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Más Que Música ✓ [COMPLETA]

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Blurb

Es 1944

Arthur es un lobo feroz, un hombre cruel, malévolo, calculador, un depredador de primera.

Klara es vengativa, amargada, cargada de un odio atroz.

Las vidas de estas dos personas se cruzarán cuando en un restaurante lujoso Arthur aprecie la música de esta chica, la cuál, no solo le abrirá las puertas a un mundo de fantasía, si no de desilusión. Porque las ruinas de ambos serán el haberse cruzado.

Historia independiente de Fuimos Musica.

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01.Las niñas buenas como tú.
Es un día radiante, espectacular para un Arthur relajado, sin preocupaciones. Disfruta de un buen vino de uvas en un restaurante lujosisimo, está acostumbrado a la buena vida. Menea la copa de un lado a otro con suficiencia, saboreando hasta la última gota que se deslizaba por su paladar. Los dos soldados se ríen a carcajadas, al igual que su capitán, están bebiendo vino, y a su vez cortando a trozos el pollo en salsa con ensalada y un arroz blanco. Una exquisitez sumamente costosa, a lo que Arthur no tenía ningún problema. Arthur los acompaña en las risas, se burla de dos polacos que se hicieron promesas antes de morir. Que estupidez era aquella. Hizo bien en mandarlos al otro mundo a los dos como matrimonio, así estarán juntos en la eternidad, si es que existía una eternidad. Arthur lo dudaba, probablemente, cuando él muriera se iría directo al infierno, se lo merecía por todo lo que había hecho en vida, y asesinar últimamente, se había vuelto en su trabajo de tiempo completo. —Los dos viejos de mierda cerraron los ojos cuando Arthur les disparó en la cabeza, a la mujer primero. Fue incapaz de abrir los ojos el polaco—se rió a carcajadas junto al otro joven de ojos avellanos, piel pálida, y su usual uniforme de la SS. Arthur no dijo nada, aunque en su rostro se expresaba una tenue alegría por las palabras de su amigo Siguió cortando su pollo en un trozo perfecto hasta llevarlo a la boca con delicadeza. Quería disfrutar de lo poco que podía estar en Berlín con su familia antes de volver a Auschwitz a desempeñar su función con los prisioneros. Los prisioneros... esos malditos judíos que entre poco iban a ser exterminados o mejor aún, llevados a los hornos. Sonrió con suficiencia ante la conversación sin perder su elegancia caracterizada. Arthur agudizó su oído cuando una melodía se efectuó. Suave, intensa, exquisita. Se quedó paralizado escuchando la música que lo invitaba a voltear para mirar a su autor. Su oído discernia las notas usada en la composición. No volteó, saboreó la armonía de la música mientras que su mente lo llevaba a un recuerdo, a uno de esos cuando era adolescente, inocente, ingenuo. Apartó de inmediato a ese Arthur del pasado, no era bueno para él recordarlo, porque ahora no era la sombra de lo que antes era. La música penetró sus oídos, neutralizó su mente, cautivo sus sentidos. ¡Oh qué delicia era esa melodía! estaba tentado a voltear y a felicitar al compositor con aplausos, definitivamente, el instrumental estaba bien ejecutado. Miró a sus compañeros que seguían conversando amenamente, sin apreciar la música que estaba sonando y eso hizo que Arthur los mirara con fastidio, y resolvió justificarlos con: ellos no saben nada de música. Se volteó curioso abriendo sus ojos como plato al darse cuenta que la autora de esa cautivadora composición se trataba nada más ni nada menos que de una chica, y una muy bonita Acomodó su silla, de manera que pudiera ver a la muchacha que tocaba con tanta dedicación, nunca una mujer le había intrigado tanto que esa desconocida con su música, pero era eso... su música, la forma de ejecutarla, de llenarla de sentimientos, de pasión. La admiró desde su asiento, contemplando su pelo largo castaño oscuro, su vestido amarillo irradiaba luz, sin duda, el primer pensamiento de Arthur fue: Ella es un ser de Luz, en cambio, soy todo lo opuesto a ella> Observó a todos los presentes en el restaurante, la mayoría de las personas conversaban, comían, bebían, nadie se detenía a prestarle atención a la melodía sonada, eran muy pocos los que apreciaban ese arte, quizás, solo los que tenían conexión con la música. Y Arthur tenía esa conexión, una que abandonó por convertirse en militar. Su niñez fue música, su adolescencia música, su adultez....todo lo contrario a lo que quiso. Le dió una mirada a sus compañeros que seguían en carcajadas desenfrenadas, ahora hablando de unos judíos, y, disculpándose se levantó de su asiento decidido a ir a dónde la música lo llamaba. Cada paso que daba se sentía más atraído, más cautivado, más envuelto en la melodía. Se quedó quieto, contemplando de cerca a la muchacha radiante, observando su pelo lacio castaño y su piel blanca fresca. Linda, no podía negar lo hermosa que se veía de espalda, esperaba que de cara fuera igual. Aplaudió sin aviso, sin esperar que la música se detuviera, lo hizo interrumpiendo de forma abrupta con sonidos secos. Ella se detuvo. Dejó de tocar. Solo se escuchaba como un río el murmullos de los presentes. —¡Es muy talentosa señorita!—ella se volteó quedando frente a frente con él—, y hermosa—añadió. Un rubor se extendió por las mejillas de la muchacha, al capitán Arthur le intrigó como se encogía ante su presencia al igual que una niña cuando está frente a una figura de autoridad. —M-muchas gracias señor—tartamudeó respirando con lentitud para calmarse. —En toda mi vida llevo yendo a restaurantes, nadie toca tan apasionadamente como usted, es increíble que una joven tan hermosa sea tan entregada a la música. La muchacha se quedó estática, jugueteando en el regazo con sus manos sin saber que decir. Una sonrisa felina se cruzó por el rostro del capitán, le encantaba la timidez en las chicas con rostro bonito. —Me halaga señor... —Señor capitán Arthur Schmidt para servirle—dijo con cordialidad sin perder el rastro de diversión en sus ojos y aquella sonrisa ensanchada que emitía una señal de peligro y restricciones. —Gracias capitán Schmidt, es usted muy amable. —Lo sé. La amabilidad debería ser característico de todo ser humano, lamentablemente, por eso muchos andan con torpeza en la vida señorita música... El rostro de la chica fue de sorpresa, la última palabra del capitán la estremeció de pies a cabeza. —No tengo dudas de que la amabilidad es parte de usted señor Schmidt, es admirable que un militar tan respetable como usted aprecie la música y tenga la valentía de acercarse a alguien como yo. El capitán sonrió de medio lado mordiéndose el labio inferior. Dió unos pasos hacia adelante, se inclinó con delicadeza hasta quedar muy cerca del rostro de la muchacha que se levantó del asiento del piano de un salto, y con los ojos tan abiertos que les dolió. Con las manos en la espalda el capitán le susurró en su oído. —Solo me acerco a las niñas buenas como tú. El aliento a vino le acarició su olfato, además, de un temblor evidente que a Arthur le fascinó. El corazón desbocado de la muchacha no paraba de latir con tanta fuerza que tuvo temor de que el nazis frente a ella se diera cuenta de sus nervios. Se agarró del piano para poder respirar con normalidad ante esa sonrisa de suficiencia y esos ojos altivos que la escudriñaba cómo si quisiera devorarla. Escuchó la voz de uno de los dueños del restaurante que venía hacia ellos, y el alivio recorrió su espina dorsal. —Capitan Schmidt, que gusto de verle por mi restaurante, espero que haya disfrutado de la comida. Arthur Schmidt, sin perder el rastro de diversión, paseó su mirada entre la muchacha y el dueño, un hombre adulto regordete, vestido de blanco, sin duda alguna el hombre lo identificó como el cheff. —Disfruté de su comida, de la música y una muy buena compañía—lo último lo dijo mirando a la muchacha. El cheff miró a la muchacha que seguía pegada al piano como un animal en su madriguera. —Greta es un encanto. El capitán sonrió con suficiencia. Los ojos verdes le brillaron. —Sin duda es un encanto, señorita Greta—su voz sensual ronca estremeció a la muchacha. —Con permiso señor—se disculpó Greta con la mirada en el cheff. Una parte de ella se removió en su estómago cuando Arthur la llamó por su nombre. —Espero volvernos a ver señorita Greta. No respondió, ni siquiera volteó al ver al capitán Schmidt. Mientras caminaba sentía que dejaba atrás aquellas palabras de ese hombre tan atrevido. Solo me acerco a las niñas buenas como tú. Las niñas buenas existen hasta que llega alguien y las rompe por completo. Hasta que la tragedia, el desamor, la desilusión la condenan a el infierno. Si, en un tiempo Greta era una niña buena, hasta que Arthur Schmidt le cambió la vida. Arthur Schmidt no la reconoció. No recordó todo el daño que le hizo en el pasado, pero Greta sí, y a eso le sacaría ventaja. *** Notita: Mis amores, les dejo el primer capítulo, espero les guste. dejen sus comentarios, sus votos en la historia. Los quiero muchotee.

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