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Los hijos secretos del Alfa

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Blurb

Aria, una Omega de 25 años, ha vivido toda su vida marcada por el desprecio de su familia, siendo el fruto de una aventura de su padre. Después de ser rechazada en el altar por su prometido, Magnus, quien le confiesa que ama a su hermana Naria, Aria huye al bosque y allí se encuentra con Adrien, un Alfa que, sin saberlo, se convierte en su pareja destinada. Ese encuentro desatará consecuencias irreparables, pues Adrien pierde la batalla por el territorio de Aurum y la culpa recae sobre Aria, quien huye sin saber que de esa noche nacerían sus cuatro hijos.

Cinco años después, Aria regresa a la ciudad de Aurum con sus hijos, en busca de respuestas sobre su madre, quien la abandonó cuando era niña. Sin embargo, su regreso coincide con el retorno de Adrien, quien sigue alimentando su rencor hacia ella, y con Magnus, quien se ve confrontado con su pasado y la mujer que dejó ir. Mientras el conflicto por el territorio de Aurum se intensifica, Aria, Adrien y Magnus deberán enfrentarse a las decisiones del pasado, los secretos ocultos y el amor que persiste a pesar de todo.

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Capítulo 1
Aria frotó con insistencia la superficie de madera de la mesa, tratando de eliminar una mancha rebelde. El aroma del café recién hecho y el sonido de la lluvia golpeando el gran ventanal del restaurante la envolvían en una sensación de nostalgia. Se detuvo por un momento y observó cómo las gotas de agua se deslizaban lentamente por el cristal. Sus pensamientos la arrastraron al pasado, a un momento que había marcado su vida para siempre. Cinco años atrás… El vestido blanco de Aria caía en suaves pliegues alrededor de su cuerpo mientras esperaba de pie en el altar. Sus manos temblaban ligeramente, no porque estuviera nerviosa por casarse con Magnus, sino porque él se había retrasado. Miró a su alrededor, sintiendo las miradas de los invitados posadas sobre ella, evaluándola, juzgándola. Apretó los labios y respiró hondo, tratando de calmarse. Cuando finalmente Magnus cruzó la puerta, su corazón se tranquilizó. Había venido. Él no era su pareja destinada, pero le había prometido sacarla de la pesadilla que había sido su vida en la manada. Por eso, estaba agradecida. Pero algo en su semblante la hizo dudar. Magnus no la miraba con ternura ni emoción, como un novio debería hacerlo en su boda. Su expresión era tensa, fría. Aria sintió cómo un escalofrío recorría su espalda. Y entonces, Magnus habló. —No puedo casarme contigo, Aria —su voz resonó en la sala. El murmullo de los invitados aumentó de volumen, mientras Aria sentía que el suelo bajo sus pies se tambaleaba. —¿Qué...? —su voz salió apenas como un susurro. Magnus respiró hondo y clavó sus ojos en ella. —He encontrado a mi pareja destinada —declaró—. Es Naira. El impacto de sus palabras la golpeó como un latigazo. Naira. Su propia hermana. El murmullo se convirtió en risas sofocadas, en susurros venenosos. Los rostros de los invitados se torcieron en muecas de burla, de desprecio. Humillada, Aria sintió un ardor en la garganta, sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no permitiría que la vieran llorar. No cuando toda su vida había sido un espectáculo de desdicha para esa manada. Sin pensarlo dos veces, se dio la vuelta y salió corriendo del salón. La lluvia comenzó a caer cuando cruzó las puertas de la iglesia y se adentró en el bosque, sus pies descalzos golpeaban la tierra húmeda mientras su vestido se arrastraba tras ella, empapándose con el agua y el barro. No tenía un destino fijo, solo quería alejarse de todo, del dolor, de la vergüenza. El frío la envolvió, pero ella siguió corriendo. Corrió hasta que su cuerpo ya no pudo más. —¿Aria? —La voz de Selene, la líder de su manada, la llamó suavemente, sacándola de su ensimismamiento. Aria levantó la mirada, algo desorientada por los pensamientos que la habían absorbido por completo. —Sí, ¿qué pasa? —respondió, tratando de recomponerse. Selene la observó con seriedad, su mirada penetrante como siempre, pero había una suavidad en su tono cuando continuó: —Quiero hablar contigo sobre algo muy delicado. Si puedes, sígueme. Aria asintió en silencio y comenzó a caminar detrás de la imponente mujer de cabello rojo. Mientras caminaban por los pasillos de restaurante, Aria no pudo evitar sentirse un poco nerviosa. Selene no solía pedir conversaciones privadas a menos que algo realmente importante estuviera en juego. Después de unos minutos, llegaron a la oficina de Selene, donde la privacidad era garantizada. Selene se giró hacia Aria tan pronto como entraron y cerró la puerta tras ellas. Sin palabras, la líder de la manada tomó las manos de Aria con delicadeza, mirándola fijamente a los ojos. —Tengo noticias sobre tu madre. —dijo finalmente, y esas palabras hicieron que el corazón de Aria latiera más rápido—. Al parecer, ella ha regresado a Aurum. El aire se volvió denso alrededor de Aria. Durante años había buscado a su madre, esa mujer que la había dejado en la manada que solo le causó dolor, la misma que no había hecho nada por salvarla de la humillación y desprecio. Aria no podía entender por qué la había abandonado. Si su madre estaba en Aurum, en Drakwolf, el lugar del que había huido hacía cinco años, quizás finalmente podría encontrar las respuestas que tanto había buscado. Pero no estaba convencida de volver al lugar de donde había huido. Selene notó la tensión que había invadido a Aria y continuó con voz suave pero firme. —Sé que esto es mucho para procesar, pero entiendo lo importante que es para ti. Si decides ir a Aurum, te ayudaré a encontrar la manera. Aria respiró hondo, sintiendo cómo el deseo de enfrentar el pasado, de descubrir la verdad, la consumía. Pero también sabía lo peligroso que sería regresar a Drakwolf, especialmente después de todo lo que había sucedido allí. Selene miró a Aria con una expresión llena de cariño y firmeza, y antes de continuar, se acercó un poco más a ella. Sus ojos se suavizaron al ver la vulnerabilidad que Aria intentaba esconder tras su mirada decidida. —Siempre tendrás una manada que te respalde, —dijo Selene con voz grave y reconfortante—. A pesar de haber nacido en Drakwolf, siempre serás parte de Lunaris. Mientras hablaba, su mano se movió con suavidad hasta la muñeca de Aria. Con el pulgar, acarició el tatuaje de luna y estrella que Aria llevaba allí, una marca que representaba su conexión con Lunaris, la manada que la había acogido tras huir de su pasado. El gesto era suave y lleno de comprensión. Aria cerró los ojos por un momento, sintiendo el calor de la mano de Selene sobre su piel y las palabras que la tocaban profundamente. Esa manada había sido su refugio, su familia elegida, y aunque el pasado seguía presente, sabía que con ellos no estaría nunca sola. Selene retiró la mano de Aria lentamente y continuó, mirando fijamente a sus ojos con una expresión serena, pero con una firme advertencia en su tono. —Avísame cuando tengas una decisión tomada. Pero te sugiero que tomes el día para pensar. Este no es un viaje que se deba hacer a la ligera. Aria asintió lentamente, sintiendo el peso de las palabras de Selene, pero también la calidez del apoyo incondicional que le ofrecía. Ella siempre había estado ahí para ella, desde el primer día en que la había encontrado herida y perdida. Selene la había cuidado, ayudado y guiado en todo lo que había necesitado, sin pedir nada a cambio. —Gracias, Selene. —dijo Aria con la voz quebrada por la gratitud—. Desde que te conocí, siempre has estado ahí para mí. Selene la miró con una leve sonrisa en los labios, el tipo de sonrisa que sólo una líder sabia y compasiva podía ofrecer. —Eso es lo que hacen las manadas, Aria. —dijo con una ligera carcajada, aliviando un poco la tensión del momento—. Siempre nos cuidamos entre nosotros. Aria asintió una vez más, agradecida por la presencia y las palabras de Selene. Sabía que, pase lo que pase, Lunaris siempre sería su hogar. Y con ese pensamiento, decidió tomarse el día para procesar todo lo que había oído y preparar su corazón para lo que el futuro podría traer.

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