Abigail frunció el ceño mientras leía.
—¿A quién demonios le gusta el café amargo?—se preguntó mientras leía que Martha no mintió cuando dijo que le agradaba el café sin azucar. En sus manos tenía una especie de CV (Curriculum) o algo así, donde se explicaban cada uno de los extraños gustos del hombre.
Había estudiado en Harvard, hecho un par de masters y parecía tener conocimiento en muchas ramas. Hablaba italiano, frances y alemán, aunque el papel aseveraba que dominaba en un cincuenta por ciento el ruso, pero ella no lo creía demasiado. La mujer jugueteaba con un marcatexto donde rayaba los puntos que consideraba de vital importancia, pues en un par de dias tendría que verse con su madre y esa era una enorme prueba que marcaría un hito de éxito o desastre.
—Colores…Rojo y n***o. ¿
