Damián Scott corrió las cortinas con brusquedad. El sol radiante del mediodía entró iluminando toda la habitación de su hijo, exponiendo el desastre que había por doquier, éste se removió quejumbroso sobre la cama al sentir la claridad sobrepasando sus párpados. Sólo una delgada sábana cubría sutilmente su entrepierna y parte de sus caderas.
—¡Levántate y vístete ya mismo, Magnus! —Damián ordenó firme y con cierto disgusto en su timbre.
Magnus apenas entreabrió los ojos para mirarlo con el ceño fruncido.
—Hmmmm, ¿para qué?
—Es mediodía Magnus, deberías levantarte temprano para venir conmigo a la oficina a ver qué cosa productiva aprendes. ¡No puedes estar toda la vida holgazaneando!
—Apenas tengo 19 años, déjame disfrutar de mi juventud —dijo sin mostrar algún interés por lo que, por enésima vez su padre le decía.
Damián se dirigió hacia él con pasos agigantados y con evidente molestia, empuñó la sábana que cubría el colchón y tiró con fuerza de ella de imprevisto, tanto, que sacó a Magnus de la cama, haciéndolo caer al piso.
—¡Te levantas ya mismo! Andar por la vida creyendo que eres dueño del mundo no es disfrutar de la juventud —exigió elevando su voz—. Primero, te coges a cuanta chica ves y se te antoja. Segundo, tienes cero empatía hacia la gente y tercero, no conoces lo que es el valor por el esfuerzo, siempre has tenido todo y ¡no aprecias absolutamente nada!
—Aquí vamos de nuevo… —gruñó virando los ojos al mismo tiempo que se ponía de pie tapando su intimidad con lo primero que alcanzó—. Por Dios papá, eres demasiado exagerado. Pero tranquilo, ya voy, antes de que te dé un infarto —dijo con fastidio.
Damián le dio una mirada fulminante, luego, desvió la vista hacia todo el desastre, fijándose así que había ropa de mujer tirada por la habitación.
—Dile a la chica de turno que es hora de marcharse, sé muy bien que está en el tocador. Y en 10 minutos te quiero en la camioneta, ahí te espero —demandó apuntándolo con el índice, a lo que Magnus puso sus ojos en blanco de nuevo.
Una vez que Damián salió de la habitación con un fuerte portazo, Magnus se dirigió hacia el tocador, en donde ciertamente se encontraba su acompañante. La joven estaba lavando su rostro tranquilamente, como si estuviera haciéndolo en el lavabo de su propia casa; Magnus llegó por detrás de ella, en silencio, y con ambas manos apretó los senos desnudos de la chica, a la vez que le besó el cuello y la pegó a su cuerpo.
—Hola bombón, entraste justo a tiempo. Ni siquiera me di cuenta de cuando te levantaste —musitó con voz lasciva cerca de su oreja.
—Tío estaría histérico si hubiese sabido que era yo.
—Así es... ya sería un escándalo familiar —aseguró cuando soltó sus senos para apoyar las manos del borde la encimera—. Es por eso que debemos seguir pasándola rico en secreto.
Ella se giró para quedar frente a frente.
—Me agrada la idea primito, es más divertido de ese modo... —lo empezó a besar provocativamente, pero rápidamente se detuvo—. ¡Uy! Olvidaba comentarte algo... —se mordió el labio inferior de forma seductora mientras lo miró a los ojos— empecé a salir con un nerd que me ayudará con mis tareas de la universidad. Es simpático el chico.
—¡Bien por ti! Nuestros encuentros serán aún más emocionantes, por lo que veo —comentó con cierta petulancia y ambos rieron.
—¿No te molesta?
Magnus se apartó un poco de ella.
—Obvio que no Steph, tu haz lo que quieras con quien quieras y yo haré lo mismo... me conoces mejor que nadie y bien sabes que no soy de una sola chica y siempre será así. Lo nuestro solo es disfrutar de los placeres del buen sexo.
—Me alegra escucharlo, muñeco —comentó y se pasó la lengua por los dientes, para después,
besarlo de nuevo de forma sugerente que poco a poco fue subiendo la temperatura entre los dos—. Oye, tío te dijo que te quería en 10 minutos en el auto —le recordó ella en susurros agitados, separando apenas sus labios de los de Magnus.
—En ese tiempo se pueden hacer muchas cosas… —aseguró él y se abalanzó sobre ella desenfrenadamente.
Magnus y su prima Stephanie Carusso tenían encuentros casuales en secreto desde hacía un año; sin embargo, sólo los unían los placeres de aquellos encuentros. Ante los ojos de todos, se mostraban como primos poco cariñosos entre ellos, a pesar de ser unos muy populares y engreídos jóvenes que compartían personalidades y gustos similares. Ella era una joven esbelta, de tez media, ojos cafés, curvas perfectas y una cabellera larga y castaña; destacaba por ser una de las chicas más atractivas de su lugar de estudio. Podía ser tan egocéntrica y caprichosa como Magnus.
Por su lado, Magnus Scott era un joven muy atractivo de 1.90 metros de estatura, atlético, tez muy blanca, ojos color esmeralda, cabello oscuro, nariz respingada y labios carnosos; era sorprendente el parecido entre su padre y él. Se trataba de un joven con una personalidad muy arrogante, presumido, mujeriego sin remedio y, sobre todo, prepotente con las personas que tenían una posición social más baja que a suya.
Sus padres, Damián y Anastasia, veían el comportamiento de Magnus con preocupación, ya que era una pareja que logró obtener todo con arduo esfuerzo y sacrificio durante muchos años. Habían convertido su empresa de tecnología en un gigante en el país y adicionalmente, estaban bien posicionados en el mundo de la política. Su visión era que, en un futuro, su único hijo sería quien se encargaría de dirigir todo su patrimonio, pero observando el tipo de persona sin escrúpulos ni orden y que tomaba cada vez más fuerza, llevaría todo hasta el foso en cuestión de meses.
Damián era el único capaz de poner a Magnus en su sitio, en ciertas circunstancias, por lo menos le quedaba algo de respeto hacia sus padres, pero los lujos y todo aquello a lo que ya estaba acostumbrado le impedían ver la realidad de la vida. Ellos intentaban guiarlo por el camino correcto, sin poder conseguir algún resultado.
Magnus había decidido estudiar Estadística y Ciencias Actuales en una de las universidades más grandes del país, la Universidad Central, presumiendo su futuro poder al frente de la empresa levantada por sus padres. En este campus hacía lo que quería con quien quería, jactándose de la influencia de ellos. No solo eso, él se vanagloriaba de su facilidad para estar con cualquier chica que le provocara; cuando ponía su vista en alguna joven no había quien lo detuviera, nunca había tenido un "No" como respuesta.
...
Damián se preparaba para recibir a Aquiles Williams en su despacho. Estas familias tenían importantes negocios entre ellas, prácticamente desde sus inicios. Los Williams igualmente estaban involucrados en el negocio de la tecnología, relacionado con hardware y equipos móviles específicamente, mientras que los Scott manejaban el área de las telecomunicaciones; se complementaban.
Tan pronto Aquiles Williams ingreso a la sala de juntas de Damián, este se puso en pie para recibirlo.
—Bienvenido, Aquiles... —dijo cordialmente e inmediatamente, él hombre estrechó con fuerza la mano de Damián.
—Gracias, Scott.
—Toma asiento... —pidió extendiendo su brazo para señalar los tantos asientos libres en la sala.
Ambos caballeros toman asiento alrededor de la gran mesa rectangular de la sala de juntas, frente a ellos, se encontraban unas carpetas con una serie de documentos y balances, los cuales hojeaban en largo silencio. Aquiles estaba bastante distante, normalmente era más conversador.
—Aquiles... —Damián cortó con el silencio que habitaba la gran sala de juntas— supe lo que sucedió con tu hija, Serena. Lo lamento mucho —Aquiles asintió levemente como señal de agradecimiento—. Sé que han transcurrido unas cuantas semanas desde su accidente, pero te expreso mi apoyo sincero e incondicional.
—Te lo agradezco... tus palabras significan mucho, Scott...
—No tienes qué agradecer. ¿Cómo está ella, y... ustedes?
Aquiles aflojó su corbata y se dejó caer en el respaldo de la silla qué ocupaba.
—No es fácil, para nada fácil —negó con la cabeza y su mirada se quedó perdida—. Es muy duro ver a tu hija, tu única hija, tu princesa, luchando día a día por recuperarse, sabiendo que estará el resto de su vida confinada a una silla de ruedas. Ella lo ha tomado de la manera más fuerte y valiente posible, asegura e insiste en que caminará, pero... —agachó la cabeza y volvió a negar— los médicos no dan esperanzas.
—Entiendo... debe ser muy fuerte para ti y Hannah esta situación. Sin embargo, creo que deberías poner más esperanza en las convicciones de Serena, ella sabe hasta dónde puede llegar y de qué es capaz.
—Eso es cierto Damián... debería confiar más en ella —se quedó un rato pensativo—. Hay una cosa más que me tiene algo preocupado... —continuó después de largos segundos.
—¿Qué podría ser?
—El futuro de Serena —confesó bajo—. Supongo que en algún momento ella querrá casarse y hacer su vida, pero en su condición no sé cómo le iría. ¿Quién querría...? —jadeó y se interrumpió—. Ni siquiera sé si pueda conseguir un esposo.
—Recuerda que volverá a caminar, confía en ella —dijo Damián bastante seguro de que así sería.
A Aquiles se le asomó una pequeña sonrisa.
—¿Y, si no?
Rápidamente, una idea apareció y se fijó en la cabeza de Damián.
—Se me acaba de ocurrir algo... no sé si esto te pueda ofender y, de antemano, me disculpo si llega a ser así.
—¿Qué tienes en mente?
—Mi hijo Magnus debe sentar cabeza en algún momento, podría ser un candidato para casarse con Serena en un futuro. Sería alguien de la misma posición social, también, él estará al frente de esta empresa cuando me jubile. Le podría atender a Serena como se merece.
Aquiles volvió a perderse en sus pensamientos, entretanto se frotaba la barbilla.
—No lo sé Scott, ¿qué no es un chico liberal? He escuchado ciertas cosas de él.
—Se está redimiendo, además, su boda sería dentro de algunos años, no ahora.
—¿Crees que se quieran casar sin amor? No estoy muy de acuerdo con ese tipo de arreglos que hacen muchas familiares adineradas.
—Tendrán tiempo para conocerse antes de que se organce una boda. Sé lo especial que es tu hija, me has hablado muy bien de ella en diferentes ocasiones y estoy seguro de que Magnus caerá rendido —improvisó, realmente no sabía si eso pasaría.
—Tengo que hablar con tu hijo primero, luego lo pensaré... Pero si llego a escuchar un solo escándalo acerca de Magnus, no habrá nada que pensar. No quiero que mi hija vaya a sufrir por estar en un matrimonio infeliz y lleno de infidelidades.
—Estarás en tu derecho Williams, y lo entenderé...
Parecía cruel o egoísta tal vez, pero Damián vio una oportunidad en esta situación para intentar redimir a Magnus, pensó que la dulzura y bondad de Serena podrían hacer ceder a su hijo cuando se presentara la oportunidad de conocerse, también la discapacidad de la joven lo harían sentir algo de compasión hacia los demás, en especial hacia ella. Eso pensó.
Poco a poco Damián iba haciendo movimientos algo desesperados con la intención de conseguir algo de valor y humanidad por parte de Magnus. Por supuesto, no le diría que se comprometía por este motivo, sino por crecimiento de sus bienes materiales, sino, de ninguna manera aceptaría.
Por su parte, Aquiles, tenía una serie de pensamientos negativos con respecto al futuro de Serena, así que también vio una oportunidad de conseguir un hombre apto para ella que le ofrecería todas las comodidades que necesitara, adicionalmente, veía la posibilidad de que sus empresas se fusionaran, convirtiéndose en un gigante, por encima de muchas otras. De ese modo, alguien más estaría al frente, ya que su hija no tendría la capacidad de hacerlo.
Cada uno de estos padres visualizó intereses en esta unión.