3. “Los Murphy”

2141 Words
Mi cabeza duele tal y como lo haría en un día de una horrible resaca. Me muevo con incomodidad sobre lo que parece ser una cama bastante blandita, deteniéndome al sentir cómo mis huesos reaccionan ante un punzante dolor, hago una mueca, a la vez de que trato de reincorporarme. Parpadeo en varias ocasiones, acostumbrándome a la oscuridad que me rodea, es en ese instante en que me doy cuenta que tengo un pie vendado al igual que mi puta cabeza que no deja de palpitar del dolor. Frente a aquella cómoda cama, hay un enorme ventanal, donde soy capaz de apreciar cómo un torrencial aguacero golpea con fuerza el cristal, haciéndome estremecer. Miro a mi alrededor, con el tenue resplandor de los relámpagos, puedo notar que estoy en una habitación bastante amplia, con lo que parece ser mucha ropa de hombre tirada por doquier. —¿Dónde carajos estoy? —me pregunto en voz alta—, ¿Qué mierdas fue lo que me pasó? Toco mis costados, estoy cubierta por una manta bastante suave, llevo puesta lo que parece ser una camisa de hombre. ¡j***r! ¿En manos de qué monstruo he caído? Me sobresalto en cuanto siento la puerta abrirse, cierro los ojos y me aferro a la cobija, haciéndome la dormida. —Te escuché desde afuera —la voz de una mujer resuena a mi lado, ella sonríe, al acariciar las puntas de mi cabello—, no tengas miedo, aquí estás a salvo. Abro los ojos con gran lentitud, encontrándome con una mujer bastante mayor, su rostro ya cubierto por arrugas, las cuales se concentran más en las comisuras de sus labios al sonreír. —¿Dónde estoy? ¿Quién es usted? ¿Cómo llegué hasta aquí? Ella chasquea su lengua, mientras se sienta en la silla al lado de la cama. Enciende la lámpara y me observa con curiosidad. —Son muchas preguntas —dice al asentir—, estás en Hide, Irlanda. Mi nombre es Fiona, Fiona Murphy, mucho gusto —se presenta con gran amabilidad—, llegaste hasta aquí por causas de mi nieto, observamos lo que ocurrió con el avión, se desplomó en las montañas, Noah fue a ver si alguien necesitaba ayuda y te encontró inconsciente, enredada entre las ramas de los árboles. Tuviste suerte de que te encontrara, antes de que algún animal lo hiciera. Trago saliva con fuerza a la vez de que asiento. Llevo ambas manos hasta mi cabeza, la cual no deja de palpitar ante el dolor. —¿Saben algo del resto de la tripulación? —Solo te encontró a ti, no había nadie más. —Debieron de caer en otro sitio —pienso en voz alta—. Me duele mucho la cabeza, deberías de traer algo que pueda ayudarme para controlar el dolor. —No sé de dónde vienes —replica con aquella gran amabilidad con la que se ha dirigido hacia mí desde el instante en que llegó—, pero aquí las cosas se piden diciendo por favor. Debo de contenerme de voltearle los ojos, j***r, ¿acaso había llegado a una escuela de modales? —Por favor —digo al fingir amabilidad. —¿Puedes caminar? He preparado algo rico para que puedas comer. —Ahora tan solo necesito un teléfono, ocupo comunicarme con mi prometido. —No sabes nada de Hilde, ¿verdad? —pregunta al ladear la cabeza, aquellos pequeños ojos marrones tan solo se dedican a mirarme con curiosidad—, aquí no tenemos teléfonos, la señal de internet es nula, hay un teléfono público en el pueblo que ahora está descompuesto. —¿Y cómo carajos hacen para comunicarse con el exterior? —gruño al no entender nada de lo ocurre. —Nunca nos ha hecho falta, todo lo que queremos, está aquí. —¿Un hospital? ¿Cómo hacen cuando enferman? —Morimos y nos entierran. —j***r, si veo que he muerto y he llegado al infierno —me quejo al tratar de masajear mis sienes—, ¿tan mala persona fui? —Estaré abajo en la cocina, cuando estés lista, baja a cenar. Si tú lo deseas, puedes quedarte aquí hasta que encuentres la manera de volver a tu mundo. La vieja mujer se va, dejándome sola nuevamente. Gruño, pataleo… lo que me hace detenerme y quejarme al haberme lastimado otra vez el pie adolorido. Tan solo deseo llorar, quiero hundir mi cabeza en la almohada y gritar para tratar de sacar toda la frustración. Aquí no tenía nada, ni siquiera ropa, en un maldito segundo lo había perdido todo. ¿Cómo iba a volver a Los Ángeles? ¿Cómo iba a comunicarme con mi familia cuando el único teléfono que existía en ese puto pueblo incluso estaba dañado? Maldición, maldición, maldición. ¿En qué puto universo había caído? Permanezco en aquella cama, dedicándome simplemente a escuchar la forma en que la incesante lluvia golpea la ventana, ignorando el ruido que provoca mi estómago ante la notoria falta de alimento. Cierro los ojos, un exquisito aroma a comida recién preparada, inunda mis fosas nasales, lo que provoca que incluso mi estómago ruja con más fuerza. ¿Debía de ir a buscar algo qué comer? j***r, tenía miedo, no sabía dónde me encontraba ni mucho menos con quienes estaba, tan solo quería un dichoso cigarrillo para poder tranquilizarme. Al final, atino con salir de la cama, con gran esfuerzo me pongo de pie, sosteniéndome de la pared ante el mareo que me invade de inmediato. Todo a mi alrededor me da vuelta, provocándome incluso ganas de vomitar. Vuelvo a sentarme, llevando una mano hasta mi frente, tratando de controlar el mareo que me ha invadido. Levanto la cabeza en cuanto alguien llama a mi puerta. —¿Sí? —respondo dudosa. —Mi abuela insiste en que bajes a cenar. Una voz masculina… una grave y bastante sexy voz masculina con un acento que jamás había escuchado en mi vida, es la que se escucha a través de la puerta. —Ayúdame, no me puedo levantar. —Lamentablemente no soy tu sirviente, princesa —dice enseguida, provocándome voltear los ojos. —¿Cómo carajos quieres que baje si no puedo caminar? —Encuentra la manera —la diversión en su tono de voz era evidente, lo que me hace enojar aún más. —¡Vete a la mierda, imbécil! —El sofá está preparado para que duermas —me informa, ignorando mi notorio ataque de rabia hacia él—, esa es mi habitación y no suelo compartirla con nadie —después tan solo soy capaz de escuchar sus pasos al alejarse. Joder, j***r, j***r, ¿en qué momento caí en este maldito lugar? ¿es que acaso tenía que convivir con cavernícolas como un castigo divino? Vuelvo a dejarme caer a la cama, resignándome a no poder bajar, pues si intentaba caminar, temía que me fuera de bruces y terminara matándome, aunque pensándolo bien, morir no se sentía tan malo, comparado con la tortura de vivir en un sitio remoto, sin comunicación alguna. “El sofá está preparado” había dicho, ¡mierda! ¿en serio me iba a obligar a dormir en ese maldito sofá? ¡pues tendría que sacarme de aquí! Porque yo ni siquiera pretendía esforzarme en salir. La puerta vuelve a abrirse, la anciana ingresa, cargando una bandeja entre sus manos. Ella vuelve a sonreír con aquella dulzura que se nota que la caracteriza, se acerca a mí y coloca la bandeja sobre mis piernas, bajo la mirada, una apetecible sopa se encuentra en un tazón, acompañada de arroz y jugo de naranja. —Noah me ha dicho que no puedes bajar. —Pfff, le pedí ayuda, me la negó —digo al tomar la cuchara para comenzar a comer. Cierro los ojos, dedicándome a saborear aquel maravilloso sabor que llena mi paladar, en serio que esa mujer tiene manos mágicas—, está delicioso —musito al continuar comiendo con desesperación. —¡Que bueno que te ha gustado! —Dijo que tendría que dormir en el sofá. —Noah tiene un carácter… algo especial —se disculpa al hacer una mueca—, pero tranquila, ya lo he puesto en su lugar. Puedes quedarte en su habitación esta noche, mientras preparo la habitación de invitados mañana. Por primera vez, le dedico una pequeña sonrisa. Aquella mujer no parecía ser mala, tan solo se había dedicado a ser amable conmigo desde un principio, muy a pesar de que insinué que estaba en el infierno. —Gracias —respondo al asentir. —¿Cómo te llamas? Entrecierro los ojos en su dirección. ¡Imposible! En serio que era imposible que alguien no supiera mi nombre. —¿Lo pregunta en serio? —¿Por qué estaría bromeando? —¿En serio no sabe quién soy? Ella ríe, negando con la cabeza. —¿Por qué debería de saberlo? No traías identificación. —Brooke, Brooke Thompson —respondo al fruncir el ceño—, la mejor actriz, ganadora de dos premios Oscar por dos años consecutivos como actriz del año —niego con la cabeza, sin dejar de mirarla—, ¿en serio no sabe quién soy? —¡Oh tesoro! Lo siento mucho, lo que pasa es que aquí no tenemos televisión —se disculpa. —¡Con un demonio! ¡En serio! ¿En qué maldito infierno he caído? —interrogo al comenzar a alterarme—, ¡no hay internet, no puedo comunicarme con nadie, no me conocen!... ¡maldición! ¿Qué más hace falta para castigarme? —Yo no lo veo como un infierno —repone de forma apacible—, yo tan solo lo veo como una nueva oportunidad de vida, pudiste haber muerto, deberías de estar más agradecida. —¿Agradecida? ¿Qué tendría que agradecer? ¿el maldito hecho de haber perdido mi avión? ¿dar un maldito salto de emergencia? ¿caer en un sitio horrible rodeada de gente extraña? —mi respiración se siente entrecortada, mi ritmo cardiaco se ha alterado, en un notable estado de ansiedad—, ¡no veo por qué tenga que sentirme agradecida! —Veo que ahora estás muy alterada, voy a dejarte para que descanses —dice al levantarse—, tal vez mañana veas las cosas con otros ojos —concluye para girarse y salir de ahí. Incluso el hambre se me ha ido, dejo la bandeja sobre la mesa de noche y vuelvo a taparme con las cobijas, me sentía furiosa, rogaba que todo esto fuese una pesadilla y que cuando volviera a abrir los ojos, todo regresara a la normalidad. Trato de relajarme, inhalo con gran lentitud a la vez de que suelto el aire. Extrañaba las atenciones de Amber, quería un masaje de pies y un baño con agua caliente. j***r, necesitaba urgentemente fumarme un puro o iba a enloquecer. (…) Me despierto por el insistente ruido de los animales, gallinas y lo que parecía ser, cerdos, además de alguien afuera de aquellas paredes que no dejaba de cantar. Quito las sábanas de mi cuerpo, a la vez de que trato de salir de la cama otra vez, pero esta vez, con un resultado favorable, me muevo cojeando por la habitación, las tablas crujiendo con cada paso que doy. Me acerco al gran ventanal, dedicándome a ver el paisaje, estaba en lo que parecía ser una granja, un gran espacio cubierto por gallinas, perros, a un costado había un corral, donde podía escuchar el ruido de los cerdos. Más allá de la planicie, tan solo se podía apreciar un camino de grava en medio de los árboles… sip, seguramente había atravesado alguna puerta mágica y había sido trasladada a otro mundo, a como sucedió en Narnia. Bajo la mirada al continuar escuchando aquella voz, ahí, un alto y musculoso chico se encontraba rajando troncos con un hacha, cantando sin parar. Me es imposible no recorrer aquellos brazos tan bien formados, de inmediato, me encuentro comparando su cuerpo con el de Esteban, mi prometido, el cual sin duda no era capaz de llegarle a los talones en cuanto a la escultura de este semental. Así que al final estaba frente al idiota de Noah Murphy. El tipo que pretendía sacarme de su habitación a pesar de estar convaleciente. Separo los labios, j***r, sí, amo a Esteban, pero imposible no babear por este tipo, más cuando su torso se ve tan bien marcado bajo esa fina camiseta de tirantes gruesos. Me sostengo de la cortina, sin ser capaz de dejar de observarlo, hasta que él levanta la mirada, provocando que reaccione de forma desfavorable al tratar de ocultarme, terminando por enredarme con la cortina, cayendo al suelo de bruces. —Autch —soy capaz de susurrar al acariciar mi cabeza.
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