todo el camino y tomamos el ascensor para ir al segundo piso. Al llegar las enfermeras saludan con amor a mamá, no me quejo de todo el cariño y atenciones que le dan, a mí me sonríen y saludan. No suelo ser muy sociable, pero en ocasiones hablo con ellas cuando debo esperar por mamá. En cuanto enfoco mi vista al frente observo venir al doctor Colligan, el sonriente nos recibe. –Buenos días señora Massón, que radiante va el día de hoy –mamá sonriente toma su mano y le da un apretón, luego sus cafés se fijan en mí, me sonríe. –Buen día Isabella.  –Buen día, doctor Colligan.  Las facciones de su cara son como las de un ángel. Labios voluptuosos y rosas, sus largas pestañas, nariz respingada, ojos achinados y una baja barba adorna su quijada. Su cuerpo no es una monstruosidad, pero a simple vista es notorio que se mantiene en forma, su cabello castaño claro con uno que otro destello de rubio. Después de todo, los médicos –no todos– son viejos y decrépitos. Dalan es todo lo contrario a eso, es guapo y carismático, sería estúpido decir que no me siento atraída por él, porque es obvio que si lo estoy e incluso él de mí. Luego de tener cuatro meses viniendo a la clínica por los tratamientos de mamá, me lo confeso. Yo no sabía qué hacer, nunca había experimentado la confesión de alguien hacia mí, ni siquiera cuando estaba en preparatoria, siempre viví hundida a libros y mis calificaciones. Así que en cuanto él me lo confeso, lo único que pude hacer fue darle un casto beso en los labios –que hasta ahora no entiendo por qué fue esa mi reacción– Y me eche andar con prisa. Hasta el día de hoy, no hemos llegado a algo. En mi época de adolescente nunca me permití tener un grupo amigas, salir con algún chico del instituto e incluso nunca llegué a ir a una de las fiestas del último año. Solo me quedaba en casa leyendo y estudiando, ni siquiera una mejor amiga tengo.   Me empeñe en siempre estar sola, en nunca vivir la vida loca que todo adolescente en ocasiones merece. Como el ir a una fiesta a escondidas, fugarte un día del instituto porque tus amigos tienen planes para la playa, ni siquiera algún chico se escabullo por los arbustos de casa, para llegar a mi habitación y robarme un beso. Ni siquiera sé, que es un beso lleno de amor.   Dalan y yo simplemente compartimos conversaciones, me hace reír, me aconseja y su apoyo desde la enfermedad de mamá, ha sido de las que más me ha ayudado. En cuanto mamá necesitaba de cuidados por días completos, papá quiso poner una enfermera a su servicio, pero yo renuente decidí ser la que estuviera a su lado. Dejé la universidad para dedicarme a mamá, no fui la típica chica que en cuanto dejo el instituto fue directo a una universidad. No, yo en aquel entonces me dedique a viajar, conocer algunos maravillosos países y disfrute tanto, que la verdad, la soledad, no me afectaba. Pero en este momento, siento que eso me está pasando factura. Es una soledad que quisiera que alguien bueno llegara a mi vida, y llenara esos espacios que, aunque tengo a mamá, ella no puede rellenar. Es algo más como, necesitar a una persona de mi sexo opuesto, que su risa se entrelace con la mía y quizás, solo quizás, disfrutar de ratos y amenos momentos.   _   Mamá ha quedado al cuidado de las enfermeras, está recibiendo su tratamiento y yo salgo de la habitación con Dalan. Me invita como cada jueves un café por la mañana, ambos riendo y charlando por el pasillo frío del lugar. Al llegar el pide mi favorito, un mokaccino y el suyo un capuchino, ambos tomamos asiento en una de las mesas metálicas del lugar. – ¿Cómo va todo en casa, Isabella?  –Bien –comento. –Aunque, hoy mamá se debilito un poco y cayo de rodillas en la ducha –le miro, me siento afligida. –Siempre le pido que tome un baño en la tina, pero ella disfruta que el agua caiga por todo su cuerpo, no debo quitarle lo que le gusta ¿no? –me sonríe y asiente. –Así es, puedes quizás intentar poner alguna silla y así ella no estar tanto tiempo de pie, evitaran que ocurra lo de hoy –esbozo una sonrisa, asiento. –Pero... –le miro de lleno. – ¿Tu? ¿Cómo estás? Sé que algo ocurre, desde que llegaste has estado perdida en tus pensamientos –le miro y tomando un sorbo de mi café, asiento. –Es papá, antes de venir me dijo que algo ocurría con su empresa, eso me pone un poco preocupada –confieso. –Ya sabes, de ese dinero nos ayudamos para los tratamientos de mamá. Extiende su mano y toma la mía. Dalan ha sido el primer amigo hombre que he tenido tan cercano, en ocasiones me visita en casa o salimos al cine, pero es muy rara la vez. Siempre dedico las 24 horas del día a mamá, a veces por mi mente, vagamente se pasea la idea de ser enfermera, ya que cuando comencé la carrera de Administración, no me sentía muy a gusto que digamos, pero siendo honesta conmigo misma, ahora no tengo tiempo para estudiar, mi tiempo se lo lleva todo mamá. –Todo irá bien Isabella, quizás es algo pequeño, no tienes por qué preocuparte por eso, ¿vale? –asiento y sonrió. –Eso espero –suspiro. –Mamá necesita muchas cosas, solo espero que papá, solucione todo. –Y así será, ya lo veras. _ Al pasar de unas horas volvemos donde mamá, débil por la quimioterapia la dejamos descansar por unos minutos. Al cabo de unos segundos, al abrir sus ojos, me sonríe. El color gris de sus ojos me gusta tanto, mi hermano Derek tiene el color de ojos de mamá y yo los de papá, y en las facciones yo soy idéntica a mamá y Derek a papá. El pelirrojo de mi cabello lo herede de mamá, piel blanca, voluptuosos labios, nariz un poco fina, y como siempre, me dejan saber, que verme a mí, es como ver a mamá joven. –Eres tan bonita, mamá –comento, sonríe. – ¿Estás lista? –asiente. –Sí sabes que, tu hermosura la heredaste de mí, ¿verdad? –ambas reimos, asiento. –Isabella, tengo muchas ganas de comer pollo frito –Dalan ríe, se inclina a ella para levantarla. –Sabe que no puede, Magnolia, debe comer sano, ¿no? –Lo sé, es solo que soñé con pollo frito –se encoge de hombros. –Lo siento, doctor Colligan –la ayuda a volver a la silla de rueda. –Comeré sano, lo prometo. –Le creo, señora Massón. Con esto, nos encaminamos a la salida de la clínica. Dalan nos acompaña, llegamos al coche. Lobardo nuevamente ayuda a mamá para que entre en el coche, la enfermera retira la silla de rueda y ambos quedamos solos. Ambos con las miradas fijas nos despedimos, le doy una sonrisa de boca cerrada y entro al coche, agitando mi mano de un lado a otro me despido.   …   Al volver llevo a mamá a la recamara, los jueves de quimioterapia la dejan totalmente cansada. Por suerte la etapa donde vomitaba ha cesado un poco, en ocasiones ocurre, pero no tan seguido como antes, al dejarla totalmente dormida salgo de la habitación. Ya es más de medio día y entro a la cocina, no tome ningún desayuno así que muero de hambre. Rudy la señora que es nuestra ama de llaves me recibe con una sonrisa, sin yo decir algo ella de inmediato se mueve por toda la cocina y sirve un plato de comida. Al ver el plato, un rico pollo con verduras y arroz esta frente a mí, un vaso de jugo de limón y algunos panecillos. No tardo y comienzo a devorarme todo. Un gemido por mero gusto no tarda en salir, Rudy ríe y se sienta junto a mí, sabe que detesto comer sola. – ¿Qué tal el día de hoy?  –Bien, mamá delante de Dalas ha dicho que quiere comer pollo frito –ambas reimos. –Mamá no cambia –se forma un repentino silencio. –Y espero que nunca lo haga –siento la mano de Rudy frotar mi espalda. –Después de todo, la señora Magnolia no ha cambiado su sentido del humor –esbozo una sonrisa. –Y tu mi niña, eres tan fuerte, no creí que serias la mujer que ahora eres –volteo a verle. –Siempre fuiste risueña y dulce, llorabas si perdías el vestido de una de tus muñecas –siento lagrimas agolparse en mis ojos por los recuerdos. –No llegue a creer que enfrentarías con dureza y fuerza lo de tu madre –el nudo que se forma en mi garganta, duele, tomo un bocado de la comida y mastico con quietud. –Extraño verla al despertar, canturreando y con su larga cabellera danzar entre sus hombros –una lagrima aparece. –Ella siempre ha sido mi ejemplo a seguir, no esperaba lo de papá, Rudy, mamá dio tanto por su matrimonio, pero papá se entregó tanto a su empresa y el desinterés lo golpeo –me encojo de hombros. –Lo único que le agradezco es la ayuda monetaria y que no se marchó en estos tiempos. Rudy toma mi mano y limpia mis mejillas, sonriendo termino mi almuerzo y tomo camino a mi habitación. Me dejo caer de espaldas sobre el colchón y me quedo con la mirada fija en el techo. Suspiro, lo hago repetidas veces y aun siento esas ganas de llorar, quiero espantarlas, no quiero llorar, no quiero llorar. – ¿Isabella? –la voz de papá del otro lado de la puerta, llama mi atención. – ¿Me acompañas al estudio?  –Sí, ya voy. –Está bien, hija Y a los pocos segundos, salgo de mi habitación. En cuanto entro a su oficina camino hasta uno de los sofás, me siento a su lado, y puedo notar la clara preocupación. Tanto en su rostro como el aura que expende todo su cuerpo, le miro, él hace lo mismo, me desespera que no hable, puedo ver su inquietud, se levanta y camina por todo el lugar. – ¿Que ocurre señor Alexander Massón? ¿Puede hablar? –sus azules me miran y tomando una fuerte bocanada de aire asiente. –Mi amor, la empresa se viene abajo –baldazo de agua fría. –No comprendo que ocurrió, estamos a solo un empujón de quedar en la quiebra –un pitido inquieto se me afianza en la cabeza, le miro perpleja. –Pero papá, ¿cómo que no sabes qué ocurrió? –me coloco de pie, me acerco a él. –Tu siempre has llevado todo de esa empresa, sabes todo acerca de administración, tienes grandes personas al frente de ella, tienes empresarios muy conocidos que son tus socios, ¿cómo pudo pasar esto?  –No lo sé Isabella, no lo sé, quizás un descuido mío, no lo sé…  –Pero papá, un préstamo o algo, el banco nunca te lo niega. –Esta vez sí hija, no me quieren dar el préstamo, disque por que llegue al límite, y todo por esa segunda empresa la cual quiero inaugurar pronto, maldición. Tomo sus manos y lo llevo hasta el sofá. Acaricio el dorso de estas y sé que quizás puedo darle un poco de apoyo, de esta manera. Yo nunca quise involucrarme en las cosas de papá, no sé de qué va todo, sé que es una empresa inmobiliaria, ventas de casa, apartamentos, oficinas y todo ese tipo de cosas. Sé que tenía en mente el abrir una nueva, pero no sabía que ya había pedido préstamo al banco. –Hija, ¿recuerdas a mis socios de Alemania? ¿Los Lehner? –asiento, aunque no recuerde muy bien. –Me propusieron un trato... –noto la inquietud en su manera de hablar, de expresar. –Ellos me ayudaran con la empresa y con las deudas a cambio de... Lo veo angustiado, él me mira, cierra sus ojos y suspira. Papá no es sentimental y mucho menos es de llorar frente a una mujer, solo lo hizo una vez, y fue cuando mamá personalmente le contó lo que tenía en su cuerpo. – ¿Papá? Habla ahora mismo, me estas preocupando… –toma aire nuevamente y asiente. –Debes casarte con uno de los hijos de Román Lehner –si la quijada se cayera, la mía ya estuviera en el suelo, le miro perpleja. –A decir verdad, debes casarte con su primogénito, Roy... –asustada me alejo, lo veo desconcertada, negando rotundamente. –No papá ni loca haré semejante cosa –digo casi sin aliento. – ¿Que les ocurre a esos alemanes? –se acerca a mi y toma mis mejillas. –No, no hare eso, estás loco si crees que aceptare. –Isabella, hija, yo nunca te pediría semejante cosa –le miro fijo, niego repetidas veces. –Pero sería un matrimonio que solo duraría un año, es como un contrato, por favor, hija –toma mis manos y con brusquedad suelto su agarre. –Isabella... – ¡No! Papá –me asombro por el alto tono de mi voz. –Ni se te ocurra pedirme eso ¿Me estas vendiendo a cambio de tu empresa? –niega. – ¿Ah no? Porque eso parece, papá. –No por Dios hija, solo es un... –hace una pausa. –Por favor Isabella, no quiero perder lo que con tanto esfuerzo tu abuelo construyo –la perplejidad en mi mirada. –Sabes que lo atesoro con mi vida, que es una de sus herencias –niego y vuelvo a negar, me mira fijo, algo pasa por su cabeza, se alerta y vuelve a tomar mis manos. – ¡Tu madre! –le miro confundida. –Piensa en ella, necesitamos el dinero para sus tratamientos –me quedo helada en mi lugar. –Por favor hija, por favor…  En el momento en que papá se arrodilla delante de mí, todo en mi colisiona y se viene abajo. Con la cabeza gacha y tomando mis manos, le miro fijo. Verlo de esa manera me desborda de tristeza el corazón, me eriza por completo, me lastima en cierto punto. Yo no sería capaz de casarme con un hombre que ni siquiera conozco, nunca he vivido la magia de una relación, alguna estúpida discusión con tu pareja, salidas, intimidad, nada... ¿Cómo papá me pide esto? ¿Cómo podría ver a los ojos a un hombre que ni siquiera sé cuáles son sus intenciones? No, rotundamente no, soltando sus manos y dejándolo hecho un ovillo mental, salgo del estudio. Corro hasta mi habitación, al cerrar la puerta apoyo mi espalda en la madera y me quedo muy quieta. Las lágrimas comienzan a bajar por mis mejillas, el dolor en mi pecho es fuerte, me alejo de a poco, observo mi cama, termino por echarme sobre el colchón, y comienzo a llorar. Mamá... Ella es todo en mi vida, es mi mejor amiga, mi compañera, mi más grande lucha. No quiero dejar de luchar a su lado, sus tratamientos son costosos, lo sé, pero sé que ella no estará de acuerdo en esa locura, ella siempre me ha dicho que siempre debo amar de verdad, no jugar con los sentimientos y mucho menos engañar al corazón. Ella claramente impedirá todo, pero la necesito a mi lado, preguntas van preguntas viene. ¿Y si papá no logra recuperar la empresa? ¿Y si nos quedamos sin un centavo?  ¿Podré costear el tratamiento de mamá si encuentro un trabajo?  Me levanto de la cama, salgo de mi habitación camino hasta el estudio, me planto delante la puerta, mi pecho late con fuerza, ¿lo debo pensar? Acaso, ¿lo estoy considerando? -Papá... Y ambos quedamos en un largo y tirante silencio.

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