Mientras yacíamos sentados en la arena observando el incomparable firmamento se me cruzó una idea. Ya estábamos en un lugar de ensueño, sin que ningún humano pudiera interferir ni husmear. Todo lo que ocurriera entre ambos, jamás nadie lo podría saber.
La tentación de vivir lo que en sueños se clavó a cualquier voluntad mía. Respiré hondamente y me volví a él quien sin dudar me dedicó una mirada profunda. No pude evadir el deseo de tocar las cicatrices que aún eran visibles en su celestial rostro.
Alcé la mano a él, mientras su mirada seguía clavada a la mía. Al tocar la piel de su rostro, él cerró los ojos de inmediato. Respiré profundamente y humedecí mis labios apenada, pero no pude contenerme a darle un beso en la comisura de sus labios. Al percibir mis labios tocándolo, sus párpados se abrieron. De golpe nuestras miradas se encontraron, su mirada fuerte y profunda atravesando la mía.
—Princesa, creo que por hoy ha sido suficiente. Lo mejor será volver…
Su voz siempre ha sido serena pero autoritaria, en embargo, ahora resaltaba cierta flaqueza en su imponente voluntad. Aunque mantenía esa templanza, podía notar una cierta fisura en esa dura coraza.
Se puso de pie de inmediato. Sin ánimo de tener que volver aún, le seguí. Pero al notarlo así, tomé uno de sus brazos del mismo modo en que lo hacía con Nigromante. Le clavó la mirada a una de mis manos, pero no se negó.
—¿Jon, aún estamos en Caelum?
Su mirada contempló mis ojos, mantenía ese brillo tenue en su mirada.
—Sí.
—Entonces es como si estuviéramos en algo parecido a un sueño, ¿no es así?
Respiró profundamente, apretando los labios conteniendo una sonrisa asintió con la cabeza. Me paré frente a él, sujetando su mano, la cual sostuvo de inmediato, me puse de puntillas y busqué sus labios. Se quedó quieto, pero una vez más no hubo negación. Pude ver cierta tensión en una de sus manos, se había cerrado en un puño. Parecía pelear contra algo internamente, lo comprendí me sentía igual, pero a diferencia de él no podía contenerme.
—Mi ángel…— Susurré.
De inmediato su puño cerrado se convirtió en una palma alargada que recorrió mi espalda suave y delicadamente.
—Mi deber reincide en mantener mi promesa de proteger. —Su voz parecía más grave.
Sonreí, hechizada al mirarlo.
—Siempre lo hace Jon y muy bien.
Sus ojos estaban firmes en mis labios, parecía muy decidido a devolverme el beso que le había dado. Cuando estaba a punto de hacerlo, me solté de sus manos y corrí hacia la playa. Mostró una sonrisa de satisfacción, una que parecía provocar a ese temido guerrero que mantenía internamente.
A penas mis pasos llegaron al borde de las aguas que tocaban la arena y había sujetado mi cintura con fuerza, arrastrándome fácilmente a su cuerpo duro y firme como una roca, quedé de espaldas a él. Me estremecí mientras soltaba una risa, complacida ante su fuerza.
—No quiero hacer algo imprudente, Princesa. Sabe que haría lo que fuera para no provocarle sufrimiento…—Su voz fuerte se había vuelto un susurro uno que detallaba pasión y cierta necesidad, la misma que a mí me llenaba de mariposas la barriga.
Sentir sus manos fuertes sostenerme me causó una dicha que elevó los latidos de mi corazón en un instante.
—Pues, aunque no lo desee así, lo ocasiona Jon al hacerme esperar.
Me ericé completamente en cuanto sentí su respiración tibia por detrás de mi oreja. Plantó con suavidad un beso en mi cuello. Acaricié de modo necesitado sus manos fuertes. Me encaminaba al agua por dentro de la marea sin soltarme, mientras su respiración se había vuelto más profunda y pesada. De pronto mi corazón daba de latidos de forma errática, de modo que ya no era emoción de nervios por tenerlo tan cerca, sino miedo. Lo cual ni yo misma comprendí, pero hasta me dolían las costillas y el pecho. Con éxito había logrado provocar su instinto.
Se echó a reír al notarme aterrada y tensa.
—En los sueños, no me teme.
Tragué saliva tratando de calmarme.
—Suelte ese recelo, en mis brazos está a salvo—Agregó.
Su voz profunda y dominante hizo correr la sangre rápidamente a través de mi cuerpo pegado dulcemente contra el suyo. Giró suavemente sus brazos y manos; con ese movimiento dócil mi cuerpo también. Quedé frente a él, mi pecho saltaba. Con un sólo brazo me envolvió completamente, mientras el agua me llegaba a la cintura.
En sus labios sobresalía una sonrisa amplia. Con la mano que no me sujetaba tomó una de mis manos, besó con delicadeza dedo por dedo.
—Amo su tierno, inocente y joven corazón.
Mostré una sonrisa apenada.
—Jon, lo siento. Sé que debo esperar, pero algo raro ocurre conmigo cuando estamos tan cerca uno del otro.
Mi cejó se había tensado, soltó mi mano y con uno de sus dedos suavizó la línea de mi entrecejo.
—Lo entiendo. Justamente eso misterioso es lo que se mueve dentro de mí. — Una vez más sus brazos me apretaron contra él.
Disfruté la sensación de su cuerpo, como del agua arrullándonos en su rítmico vaivén.
—Estamos iniciando en algo que es nuevo para ambos. Su reacción es agradable para mí. Pero tengo que obedecer las condiciones que tendría cualquier pretendiente suyo, su padre lo ha aceptado.
Abrí los ojos a más no poder, mi corazón se paralizó por un instante.
—¿Mi padre lo sabe? ¿Usted es un pretendiente mío? —Expresé desconcertada.
Sabía que Jon era muy formal, pero no creí que ya hubiera pedido la aprobación de mi padre.
—Sí, pero la única decisión que cuenta para mí será la suya…
Me dejó con palabras en la boca, ante mi entusiasmo quería decirle lo que sentía, pero me lo impidió.
—Los sentimientos siempre están en constante cambio y usted se joven. Llegará el día en que tendrá que darme esa respuesta, pero no será hoy. Sé que su corazón guarda mucho para dos.
Me sonrojé de inmediato y no pude más que respirar profundamente.
—Si por algún motivo no puedo llegar a usted así tal cual ahora, en el Reino de los Sueños, podremos encontrarnos.
En el momento menos pensado aflojó una de sus manos alrededor de mi cintura, la introdujo en el agua y al sacarla tenía una llave preciosa, dorada, en su centro mantenía un círculo con varias numeraciones y tenía una cadena que sobresalía en uno de su extremo.
—Hay una forma de evitar que otros intenten llegar a usted, en especial cuando viaje de otras formas de energía y así resguardarse en el plano material. Esta llave la hará llegar hacia a mí sin importar donde esté yo, además cerrará cualquier camino o senda invisible. ¿La acepta, Alexia? No soy un guardian que se toma a menos serio su protección.
Asentí con la cabeza mientras la alegría en mi corazón hacia que saltará de nuevo. Me la entregó. Con manos temblorosas se la recibí.
—¿Me permite?
—Sí, Jon.
Con delicadeza la sujetó de nuevo y con acercarla a mí apareció ajustada a mi garganta. Al tenerla en mi cuello se hizo pequeña, como un dije de menos de la mitad de mi dedo meñique.
—Es un obsequio mío y de Nigromante, también invoca a Nigromante cuando pulse el centro del círculo y diga la frase de invocación que ha usado ya antes para volver al Castillo. ¿La recuerda?
—Sí, la recuerdo muy bien.
—Para llamarme a mí, simplemente debe decir “Giks al amed” más que una invocación, cualquier mortal que sepa invocarme podrá mantener mi protección, y de los que son como yo. Es algo que sólo usted puede poseer, está encantado para ser visible con su energía, pero si en caso imposible llegará a perderlo debe decírmelo a mí o a Nigromante para solucionarlo.
Sonreí y una vez más moví la cabeza positivamente. Me dio la mano la cual se la extendí sin dudar. Con rapidez me cargó en sus brazos y se dirigió a las olas. Mientras él avanzaba conmigo, pude darme cuenta que, a la distancia, a una muy lejana de donde habíamos estado nosotros, unas mujeres preciosas peinaban sus melenas sedosas, estaban casi desnudas, ya que el largo del cabello las cubría parcialmente. Totalmente seductoras sobre la arena húmeda y los cepillos brillaban como el oro.
Había sido tal mi desconcierto que me asusté un poco cuando el agua casi me estaba cubriendo el rostro. Jon susurró algo y por instinto aguanté la respiración. Pasó un breve instante y no sentí nada más que la luz de sol cubrirme, al abrir los ojos Jon iba al encuentro de Bruno que nos esperaba en la ribera. Estábamos de nuevo en el lugar de donde habíamos partido inicialmente. El sol se veía casi al centro del cielo, para mí había pasado un rato, pero quizá la percepción mía podría estar errada, con mis Residentes Eternos, nunca se sabe cuan sorprendente puede convertirse un momento.
Me trepó en Bruno y después de dejarme acomodada se trepó él. Bruno avanzaba a trote lento de regreso al castro donde había llegado con Nadrus y Nigromante al comienzo de la mañana.