NARRA CIARA ALLEN Manteniendo los ojos todavía cerrados, porque los párpados me pesan, me muevo para acomodarme. Entonces, caigo en cuenta de en dónde me encuentro recostada. Muevo mi mano y palpo aquella superficie dura, pero a la vez tan cómoda y reconfortante. Es puro músculo: grandes, fuertes, deliciosos, antojables y perfectos músculos. «Joder. ¡Qué rico!». Aunque sería mucho mejor si esta camisa no estuviera de por medio, estorbando. —¿Te gusta lo que estás tocando? —Nunca habría imaginado que su voz ronca y profunda, podría sonar más sensual de lo que ya es, pero esa pregunta me refuta mi propia creencia. Abriendo los ojos, asustada, y de un sobresalto, retiro mi mano de su pecho, pero él la atrapa y la regresa a su abdomen. —Sigue tocando todo lo que quieras, que a mí no me

